Para esta niña, Costa Rica era un un mundo muy lejano y distinto del que sus padres dejaron atrás. Ellos llegaron a este país en 1946 desde Polonia luego de sobrevivir a la persecución contra los judíos en la II Guerra Mundial.
Todos los relatos son basados en sus vivencias personales como una niña que se enfrentó a la fusión de dos culturas tan diferentes.
“Voy narrando historias de lo que era la vida y las experiencias que teníamos los niños judíos en un país católico. Nuestras vivencias en las escuelas públicas y con todos nuestros amigos y maestros, nos hacían relacionarnos con un mundo muy diferente del de nuestras casas”, explicó la autora.
Ese mundo, sin embargo, aunque misterioso, le resultaba a la pequeña “mágico y fascinante”. Así es que su visión es más bien alegre y esperanzadora.
“Me encantaría que el lector, además de disfrutar, pueda ir conociendo ese mundo, de lo que era Costa Rica en esos años”, afirmó.
Según opinó la escritora Mía Gallegos, si bien las historias detrás de los judíos que sobrevivieron al Holocausto son muy crudas, Faingezicht plantea ese drama de una forma muy sutil, desde ojos infantiles.
“Muy suavemente nos deja entrever la gravedad de los hechos que envuelven a sus familia y a todos los ciudadanos judíos”.
La infancia de la protagonista transcurre en Alajuela y luego en San José. “Al igual que cualquier otro niño de pueblo, Vilma se deleita con el sabor de la caña de azúcar y se enfrenta al miedo a través de los cuentos de aparecidos que pueblan las leyendas de nuestro pueblo”, detalló Gallegos,
En el cuento que abre el libro