Mientras transcurría el metraje de la exitosa película colombiana El abrazo de la serpiente (2015), no podía menos que pensar en otro referente en apariencia ajeno: el de la novela La vorágine , del también colombiano José Eustasio Rivera, publicada en 1924.
Con sus formidables imágenes en blanco y negro y con su firme decisión de ser buen cine-arte, el director colombiano Ciro Guerra se adentra en esa selva amazónica que se traga a los humanos, los invade de locuras, los hace pagar sus desmanes y donde la fiebre del caucho los esclavizaba. Vorágine.
Es el universo que José Eustasio Rivera nos transmite con su novela. Igual, es parte del enorme “infierno verde” del que también habla el costarricense José Marín Cañas en su novela así titulada sobre la desesperanza.
En la película El abrazo de la serpiente no tenemos una selva turística ni idílica, de ahí la renuncia al color que solo se muestra durante breves e importantes minutos: el color como evasión de la realidad.
Sin tener el color de la pintura indígena de Carlos Jacanamijoy, de la región selvática de Putumayo, la película sí mantiene esa evocación mágica propia de la cultura autóctona en conflicto con la crueldad practicada, en nombre de su fe, por religiosos venidos de España.
El sincretismo cultural es la unidad temática de esta importante película que camina a lomo de dos historias, como dos voces que se entremezclan en una sola, ello gracias a un personaje indígena: Karamakate.
Hay dos surcos y una sola siembra. Son surcos visuales bien hilvanados en el filme con logradas transiciones entre ellos. En esa atmósfera, flota la relación del hombre con la Naturaleza (hombres y plantas, punto original).
Como el mohicano de Fenimore Cooper, primero vemos a un indígena que es el último de su estirpe y su encuentro con un científico enfermo; sin embargo, Karamakate es indígena visto desde su misterio interno: ser un “chullachaqui”, especie de cascarón a la deriva que busca el encuentro ancestral.
Tiempo después, Karamakate, envejecido, recibirá a otro científico, quien busca una planta que enseña a soñar. Este encuentro se unirá de manera umbilical con el anterior y de la mejor manera, mientras las grandes aguas de las lluvias y de los ríos son especie de ordenador (demiurgo) que regirá los acontecimientos.
Hay momento impactantes, diría que coléricos, pero también el filme languidece a ratos con fallidos tiempos muertos por repetirse a sí mismo con sus conceptos. Los planos largos pueden ser tan exquisitos y significantes, casi siempre, como tediosos en otros momentos.
La dirección actoral está bien lograda, sobre todo con quienes encarnan a Karamakate en las dos historias (Antonio Bolívar y Nilbio Torres), mientras la energía fotográfica se apoya bien en música oportuna de distintos rostros.
Con mejor compás desde la sala de montaje habría sido filme perfecto; pero igual, es evidencia de que en América Latina hay muy buen cine. ¡Por supuesto que hay a donde mirar para lograr buenos guiones!
Ficha técnica
Título original: El abrazo de la serpiente
País: Colombia, 2015
Género: Drama
Dirección: Ciro Guerra
Elenco: Antonio Bolívar y Nilbio Torres
Duración: 125 minutos
Cines: Festival Internacional de Cine CR, 2015
Calificación: CUATRO estrellas de cinco posibles