Exhibir una película romántica basada en una novela del escritor Nicholas Sparks es entrar ganando, como se dice en cualquier deporte. Esto con ojos de boletería, como sucede casi siempre con escritores de éxitos editoriales en superventas.
Ahora se exhibe el filme Lo mejor de mí (2014) , con la dirección de Michael Hoffman poco profunda, aunque no sin galanura: elegante más bien. De primera entrada, hay que aceptar que la película maneja bien las secuencias de amartelamiento (ese rendimiento amoroso tan necesario en el melodrama).
La trama va en dos vertientes: un presente histórico y un pasado que lo alimenta. Esto no es novedoso si se piensa en la literatura de Sparks, cuyo texto –esta vez– ha sido trasladado al cine por tres guionistas: J. Mills Goodloe, Will Fetters y el propio director Michael Hoffman.
Con la paja tras la oreja, uno sospecha que no había necesidad de tantas manos en el guión y que, como sucede de manera invariable, el exceso de cocineros vuelve la sopa más rala: el filme no adquiere un sabor definido.
Así, por ejemplo, el uso retórico de la retrospección ( flash-back ) no siempre aparece manejado de la manera más limpia, o sea, el cambio de los tiempos se registra forzado en bastantes ocasiones, sin que se sienta clara la relación de causa y efecto.
El argumento narra la historia de una pareja que se ama de manera sincera cuando están jóvenes, pese a las dificultades y contradicciones sociales. Deben separarse. Él y ella se encuentran 21 años después y esto precipita un remolino de pasiones entre Dawson y Amanda, que así se llaman los amantes del caso.
Este asunto de amores imposibles es vertiente inagotable de dramas y melodramas. Es toda una estrategia narrativa. En Lo mejor de mí , el director Michael Hoffman le entra al tema tal y como se repite en los manuales. Por eso, hay poca o ninguna creatividad al contar la historia.
Como se consignó líneas atrás, el filme deviene elegante ante la vista. Sucede gracias a la lograda fotografía del ámbito natural; sin embargo, evade cualquier hondura ante los conflictos planteados y se queda en fórmulas superficiales al evocar sentimientos. Más que indagar dramáticamente, esta película busca la floritura sentimental y la lágrima fácil en el espectador.
Si para eso, el filme debe ser cursi, cursi será. Simple. La banda sonora va por ahí. Las actuaciones decaen solas, son superficiales, tanto las de quienes encarnan a los jóvenes enamorados como las de quienes encarnan a esos amantes 21 años después. Es difícil saber quién está peor en ese cuarteto.
¡Claro!, no faltan las gustosas secuencias a la luz de las estrellas u otras con desnudos sugerentes, hay encuentros amorosos en aguas frías y caminatas con diálogos triviales. Por supuesto. Es el cruce entre un tanto de atmósfera amorosa con otro tanto de tejido cursi.
Lo mejor de mí , ( The best of me en su título original) es filme que sigue las convenciones del melodrama sin exigirse nada a sí mismo. Busca la sorpresa en lo previsible y se hipoteca con su ausencia de densidad dramática en el tratamiento del tema: le falta aliento narrativo y, por ello, se queda en cine mediocre.
Para usar una expresión del periodista y sociólogo argentino Roberto Herrscher, el filme de director Michael Hoffman, es “de ideas medias, cultura media e inteligencia media”.