No está mal. En solo dos semanas, dos películas diferentes se han ganado, por méritos propios, mi mejor calificación de cinco estrellas. Primero fue
En la primera, el elenco lo encabeza de forma excelente Brad Pitt; en esta segunda, lo hace su amigo George Clooney (¡y de qué talante!, ¡genial!). De alguna manera, Clooney es siempre el buen actor George Clooney (no solo el galán), pero esta vez es el mejor Clooney que me haya tocado ver.
Por su parte, el director Alexander Payne es ducho para estos temas que juegan entre el drama y la comedia, con humor sulfuroso casi siempre. Él maneja muy bien el sabor agridulce con sus banquetes cinematográficos. Basta con recordar buenos títulos como
Voces confiables me dicen que igual sucede con otra cinta del director Payne titulada
Aquí, el personaje es Matt King, heredero de una importante riqueza en Hawaii dejada por parte de sus curiosos ancestros: la hija princesa de una tribu local unida con un misionero cristiano. Matt, casado y con dos hijas, se ha pasado cuidando la herencia y capitalizándola como buen burgués.
Eso lo ha llevado a descuidar el hogar en sus relaciones afectivas. Un día, ante un terrible accidente de su esposa, Matt se ve obligado a asumir el universo familiar que antes le era ajeno. Todo cambia para él, para los demás e, incluso, le cambia la manera de ver la relación entre el hombre y la tierra.
Con ese guion escrito por Nat Faxon, Jim Rash y el propio Alexander Payne, a partir de una novela de Kaui Hart Hemmings, el director se evidencia como fabulador elegante en formas e igualmente como manejador sabio de la estructura narrativa de un filme. La película nunca decae, siempre mantiene el interés por lo que se cuenta y la afinidad entre el espectador y la historia narrada.
Por cierto, es muy detallada y exacta la definición de los personajes, como también la correspondiente dirección de actores. No solo por lo que escribí antes sobre George Clooney, a quien nunca había visto tan expuesto a las cámaras para actuar de manera excepcionalmente buena. Se trata de todo el elenco: no hay fisuras.
Hay que ponerle atención a la elegancia histriónica de la joven actriz Shailene Woodley, muy bien asentadita como la hija mayor del matrimonio protagónico. Todo lo demás corre muy bien como glosa artística de esta relevante película. Es cine del grande con una historia, si se quiere, de pocos acontecimientos, pero llena de emotividad. Es cine con alma.
Hay quienes dicen que Alexander Payne, como realizador, se compara con Billy Wilder por su ingenio y con Jean Renoir por su humanidad. Totalmente de acuerdo. Lo cierto es que nadie debe perderse la película Los descendientes, ¡nadie! Alertados quedan.