Una paella de 2,5 metros de diámetro, leños ardientes, azafrán y varios kilos de pollo, conejo y arroz. Un solo reto: magnificar la experiencia del compartir una paella a sobresalientes dimensiones.
El chef Vicente Aguilar, propietario de la Lluna de Valencia, se puso ayer la cofia y el delantal y se sumergió en la tarea de cocinar la paella valenciana más grande de Centroamérica en Parque Viva, en La Guácima.
“La paella es un símbolo del compartir y de la amistad”, repetía el chef.
Estaba en lo cierto. No solo dio vida a la megapaella al lado de un equipo de más de 10 cocineros y la mirada curiosa de los asistentes al Street Food Festival, sino que tuvo entre sus comensales a un par de invitados especiales: al presidente Luis Guillermo Solís y a la primera dama, la española Mercedes Peñas.
“Me gusta mucho (la paella). En casa la comemos con frecuencia porque Mercedes hace una paella muy buena y su hermano mejor todavía, porque vivió en Valencia muchos años y está casado con una valenciana”, comentó Solís.
Aunque el mandatario pudo responder con soltura a la pregunta sobre cuál es el secreto de una buena paella, aseguró nunca haber cocinado una.
“Arrocito blanco y arroz con pollo es lo que hago yo”, confesó entre risas.
Sin embargo, Solís no lo pensó dos veces para empuñar el remo para ayudar a revolver el megaplatillo.
La presencia del mandatario hizo surgir el carisma del chef, cuyo ánimo ya estaba abatido por el trajín de dirigir a los cocineros, vigilar el fuego y cuidar la cocción de la paella.
“¡A la salud del presidente!”, exclamó, y estripó una especie de alforja para que el chorro de vino le diera en la punta de la nariz, escurriera por sus bigotes y cayera finalmente en su boca, mientras Solís no podía contener las risas ante tan pintoresca escena.
Labor titánica. Aguilar encendió el fuego a las 10 a. m., una hora antes de que Parque Viva abriera sus puertas al público.
Una sola paella valenciana no iba a bastar para complacer el antojo de los asistentes al festival, así que antes cocinó una para 300 personas.
A eso del mediodía, encendió la paella –así se le llama al comal de acero inoxidable que se utiliza para preparar este platillo típico español– de 2,5 metros de diámetro que trajo desde el Viejo Continente.
A sus ayudantes de cocina se sumó el embajador de la Unión Europea, Pelayo Castro, quien es originario de Valencia, España. “Hoy, el embajador no es embajador, hoy es el pinche ayudante de don Vicente cocinando paellas para todo el mundo”, bromeó el jerarca.
Pasados algunos minutos, los rostros ya comenzaban a mostrar el flagelo del calor.
Uno de los cocineros llegó con una bolsa de ferretería repleta con anteojos de protección, para evitar el ardor que producía el humo en los ojos. Una cocinera debió ser atendida por personal médico luego de que casi se desvaneciera. Incluso, Castro pidió que le echaran agua con una manguera en las piernas, pese a tener las tenis puestas.
“La gente no se puede imaginar el calor que da la leña y que se acumula con la paella, en un día como hoy, que hace más de 30 grados. Si a eso le sumamos las llamas del fuego, prácticamente es imposible acercarse a la paella”, explicó el embajador.
Al cabo de dos horas, la paella estaba lista, y la tez de Aguilar estaba completamente colorada.
“Los retos fueron el viento y hacerla en un sitio tan abierto, donde las llamas iban de aquí para allá y de allá para acá”, explicó el chef, quien quedó muy orgulloso con el resultado de su esfuerzo, pero aún debía preparar una tercera paella para 300 personas.
A la cuna de las paellas. Mientras Aguilar cocinaba los megaplatillos, nueve paelleros del país y sus asistentes competían por saber cuál de todos tenía la mejor de las cucharas.
Ellos fueron los participantes de la semifinal del Concurso Internacional de Paella Valenciana. Con conejo, pollo, verduras de temporada y un tipo de arroz sorpresa –traído de España–, luchaban entre sí por un cupo a la gran final que se realizará en Sueca, Valencia, en setiembre.
El jurado eligió uno de los platillos, sin saber quiénes eran los cocineros de cada paella y así eligieron al ganador: Danilo Antonio Mauricio, chef de La Lluna de Valencia.
“Yo vivo la paella. Es una pasión que llevo”, afirmó Mauricio. “No me pongo nervioso. Le hablo a la paella, al pollo: ‘no te me quemes’, al arroz: ‘no te me pases’”, dijo.