En la última jornada de la XXXI edición del Festival de Coreógrafos Graciela Moreno se le rindió un homenaje póstumo a la bailarina y maestra uruguaya Cristina Gigirey (1940-2006). Este año, ella fue la merecedora del premio Britt como coreógrafa dedicada, y, para ello, se ejecutaron dos de sus piezas emblemáticas: La casa de Bernarda Alba (1978) y Proceso (1979), puestas en escena por Gabriela Dörries.
Su legado coreográfico principalmente se ha caracterizado por tener una fuerte dosis de denuncia sociopolítica, creada a partir de una síntesis. Para su ejecución siempre se ha requerido un dominio técnico, precisión y mucha proyección. Ella fue amante de la línea de los cuerpos de los danzantes mezclada con la expresividad, y elaboró su lenguaje con esos recursos. En sus temas, siempre estuvieron presentes las preocupaciones del ser humano, como el amor por la libertad y la solidaridad.
De lo bailado en la noche de la clausura es importante señalar que, para el público seguidor de la danza y para las nuevas generaciones de bailarines, observar de nuevo sus coreografías resultó gratificante. Como defensora del repertorio hasta su muerte, nos había acostumbrado a ver, cada año, La casa de Bernarda Alba .
De igual forma, Proceso fue ejecutada por varias agrupaciones nacionales donde sus elencos asumieron grandes retos.
En este sentido, son obras que se pueden considerar parte del patrimonio coreográfico nacional. También fue interesante ver a nuevas bailarinas enfrentando las propuestas de Gigirey, al lado de antiguas colaboradoras.
No obstante me pareció que, para tan importante ocasión, a Proceso (constituido por siete cuadros y con música del Quinteto Pirincho), le hizo falta la presencia masculina, especialmente en la actualidad nacional en la que existen tantos varones dedicados a la danza y con buen nivel técnico e interpretativo. Esta falta de lo masculino en esta obra es evidente, pues el proceso de exilio no solo lo viven las féminas. En el primer montaje de 1979, en las secciones Despertar y Regreso , habían participado, según la maestra, hombres y mujeres.
Además, el erotismo de los dúos, aspecto que Gigirey manejaba muy bien, estuvo ausente. Resulta difícil poder interpretar, en Oración , que al personaje en blanco (un muerto o desaparecido) lo están llorando la madre, la novia y la hermana. En otro orden de cosas, gocé mucho a Mariana Lizano en Camino y a Carol Salazar en Exilio .
De La casa de Bernarda Alba , con música de Maurice Ravel, solo queda corroborar que es una creación vigente, redonda, y sigue impactando por el excelente tratamiento del movimiento en función del contenido, y que fue compuesta estrechamente ligada a la partitura musical.
Es otro ejemplo de síntesis y efectividad sígnica. El problema que le sentí en esta puesta fue el reparto, especialmente en la interpretación del papel de Bernarda, asumido por Gabriela Dörries.
De igual forma existen muchas bailarinas que podrían acercarse al monumental trabajo que hizo Gigirey con este papel, en el cual a Dörries todavía le falta mucho para superar a la maestra.