El paramédico Richard Senneff, explicó que el 25 de junio del 2009 llegó al dormitorio del
Senneff preguntó a Murray, al entrar en la estancia, cuál era la situación médica de Jackson, y tras cuestionar repetidas veces al doctor, este le aseguró que el cantante no estaba tomando nada salvo “un poco de lorazepam para dormir”.
“¿Algo más?”, dijo Senneff, quien recordó que Murray le contestó: “No, eso es todo”.
Murray confesaría, posteriormente, en los interrogatorios con la Policía, que le había administrado también propofol, un anestésico que la autopsia determinó como causa de la muerte de Jackson.
Senneff manifestó que Murray le contó que él estaba tratando al artista de “deshidratación” y “agotamiento”.
El testigo confesó que la información provista por el acusado le resultó incongruente, por la existencia de un gotero con una bolsa y una botella de oxígeno. Además, el aspecto inerme de Jackson le llevó a pensar que el paciente podía llevar así más de cinco minutos.
“La piel estaba fría, las pupilas dilatadas, los ojos secos”, comentó Senneff, quien indicó que las máquinas para registrar el ritmo cardíaco nunca detectaron latido.
Para el paramédico, Jackson lucía como si hubiera padecido una “enfermedad crónica”, aunque a preguntas de los abogados de Murray, respondió que era muy osado afirmar que parecía el cuerpo de un drogadicto.
Jackson iba a ser declarado muerto en la casa, según Senneff, a las 12:57 p. m., del 25 de junio, pero el doctor Murray insistió en llevar al cantante al hospital, donde, finalmente, se certificó el fallecimiento, cerca de las 14:30 p. m.
Senneff apuntó, además, que vio cómo Murray recogió medicamentos que estaban presentes en la habitación, antes de marcharse al hospital.
El cantante perdió la vida el 25 de junio de 2009 víctima de una sobredosis de medicamentos, en particular de propofol, que según la Fiscalía le administró Murray, quien se declaró inocente.
La defensa alegó que fue el propio Michael Jackson quien, en un descuido del doctor, se aplicó la dosis letal de propofol.