12/1/12, San Pedto restaurante Vegetariano el buho, burrito Prana y batido de cacao. foto Adrin Arias (ADRIAN ARIAS)
Jan Adamski parecía estar muy cómodo en el viejo sofá. Casi, literalmente, a pierna suelta, sostenía en su mano el premio que él mismo se había hecho para cerrar su día, seguramente, una larga y ardua jornada laboral: un batido de semillas de cacao, con agua de pipa, crema de coco y otros ingredientes “secretos”.
Polaco por nacimiento y por su padre; tico por el lado de su madre. Fotógrafo, músico, alguna vez inclinado a hacerse terapeuta holístico o también un protector de los recursos naturales, Jam Adamski sorbía aquel batido tan familiar para él, tanto que, lo podía describir con la propiedad que tiene el autor que habla de su obra.
“El batido tiene agua de pipa y la carne de la pipa que es grasa saturada pero de cadenas cortas; el problema son las cadenas largas como las grasas de los animales, que se va poniendo dura en el interior del cuerpo. Y el cacao, el cacao es el antioxidante más poderoso, tiene magnesio y como que te abre el cuerpo para que reciba otros nutrientes”, cuenta Jan Adamski.
No cruza las piernas, las mantiene extendidas, este hombre que cree en que uno debe perseguir sus sueños; saber qué se quiere en la vida y buscarlo.
Esa es su filosofía de vida, como lo es también el comer ahora orgánico, crudo, vegetariano o bien vegano, aunque no es estricto. El veganismo es un estilo de vida y una filosofía basada en el respeto hacia los animales, a tal grado, que no usan ni consumen productos que provienen de ellos.
Así que en El Búho, el lugar donde Jam Adamski está sentado en el viejo sofá, llegan familias completas con sus niños; estudiantes y adultos que quieren comer sano dentro de la filosofía vegetariana y orgánica. Sí, también en esta forma de comer hay algo implícito: se genera una camaradería y los lugares de comer pasan a ser también espacios de reunión; un poco el principio de que aquí, todos los que estamos somos de los mismos.
Pie de manzana, café orgánico, harinas integrales, tamales vegetarianos, burritos rellenos incluso con
Por la boca de un vegetariano o un vegano jamás entrará un consomé de carne o una sopa de mariscos, con todo y sus conchas, pero sí un
Un bistec encebollado, azúcar y harina blanca no pasarán por el cuerpo de un Jan Adamski, pero sí unas lentejas con berenjena y hierbas, una ensalada rusa con mayonesa de girasol; unos
“No creo que ser herbívoro sea lo correcto, creo en lo que yo hago: es comer con conciencia de lo que uno se está llevando a la boca y qué es lo que eso produce en mí cuerpo”, explica Jam Adamski
Él sabe, por ejemplo, si el queso de cabra que usa en El Búho para alguno de sus platos es de una granja que alimenta con productos orgánicos a sus animales; él sabe si las semillas de cacao que usa para bebidas o postres son cultivadas sin fertilizantes, sin agroquímicos y es vendida en comercio justo.
De eso se trata, un poco la filosofía de vida de Jan Adamski, y como él otras personas comen con la misma perspectiva e intención.
Comida orgánica, una parte libre de gluten y de lácteos; a veces carnes –res o pollo pero todo proveniente de granjas orgánicas– y manjares aptos para los veganos, también elabora esta chilena-alemana ahora radicada en Costa Rica.
“La pelea más dura, diría yo, ha sido la de combatir esa idea de que la comida orgánica y lo vegetariano es comida que no sabe a nada. Y eso es mentira”, dice Cristina Aravena, quien de fijo se sentaría a tomar un café con Jan Adamski, porque tendrían mucho de qué hablar y en qué coincidir.
En Cambalache, por la línea del tren cerca del Calderón Guardia, es evidente que lo orgánico no es algo reservado para las tres comidas del día: es un a forma de vida. Hasta los productos de limpieza son orgánicos; prefieren el comercio justo y motivan el compartir si es necesario hasta servicios: cada jueves, en ese lugar, hay noche de trueques.
“Debemos saber de dónde viene lo que comemos; no comemos agroquímicos, no comemos fertilizantes, ni plaguicidas, ni transgénicos tampoco. De nada sirve comerse una lechuga, para ser sano, si esa lechuga está envenenada”, dice con total firmeza ella.
Y no le es fácil mantener su filosofía. Todos los sábados parte a la Feria Verde de Aranjuez, para conseguir una parte de los productos certificados como orgánicos; se da el trabajo de buscar proveedores de huevos y carnes igual de sanos, y de experimentar con lo que pueda. Sus panes de romero, hierbas, semillas y más dan fe de ello.
“Es muy sencillo: es tenerle respeto al planeta, amor a la tierra en la que vivimos y afecto por uno mismo. De eso se trata”.