Tron regresó lleno de realismo y acción

Un universo que casi se puede tocar (gracias a los cines 3D e IMAX); la eterna lucha del bien contra el mal; la estética al servicio de la arquitectura, los vestuarios y las máquinas; escenas capaces de lograr que la adrenalina del espectador dilate las pupilas y acelere el ritmo cardiaco, junto con una banda sonora llena de sonidos electrónicos... eso y más es lo que encontrarán todos aquellos que se aventuren a ingresar al mundo de Tron: El Legado.

La espera terminó, y desde hoy los ticos podrán disfrutarla en 34 salas en todo el país, y así ver como el director Joseph Kosinski se gastó los cerca de $170 millones –según imdb.com– que tuvo de presupuesto.

Quienes en 1982 tenían 10 años o más, probablemente saben que Tron: El Legado –estrenada en diciembre en los Estados Unidos– es una secuela del filme original Tron (1982).

De hecho, la historia de esta nueva producción continúa donde la anterior finalizó.

¿Dónde comienza? Tron: El Legado presenta nuevamente a Jeff Bridges (protagonista de la original), en el papel de Kevin Flynn, genio del soft-ware y videojuegos, propietario de su propia empresa Encom. Flynn tienen un fuerte vínculo con Sam (Garrett Hedlund), su hijo de siete años, quien le da inspiración y razones para seguir adelante.

Una primera escena le cuenta a los seguidores del filme original qué fue de él; para los nuevos y posibles futuros fans, les da antecedentes para entender qué está por venir.

Para nadie es un secreto, porque la sinopsis de la producción lo explica, que Flynn padre desaparece en 1989 sin explicación alguna, dejando al heredero de su trono huérfano.

Gracias a la magia del cine, transcurren 20 años en un abrir y cerrar de ojos, y el pequeño Sam se convierte en un joven con sed de velocidad sobre dos ruedas; en un hacker inofensivo, que hace algunas travesuras con la compañía que le pertenece (él es el socio mayoritario de Encom), pero a la que prefiere no acercarse y en un joven solitario, que solo vive con un cachorro bulldog, en una casa construida con contenedores de carga.

El ingreso. La vida de Sam Flynn da un giro a su monotonía, cuando un mensaje lo lleva a un lugar nuevo para él: la puerta que da paso al universo de Tron, un videojuego creado por su padre.

Un lugar desconocido y sombrío da la bienvenida al joven, quien no entiende qué le está pasando, o más importante aún, dónde se encuentra.

Sin mucho espacio para entender qué está ocurriendo a su alrededor, el protagonista es virtualmente raptado por seres desconocidos y llevado a una arena de juegos.

En este lugar, donde es obligado a luchar con una especie de discos luminosos, es cuando se hace valioso todo el conocimiento en videojuegos y conducción temeraria de motocicletas. “¿Qué esperan que haga?”, preguntará Sam; a lo que unas sensuales jovencitas responderán: “Sobrevivir”, y de eso se trata todo en ese universo electrónico.

La maestría para salir de apuros del protagonista, llamará la atención de Quorra (Olivia Wilde), la infaltable coprotagonista femenina y de quien sobra decir que los productores explotan su extraordinaria belleza.

Ella, además de rescatarlo, lo lleva a un encuentro con alguien a quien considera un guía, alguien muy conocido para Sam.

Todo sería sencillo para el protagonista de Tron: El Legado, de no ser por Clu (interpretado por el mismo Bridges), quien le asignará la tarea de salir de ese mundo de procesadores, circuitos, algoritmos y leyes de la computación.

Por esa lucha que Clu incita, los espectadores tendrán una intensa secuencia de escenas de acción, donde se ve que todo el entrenamiento que Hedlund recibió en batalla cuerpo a cuerpo, capoeira y parkour fue bien aprovechado.

Durante el desarrollo de la megaproducción de Disney, de casi 125 minutos, los espectadores se darán cuenta de que Sam y Quorra terminarán siendo más que amigos.

Universo Tron.Tron: el Legado es una película que se desarrolla dentro de un equipo de alta tecnología y se esperaría que el resultado lo refleje, para así complacer a quienes conocen la predecesora, pero, al mismo tiempo, para que lograra conquistar a nuevas generaciones.

Para dar esa pelea, Joseph Kosinski usa elementos del pasado, reinterpretados a su manera. Eso significa que al igual que en la original, una de las luchas más intensas se desarrollan sobre una motocicleta; desde luego no es cualquier moto, es una versión aún más futurista de la original.

Siendo el director de la película arquitecto de formación, no es de extrañar que se le preste mucha atención a esos detalles, los que sobresalen en la ciudad que de manera tirana dirige Clu.

Igualmente importante es el uso del color y la luz en Tron: El Legado. Los colores permiten indentificar a los buenos de los malos. Además, están presentes en casi todos los elementos, desde la ropa o las calles, hasta en las bebidas.

Pero no todo es peleas, motos corriendo a velocidades insospechadas o computadoras; porque también hay espacio para un poco de reflexión, y crítica, a veces planteada de forma directa o de maneras muy sutiles y finas.

Si se sabe leer entre líneas, es posible captar una crítica al monopolio del software en el mundo, una idea a la que se opone el patriarca Flynn.

Pero también están los breves momentos para la humanidad; llama la atención cómo uno de los protagonistas asegura que la perfección es inalcanzable, pero sugiere que lo más cercano a eso está casi al frente de los ojos de cualquiera.

¿Traerá secuela Tron: El Legado?, ¿quién lo sabe? Sus seguidores esperan no tener que descubrirlo en otras tres décadas.