La presencia de Gulliver sigue siendo atractiva para el cine. Ya sea del gigante Gulliver en el país de los enanos o del pequeño Gulliver en el de los gigantes. Aquí está, de nuevo, dicho personaje en una comedia bastante floja dirigida por Rob Letterman:
Alguien dijo por ahí que si Jonathan Swift resucitara, se moriría de nuevo. Swift es el escritor que concibió para la literatura los viajes del afamado Gulliver. Lo hizo en 1726. Yo pienso otra cosa, que si Jonathan Swift resucitara, haría lo mismo con su personaje y lo pondría a destruir a la gran industria
Swift escribió su literatura como una sátira, no como un cuento para niños (esta es otra historia).
Él escribió su libro movido por el odio que le tenía a toda la humanidad. Lo hizo con los únicos sentimientos que pueden dar origen a una sátira: indignación, ojeriza o tirria, por eso no deja títere con cabeza, como lo hace con el cine el conocido Spike Lee.
En una sátira, el personaje es solo el instrumento del autor para demostrar lo que quiere decirnos. Por eso, la sátira es arte intelectual y, si se quiere, desagradable. Como pueden suponerlo, nada de ello está presente en la versión cinematográfica de hoy. Los responsables del desastre son los guionistas Joe Stillman y Nicholas Stoller, quienes escribieron un guion esquemático, tontoneco y presuntamente familiar, entendida la familia –por ellos– como un grupito de gente simple a la que hay que darle películas más simples aún.
Con este filme vemos a Gulliver, en tiempos actuales, perdido en el Triángulo de las Bermudas y blablablá (¡allí debería perderse esta película que no sirve ni para reciclar!). Lo que sigue son efectos especiales de tipo industrial con la presencia campechana y casi única del actor Jack Black, cuya cúspide de talento cómico está, si acaso, para participar en
El filme repite la onda de chistes sucios o escatológicos propios de un guion vacío de emociones, eso más alguna presencia rocanrolera, con fotografía deficiente y música apenas funcional. Bien podemos decir que este es un filme “mozote”, una película donde si bien algún liviano humor sirve para calentar huevos, lo cierto es que nunca nacen los pollos.