Antes de ser la estrategia de toda oposición, el catastrofismo fue una teoría equivocada de la ciencia. Por supuesto, hay diferencias entre el catastrofismo geológico y el catastrofismo político. El catastrofismo geológico presupone que la vida se extingue después de algunos millones de años de caminar sobre la Tierra; en cambio, el catastrofismo político supone que las catástrofes llegan cada cuatro o cinco años, según sea la Constitución.
Para la oposición, el Gobierno es esa gente que tiene buena suerte y malas ideas; o sea, esa gente que no pretende equivocarse, sino que pretende gobernar.
El problema con la oposición es que, si el Gobierno le hiciera caso, la oposición sería Gobierno; por tanto, la mejor forma de eliminar a la oposición es hacer lo que ella dice. Al hacerlo, el Gobierno se pasaría a la oposición, y el ciudadano ya no sabría a quién echarle las culpas y sufriría una crisis de identidad que despoblaría el país pues todos saldrían en busca de sí mismos.
Ante esa perspectiva, es mejor volver al catastrofismo geológico, que no se mete en política.
Según el libro del Génesis, la última catástrofe en regla fue el diluvio universal, pero mucha agua ha llovido desde entonces.
A comienzos del siglo XIX, en Europa, la curiosidad por los fósiles cobró vida, y se hallaban trilobites (de mar) en lo alto de las montañas, como si los habitantes de los mares hubiesen salido a ver qué había más arriba y, a las seis de la tarde, los hubiera sorprendido la noche de los tiempos.
Cuando la gente ignora una causa, inventa una hipótesis con el ruego de que la realidad se le parezca, aunque la realidad a veces sale algo esquiva, como ese hijo que termina bailando flamenco cuando debió ser abogado y se interesa más por los tablaos que por las tablas de la ley.
A fines del siglo XVIII, el zoólogo francés Georges Cuvier (1769-1832) intentó explicar por qué había estratos con fósiles: los supuso restos de animales que habían existido hacía mucho tiempo. Cuvier pensó: han muerto en una extinción general, para luego ser reemplazados por otros, llegados de alguna parte, o creados ex nihilo (desde la nada).
Cuvier no se animó a postular sucesivas creaciones divinas y quedó atrapado entre su fe de protestante y sus tentaciones científicas, como si lo emparedasen la oposición y el Gobierno.
Otros científicos comprobaron que ha habido cinco extinciones masivas, pero nunca totales. La que ocurrió hace 65 millones de años libró a la Tierra de quienes nunca nos hubieran permitido: los dinosaurios (Jordi Agustí: El ajedrez de la vida, cap. III).
El tiempo cree ser el asesino perfecto porque no deja testigos, pero los fósiles prueban que los muertos sí hablan.
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