Antonio Ríos El Pipa lleva el flamenco en los huesos, en los músculos pero, sobre todo, lo lleva en la sangre.
Nieto de la gran matriarca del baile flamenco jerezano Tía Juana la del Pipa, Antonio El Pip a inició su formación artística en el ámbito familiar y le ha hecho honor a las inmensas huellas que dejó su abuela.
Tía Juana la del Pipa nació en 1905 en Jerez de la Frontera en Cádiz y, según ella misma lo decía, era “más gitana que las costillas del faraón”.
No conocía más baile que la bulería, pero cuando dejaba fluir el ritmo por los 100 kilos de su cuerpo, no había quién la pudiera superar. Y pese a una formación meramente empírica, se convirtió en una leyenda del flamenco, premios y, sobre todo, prestigio antes de su muerte en 1987.
Para Antonio El Pipa , su legado es más trascendente aún. “Siempre he creído que ser nieto de Tía Juana de la Pipa es un privilegio. Ella era una de las grandes bailaoras de mi tierra y era una de los estandartes y baluartes del baile flamenco más auténtico y yo tuve la suerte de ser hijo de su hija”, reflexionó el bailaor quien, no obstante, es el primero en reconocer sus diferencias.
“Jamás bailaré como ella, pero mis respetos, ante todo. Bailo a como se es hoy en día y a como soy yo y como creo que debo bailar, siempre y cuando partamos del respeto de que sí he aprendido de los mayores y sigo manifestando una admiración por ellos”.