Es increíble. Se necesitaron tres personas para escribir la historia. Luego, hubo cuatro de ellas para escribir el guion. A más personas, más rala la sopa. Increíble, repito, porque con un interesante superhéroe galáctico, miembro del pabellón justiciero más famoso en el mundo de las historietas, es inusitado que tengamos que soportar por casi dos horas una película tan sosa como incoherente.
El filme se titula como su héroe, a saber:
La trama se basa en el cómic que nos trajo al segundo Linterna Verde, Hal Jordan. Si embargo, en pantalla grande, esta vez, tenemos una definición del personaje bastante superficial, abúlica y compendiada. Indefinición, más bien. Esa ausencia de complejidad contagia por igual al actor Ryan Reynolds, quien se limita a poner rostro de niño mimado durante todo el metraje.
El problema no es solo con el personaje de Hal Jordan. Es general, con todos los personajes. Da grima, por ejemplo, asistir a un romance de frialdad tal que ni los pinguinos lo querrían para sí. Hablo del amorío entre Linterna Verde y Carol, donde la actriz Blake Lively es incapaz de convencernos de algo que no sea aceptar su belleza. ¡Qué actriz más seca con su personaje! Es evidente que la dirección de actores le resbala a Martin Campbell.
El guion también falla en la definición de su núcleo argumental. Por ello, la película se atasca en su desarrollo, como cuando los bueyes se frenan y se niegan a llevar la carreta por un lodazal. Cierto, el relato del filme se distrae en exceso con subtramas que adquieren importancia inútil. La narración se dispersa, incluso frente a los efectos especiales tan iguales a sí mismos que aburren.
Por la misma razón es que el planteamiento de situaciones se diluye y el desarrollo de los diálogos se acerca al plano de la estulticia.
No dudo en afirmar que
Por último, como fábula, no es creíble su moraleja sobre la bondad de la raza humana y la superación personal: dicha parábola está resuelta de manera tan esquemática y artificial que uno se cansa de tragarse dicha píldora, en medio de una música que atina poco con su correspondencia ante las imágenes. En fin: se trata de una lección de desprecio al buen cine.