El deporte de las pesas lo apasiona, pero hay algo más liviano que siempre le ha robado los suspiros: los plumíferos.
De pequeño, Jorge Angulo Solano tenía gallinas; hoy tiene lapas.
En su oficina, en San Pedro, viven tres de estas aves coloradas: Luke, la lapa azul brasileña; Poly, la roja; y, por último, su tocayo: George, un guacamayo híbrido, de plumas multicolor.
Jorge Angulo Solano y sus tres guacamayos están en el cuarto piso de uno de los siete gimnasios George Angulo Fitness, sobre un nivel de parqueo y dos pisos más –dedicados a las máquinas de ejercicios, las mancuernas, barras de pesas y bicicletas estacionarias–.
“Hola, hola”, le dice Luke, mientras él le responde y la lleva hasta la oficina que tiene visibilidad hacia el costado este del Mall San Pedro, en todo su esplendor.
George en realidad se llama Jorge, pero desde niño le han dicho George.
Cuando llegó el momento de ponerle nombre a su gimnasio, no hubo dudas, se llamaría como él: George.
“En la imagen de mucha gente George es el campeón de boxeo, el que ha sobresalido, el muchacho de las pesas. Cambiar el nombre es como cambiar un hijo. Yo muero con las botas puestas. No lo cambiaría, esto es algo en lo que creo”, dice el empresario, quien encabeza el negocio familiar, que, según dice, incluye también a su hermana y hermano.
La concreción de la idea de entrar en la industria de los gimnasios nació en el 2009, con un primer centro, en San Francisco de Dos Ríos. Asegura su dueño que, a nivel nacional y centroamericano, esa sede es el centro deportivo que ofrece más servicios: hay cuadrilátero, clases de múltiples artes marciales, piscina, bicicletas de spinning , una jaula para peleas...
La idea de entrar en los deportes, sin embargo, no era nueva para cuando aquel gym abrió.
George fue boxeador, incluso campeón. Tres veces recibió la medalla como el mejor del campeonato nacional (1994, 1996 y 1997) y en 1995 obtuvo la medalla de oro en los Juegos Nacionales, celebrados en Puntarenas.
Las cuatro preseas, así como la fotografía en la que aparece sobre el podio de 1995 son de los pocos objetos que tiene en su amplia e iluminada oficina de San Pedro.
“En el deporte de boxeo yo era muy bueno pero no tenía apoyo como existe ahora, tampoco había fama. Yo quería ser campeón mundial, tenía futuro pero no había ingresos económicos”, dice.
El levantamiento
La ropa tallada y los botones desajustados de su camisa color rosa evidencian que George todavía tiene el pecho henchido y los brazos fornidos.
El excompetidor se retiró de las peleas cuando tenía apenas 24 años, pero a los 37, todavía entrena cuatro o cinco veces a la semana en el gimnasio que lleva su nombre.
Cuando dejó los cuadriláteros, quiso probar con el fisiculturismo. No compitió nunca.
Había dejado el colegio en sétimo. Nunca fue un buen estudiante, según confiesa, pero no fue por eso que abandonó la educación, sino por la difícil situación familiar de su hogar, de padre ausente y una madre que se hacía cargo de los tres hijos.
Tuvo un cerdo, en la casa de su infancia, en San Rafael de Oreamuno de Cartago. Su primer negocio fue vender al porcino. Le fue bien.
Más tarde se hizo de gallinas, las vendía en el mercado de Cartago, junto con coronas de ciprés hechas por él. Soñaba con tener una granja y repartir huevos en bicicleta. “Eso se quedó ahí”, dice, al igual que sucedió con su carrera boxística.
En cambio, un poco más maduro, se fue para San José. Le alquiló un parqueo a su padre (el exdiputado liberacionista Jorge Angulo); así empezó a ahorrar y amasar capital. Se multiplicaron los parqueos, se diversificó con talleres de mecánica automotriz, hasta que un día abrió un gimnasio.
Según una nota de La Nación de mayo del 2011, con información compartida por el empresario, ese año invirtió $150.000 en el gimnasio de Moravia y $800.000 en el de San Pedro.
Además de dichos locales y el de San Francisco, tiene también otros en San Miguel de Desamparados, Zapote, San José centro y Rohrmoser.
En pocos meses el octavo local de George Angulo Fitness abrirá en Lomas de Ayarco. Espera tener otro en Jacó a final de año y valora llegar a Alajuela y Cartago en un futuro no muy lejano.
¿De dónde vino el éxito?
El empresario cartaginés dice que su clave ha sido no cobrarle matrícula a la clientela. Incluso, según él, eso obligó a otras cadenas similares a copiar esa medida.
“Mucha gente no sabe de dónde viene eso, y es gracias a nosotros... Le tiramos mucho a la gente (de clase) media y baja, a los trabajadores de los bancos y las tiendas. Este es un gimnasio élite que le sirve a todos y que permite el ingreso de cualquier persona”, comenta.
Peso político
Cuando se le pregunta de qué se arrepiente en la vida, solo hay un hecho: retirarse del deporte a los 24 años.
Asegura que todo se trató de un montaje, cuando, en el 2014, su nombre figuró en la prensa por el endeudamiento millonario de una pensión alimentaria para sus tres hijos.
Afirma que él estaba en su casa, esperando que un juez resolviera el caso, cuando se le achacó haber hecho un hueco en la pared de su oficina en Moravia para fugarse de la Fuerza Pública que lo esperaba afuera, junto a su expareja.
“Eso es como de una película de ciencia ficción. Yo me río porque eso es mentira; yo no estaba en Moravia”, apunta al referirse al incidente ligado a la demanda que, según aclara, terminó en un acuerdo amistoso entre las dos partes.
Explica también que a su franquicia de gimnasios se le movió el piso cuando su padre, Jorge Angulo Mora, fue acusado por la Fiscalía General por ocho delitos de peculado y tráfico de influencias siendo legislador. El negocio, sin embargo, no se afectó.
“Lo que pasó con mi padre y lo de la política lo han querido vincular con el gimnasio. Hasta leí gente que decía que los gimnasios los estaba haciendo con plata del gobierno. Mi papá maneja sus negocios y yo manejo los míos. Somos punto y aparte.
”Sí sentía que me manchaba el nombre, pero a uno se le pueden caer las torres gemelas y uno sigue… no pasa nada si uno ha hecho las cosas bien”, comenta.
Al igual que su padre, Jorge Angulo Jr. también quiere ser diputado algún día, aunque no exactamente al estilo de su progenitor.
Aunque no tiene fecha para su sueño, se ve en la Asamblea Legislativa como diputado independiente de un partido creado por él mismo: “Yo he pensado en meterme en política porque hay injusticias muy grandes. Dios me tiene a mí para algo grande.
”Yo pelearía por el derecho de las personas en lugares marginados para sacar a los jóvenes de las drogas. Que sean gimnasios comunes y corrientes. No es algo pegado del techo.
”Yo creo que sería el primer diputado que puede hacer algo, el primer diputado en el que la gente puede confiar… La gente va a decir: ‘tal vez no logró lo que quería pero luchó por la gente social menos (sic)’”.
Con su convicción luchadora, aquel empresario que de pequeño tenía gallinas hoy tiene lapas.