Es cierto, nunca ganó un premio Óscar, pero Tony Curtis era uno de esos actores que no necesitó bañarse de oro para brillar en Hollywood. Con su resplandor intacto y una herencia imborrable, Curtis se despidió a los 85 años de un mundo que lo vio hacerse grande.
El carismático actor, símbolo cinematográfico de los años 50, falleció a la medianoche del miércoles en su casa de Las Vegas, Nevada, víctima de un mal respiratorio que, a la postre, le ocasionó un paro cardíaco.
“La meca del cine dijo adiós al gánster, al amante, al cómico y al mujeriego; el mismo que aseguró que más de 1.000 mujeres se habían rendido a sus encantos”, escribió la agencia de noticias EFE, poco después de conocerse la noticia.
El actor, cuyo verdadero nombre era Bernard Schwart, padecía una obstrucción pulmonar crónica y en julio había sido hospitalizado tras un fuerte ataque de asma.
Al parecer, su enfermedad se complicó y terminó en el fatal desenlace.
Como el brillo de una gran estela, Curtis dejó un legado de más de 100 películas y, en el ámbito personal, tuvo cinco matrimonios: el primero con la actriz Janet Leigh; con ella, el actor procreó a dos hijas: Jamie Lee Curtis y Kelly Curtis (ambas actrices).
Luego, el actor se casó con Christine Kaufmann, Leslie Allen, Andrea Savio, Lisa Deutsch y Jill VandenBerg Curtis, su última cónyuge.
Tuvo otros cuatro hijos más: dos con Kaufmann y otro par con Allen.
Tras la guerra, Curtis decidió comenzar como histrión y se matriculó en la Dramatic Workshop de Nueva York. Allí comenzó a gestarse la leyenda.
El actor, quien se sometió a una cirugía del corazón en 1994 para la aplicación de un baipás, comenzó su carrera como un actor rompecorazones; después se convirtió en una estrella respetada en el medio gracias a películas como
En 1959, él fue coprotagonista de Marilyn Monroe en una de las comedias más aclamadas de la historia del cine clásico:
“Rozar sus labios (los de Marilyn Monroe) fue como besar a Hitler”, bromeó al final de la película.
En esa cinta, Curtis se viste de mujer junto al actor Jack Lemmon, pues los personajes que representan intentan camuflarse en una banda de chicas y así escapar de la mafia.
El actor saltó a la fama con el papel de Sidney Falco en
Le siguieron otras películas de prestigio:
Además, Curtis actuó en clásicos como
Sin embargo y a pesar de creer merecerlo, Curtis nunca ganó la estatuilla dorada; el ansiado Óscar nunca llegó a sus manos.
“Creo que no tiene nada que ver con buenas o malas actuaciones. Creo que después de una serie de películas que hice en las que creo que debería haber cierto reconocimiento, no hubo nada por parte de la academia”, dijo el actor al diario
“Mi felicidad y privilegio es que mi audiencia alrededor del mundo me apoya, así que no necesito a la Academia”, agregó el actor.
Es más, en el 2008, Curtis expuso una colección de 35 cuadros en los almacenes londinenses de Harrods.
Series como
“El cine me sigue gustando, porque es mi vida. Estoy hecho de celuloide”, afirmó Curtis, luego de varios años de estar alejado de las filmaciones.
En su autobiografía fílmica,
En esa dura confesión, Curtis habla de su adicción a la cocina y al sexo, y, como pocos hubiesen imaginado, el actor reconoció sentirse decepcionado pues creyó merecer mejores papeles en su carrera.
“Tengo la impresión de no haber actuado en las películas que merecía. Creo que merecía mejores cosas. Sentía que merecía más de lo que la industria me había dado", dijo Curtis a la agencia AFP, al resentir, sin duda, que le fueron negados papeles que acabaron en manos de los actores Marlon Brando y Paul Newman, sus contemporáneos.