La primera novela de Warren Ulloa,
La historia está narrada por Bernal en una voz pocas veces usada en la literatura costarricense. Bernal habla un vernáculo pachuco fluido que en complejidad y estridencia es el opuesto de su rudimentario, blando y a veces deficiente español estándar.
Con estas herramientas se dedica a denunciar y criticar básicamente todo lo que lo rodea: sus padres, su país, a las personas que conoce y a las que no conoce, siempre convenientemente ciego a sus propias deficiencias.
Más allá de las drogas, el alcohol y el sexo casual, que abundan en la novela, los vicios que aquí se catalogan son los de la falta de carácter, la inmadurez egoísta y ensimismada que alternativamente enternece, exaspera u ofende al lector. Cercados por nociones deformes sobre la lealtad, la compasión, la responsabilidad, entre muchas otras, y versados en generalizaciones y prejuicios tan absurdos como comunes, Bernal y Mabe carecen de herramientas para dimensionar sus actos o los de los demás, y por lo tanto no tienen límites cuando de lo que se trata es de buscar la satisfacción personal.
Es a esa falta de un marco de referencia a la que hace alusión Mabe cuando declara que “la vida es chingue”, para luego explicar que el nombre de su poemario,
Estas revelaciones explican a Mabe; con Bernal, en cambio, los motivos de sus deficiencias éticas solo se pueden adivinar. Lo que les escandaliza de sus mayores, en ellos parece paradójica y convenientemente permisible.
Ulloa ha logrado, en este retrato del nihilismo adolescente costarricense, un ritmo narrativo fluido, dosificando las revelaciones para que la lectura resulte interesante y eventualmente conmovedora. Ciertamente, lo nuevo aquí no es la compilación de giros coloquiales, iniciada por Aquileo Echeverría y aplicada luego magistralmente a lo urbano por Alfonso Chase y Rodolfo Arias.
Lo nuevo es esta leyenda admonitoria que, evitando todo tipo de prédica o moralina, narra cómo las ideas absurdas, la hipocresía y la ceguera autoinducida del egocentrismo juvenil pueden llevar a las consecuencias más nefastas.