Algunos teatros brindan funciones unipersonales, pero no por el número de los actores, sino por la cantidad del público. Con frecuencia, esto ocurre cuando, en vez de ofrecer teatro
Algunas veces, los actores permanecen en silencio y mirando al público durante tres horas. Hace mucho tiempo, esto solamente ocurría cuando los histriones habían olvidado sus parlamentos, y todo era mal visto; actualmente, aquello sucede porque no hay parlamentos, y se aplaude bastante.
Como todo ser humano, un actor o una actriz pueden preguntarse por qué cierto colega logra más éxitos si el fracaso es tan fácil, si la mayoría ha sabido encontrarlo con solo buscarse a sí mismo. A veces, el fracaso depende de tener talento sin vocación (una pena para el artista), o vocación sin talento (una tragedia para los demás).
Todos hemos conocido a quien exhibe enormes ansiedades por expulsar de su espíritu las galas de su arte: el poeta-
En esa tesitura (ignoramos qué sea ‘tesitura’, pero aquí suena muy bien), no extrañe que algunos artistas y que ciertas personas comiencen a sentir envidia por quienes obtienen el éxito y por quienes lo merecen, pero a los que ni siquiera les importa el éxito. La gente más incómoda es la que posee sin interés aquello que nos falta y ansiamos.
Según explicó la revista
Al parecer, ese deseo es innato; o sea, propio de la naturaleza humana, que sí existe y es ahistórica y presocial. El deseo mimético reside en las neuronas-espejo (por las que “sentimos” lo que otros sienten) en combinación con la zonas cerebrales del sistema de recompensa o satisfacción.
En realidad, la verdadera envidia llega después: no es propia de un infante; pero la envidia puede ser el apodo indecente del sentido de la justicia que nos sugiere que nos falta poseer bienes morales y materiales que deseamos y que tal vez merezcamos. Dos niños y un juguete: gracias a un leve instante puede hacerse un poco de filosofía.