En la portada del álbum Wish You Were Here (1975), la banda Pink Floyd presenta la imagen de un encuentro ilusorio entre dos hombres: un apretón de manos los une físicamente, pero el fuego que envuelve a uno de ellos separa sus conciencias. “El hombre que arde está ausente. Tiene miedo, ruega que las llamas no lo consuman”, explica Hipgnosis –el colectivo que realizó la fotografía– en el libro Shine On (1992).
El vacío por la ausencia del otro que se escucha en las canciones de Wish You Were Here resuena en la imagen de los dos hombres. La portada del disco es más que una ilustración: forma parte de la obra.
Desde sus primeros acordes en 1967, Pink Floyd procuró integrar la música con el arte gráfico y alejarse de las portadas tradicionales de los álbumes de rock, que se limitaban a mostrar de manera insípida a los integrantes de la banda.
Pink Floyd no fue el único grupo inquieto por brindar deleites visuales. En el álbum Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band (1967), el conjunto The Beatles compuso 13 canciones que redefinirían al rock y creó una de las portadas más icónicas de la historia de la música.
Otro caso significativo fue el de la banda Velvet Underground y su disco The Velvet Underground & Nico (1967), el cual presentó al público un hoy mítico banano pintado por el estadounidense Andy Warhol.
Rock con cara conservadora. En Costa Rica, la historia ha sido distinta. Las portadas tradicionales con fotografías de las bandas imperaron desde la década de los años 60 hasta la de los 80.
Tal es el caso de Thunder Boys con su disco Los Thunder Boys a Go Go (1966), cuya portada consiste en una foto de los cinco integrantes bañados en una jovialidad parecida a la de los primeros años de la carrera de The Beatles. Imágenes similares se presentan en las fotografías y en los afiches de las agrupaciones Los Rufos y Los Vikingos , pero con un tono un poco más serio.
Solamente en los 90 empezaron a nacer bandas interesadas en conjugar los temas de sus canciones con el arte gráfico. Entre ellas destaca Inconsciente Colectivo por la portada del disco Pastillas antidepresivas, religiones y demás para el alma (1998), la cual presenta un tétrico montaje con muñecas de plástico, iconos cristianos y botellas de medicamentos.
También cabe mencionar a El Parque y su álbum de 1999 titulado Anoche vino el diablo a hablarme de Dios (1999), que muestra una portada con un cuervo posado sobre una estatua y rememora los cuentos de Edgar Allan Poe.
Hoy, el rock nacional arde como nunca, y, con él, sus portadas. Distintas bandas han entretejido el aspecto sonoro con el visual para bridarnos una nueva forma de mirar la música.
Collage psicodélico. “Un cometa rabioso” es el título de una pieza de la banda Hongo Fuu y también funciona para describir su música. Nacida en el 2011, esta banda de rock psicodélico y experimental publicó en agosto pasado su primer disco, titulado The Healing Ritual .
La música del álbum hipnotiza al instante y también lo hace su portada: imágenes de la prehistoria y la modernidad confluyen en este collage que desordena nuestro mundo para darle forma al de Hongo Fuu.
“La imagen es una representación iconográfica de todos los temas de las canciones del disco, los cuales se sintetizan en el concepto de ‘un ritual de sanación’. La música, las letras, la iconografía y el orden de las canciones retratan las etapas de un ritual de sanación. Además, hay algunos elementos que evocan y hacen referencia a la estética de la banda”, explica Félix Arburola, diseñador de la portada, quien además es guitarrista y vocalista del grupo.
Un nacimiento surrealista. La relación de los seres vivos con el ambiente es el tema que da origen a las canciones de Instincts , el nuevo álbum de la banda de metal melódico Sight of Emptiness, que salió a la venta el 2 de diciembre del 2013.
La portada ilustra el acto de nacer: instante en el cual empiezan a desarrollarse los instintos de supervivencia. La imagen nos muestra a un hombre que surge de la tierra para recordarnos que somos hijos de la naturaleza y que nos encontramos con vida gracias a ella.
Esteban Tijerino creó la ilustración por medio de herramientas digitales y se inspiró en el surrealismo de Dalí, y en otros pintores, como Hieronymus Bosch, William Blake y Alex Gross.
“Desde un inicio, la banda me explicó de forma extensa la visión del disco y adonde querían llegar con él. Algo muy beneficioso del proceso creativo fue que la banda tenía muy claro el concepto del disco”, afirma el diseñador.
Armonías de la impotencia. In the Hour of the Wolf es un eco del viaje de la banda The Great Wilderness por las experiencias más oscuras del ser humano.
El álbum, publicado el 15 de noviembre anterior, ofrece una ventana a la melancolía en su portada. La fotografía fue tomada por la artista italiana Claudia Toloni y presenta a una joven con el rostro tapado. “La persona retratada refleja la sensación de impotencia en medio de la nada, donde solo se puede contar con las capacidades propias”, comenta Paola Rogue, guitarrista y cantante de la banda.
“Escogimos esa portada por el carácter evocativo de la imagen. La música de nuestro disco trata de afrontar los miedos de la mejor forma posible, a pesar de las debilidades y las incongruencias de la personalidad que son naturales en el ser humano”, agrega la música.
La banda contactó a Toloni por medio de su página de Flickr y le solicitó el permiso de utilizar las imágenes. “Las fotografías ya estaban tomadas. Ella nos concedió los derechos porque se interesó en la música y en nuestro proceso creativo”, explica Rogue y agrega:
–Las fotografías muestran frialdad, pero también esperanza. Es una dualidad que va en la misma línea de nuestro álbum. Queremos reflejar cómo los puntos más oscuros de la experiencia humana pueden tener luz y crear resiliencia. Su trabajo gráfico es perfecto para este propósito.
En el rock, lo sonoro y lo visual se unen para recordarnos que la música produce imágenes; y las imágenes, melodías.