Son nobles, los delfines son una especie noble, a tal punto que se tejen alrededor de ellos cualquier cantidad de fábulas, todas de moralejas positivas. Ahora se trata de la película Winter el delfín (2011), dirigida por Charles Martin Smith, filme que llega con definido carácter familiar, bastante acogedor, por cierto. Antes de seguir, la película se titula Winter el delfín, pero no pensemos que se trata de un delfín macho, sino de una hembra.
En todo caso, es lo menos importante. Lo bueno es que se trata de un largometraje tan noble como el cetáceo piscívoro que habita en los mares templados y tropicales. La trama es singularmente simple y se justifica a partir de una anécdota real: un joven delfín aparece abandonado en una playa y ha perdido su cola por culpa de una trampa tonta para cangrejos. Un niño es quien libera al animal de esa fullería que lo aprisiona, por lo que entre ambos se establece una especial afinidad. El delfín es llevado a un hospital, donde se le bautiza con el nombre de Winter.
Hasta ahí logra llegar el niño para expresarle su cariño. Este hecho será muy importante en la curación del animal y así lo entienden en la clínica. El niño se llama Sawyer (buena y acogedora actuación de Nathan Gamble). La relación entre Winter y Sawyer se llena de energías muy positivas y es el núcleo del argumento. Algunas subtramas se han de mover alrededor del niño: el primo que regresa lisiado de una de las guerras tontas en que se ha metido el ejército de Estados Unidos, la madre que se niega a que Sawyer deje de asistir a la escuela de verano para estar con Winter, el veterinario en estrecha relación familiar con su padre y su hija por salvar al delfín, además del doctor que acepta hacer una prótesis para la cola de Winter.
Parecen muchas historias, pero el filme logra unirlas o imbricarlas entre sí de manera inteligente sin que, en ningún momento, se nos pierda de quien se trata como personaje central: de Winter. Es el mérito narrativo de la cinta. Hay una misteriosa simbiosis entre el delfín hembra y cada uno de los personajes, a la que el relato no le pierde el hilo ni la forma.
Con el mismo cariño familiar que se le da tratamiento a la historia de esta película, así se ven las actuaciones, donde Winter actúa como él mismo (o ella misma).
Ya hablé del jovencito Nathan Gamble; pero con semejante nobleza y talento actúan veteranos como Harry Connick Jr., Ashley Judd, Kris Kristofferson y Morgan Freeman, no importa la cantidad de minutos que tenga cada cual en pantalla. Tampoco debo olvidar la simpatía de Cozi Zuehlsdorff, como Hazel, la amiguita de Sawyer.
Junto a ese elenco con señorío, aparecen la música puntual, la acogedora fotografía, su 3D bastante aceptable y la buena narración. Todo ello logra un filme que –en conjunto– es más gratificante que cada uno de sus elementos por aparte.
De acuerdo, no es una obra maestra, pero sí es una buena película familiar. Winter el delfín evita las estupideces de otras cintas y uno debe recomendarla para que se disfrute en familia y –de igual manera– se aproveche cada una de sus enseñanzas. No se la pierdan.
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