Colaboradora
Nostalgia y tristeza son las dos emociones que siente el salonero José Jiménez, ante el cierre del salón El Tobogán.
Jiménez tiene 10 años de laborar para el famoso centro de baile, cuyo último día abierto al público fue ayer.
Ante las preguntas sobre sus anécdotas y recuerdos, el salonero de 57 años respondía con voz entrecortada y lágrimas en sus ojos.
Don José dice que el mejor recuerdo que tiene fue su primer día de trabajo en El Tobogán, ya que, por primera vez, en lugar de gastar dinero, lo ganó a causa del baile y con esto ha mantenido a su familia durante estos 10 años.
Tembloroso por los nervios ante la despedida de la que fue por muchos años su “segunda casa”, Jiménez sigue con el recuento de sus experiencias.
Cuenta que, en una fiesta privada, el salón estaba lleno y escuchó gritos, ya que un cliente falleció por un infarto en la pista de baile.
Reconocido por muchos clientes, quienes lo saludan como si fuera un hermano, don José está muy triste con el cierre del local. Además, siente un poco de frustración ante la realidad de dejar de ver a sus compañeros.
Asegura que su trabajo siempre fue muy entretenido y que muchas veces compartió los amores y desamores de los bailarines. Otras tantas veces salió airoso de las coqueterías de las clientes; sin embargo, nunca cayó en tentaciones y se mantuvo fiel a su esposa, afirma.
Celebró cumpleaños de amigos y también de extraños.
Don José deja parte de su vida en las mesas de El Tobogán y vive, desde adentro, la tristeza del cierre.