No existe un año más provocador y revolucionario en la historia del cine que 1968. Este suele ser recordado por eventos políticos que se suscitaron en todo el mundo. El séptimo arte gestó entonces su propia revolución; nuevos géneros cinematográficos vieron la luz junto a películas de gran preocupación social y política.
Contexto. En la década del 1960, el planeta se encontraba en plena guerra fría, con crisis políticas en todo el mundo. El clímax de estas crisis se daría en 1968 con tres eventos: las protestas de mayo en París, la masacre en la plaza de Tlatelolco en México, y la represión de la Primavera de Praga por parte de la Unión Soviética.
A estos conflictos se les sumaron la cultura pop, el consumo público de drogas y la revolución sexual. Se tuvo así un caldo de cultivo de artistas y voces en todo el mundo que buscaban romper con lo establecido, el establishment. El cine no fue la excepción.
La Nouvelle Vague (Nueva Ola francesa) fue una de las primeras corrientes que se dio a la tarea de “deconstruir” el lenguaje tradicional hollywoodense. El director Jean-Luc Godard fue el referente por antonomasia de este grupo pues dio vida a personajes preocupados por su contexto, con referencias directas al marxismo y al existencialismo.
Otros directores se dieron también a la búsqueda de nuevas formas de contar historias en celuloide, como Pier Paolo Pasolini y Federico Fellini en Italia; Luis Buñuel y Carlos Saura en España, y Glauber Rocha en el Brasil, entre otros.
América. El cine había entrado en un período de transición en los Estados Unidos con la llegada de la televisión pues esta acabó con el reinado de los grandes estudios. Eso significó el agotamiento de muchos géneros clásicos (como el de gangsters y el western). Llegaron también a su fin las megaproducciones, épicas, como Ben-Hur y Cleopatra, pues ya no eran rentables; pero otros géneros vieron su renacer en esta misma década.
Precisamente en 1968, el director Stanley Kubrick lanzó uno de sus más grandes proyectos: 2001: Odisea al espacio. Esta adaptación de una novela de Arthur C. Clarke marcaría el renacimiento de la ciencia-ficción en el cine.
Kubrick llevó a la pantalla una detallada puesta en escena con naves hiperrealistas, efectos especiales revolucionarios, y una rigurosidad científica en todas las descripciones y los diálogos. Sin esta película jamás habría podido pensarse en La guerra de las galaxias, filme que popularizó al género espacial y trajo de regreso las megaproducciones.
Odisea al espacio se recuerda además por ser una obra filosófica, que plantea interrogantes, como la relación del hombre y las máquinas, la existencia de vida inteligente en otros planetas y la reencarnación del ser humano. Por todo esto le están en deuda películas posteriores, como Alien, Blade Runner y Terminator.
En el género de terror, El bebé de Rosemary revivió el tema de lo oculto, la magia negra y el satanismo, temas considerados tabúes por la sociedad estadounidense de la época. Esta cinta sería uno de los primeros éxitos del director Roman Polanski e influiría en otros directores de terror y suspenso, como Dario Argento y Wes Craven, y en artistas musicales, como Marilyn Manson y Rob Zombie.
Asimismo, La noche de los muertos vivientes dio una nueva cara al género de terror, especialmente con la aparición del “zombi”, criatura “come-humanos” que vuelve a la vida de entre los muertos y que salió de la mente de George A. Romero como una forma de criticar a la sociedad norteamericana de su época.
El “zombi” representa al hombre alienado de la sociedad; se vuelve parte de una masa amorfa, no pensante, sin rumbo, pero con un hambre insaciable. Hoy en día, el “zombi” está más vivo que nunca en el imaginario cinéfilo y ha servido de crítica a las guerras modernas, al consumo masivo y a la cultura corporativa mundial, que desea enriquecerse a cualquier costo.
Érase una vez en el Oeste fue otro de los filmes paradigmáticos de 1968. Su director, Sergio Leone , es reconocido por cultivar el western en Italia ( Spaghetti Western ) con la llamada “Trilogía del Dólar”.
Directores como Quentin Tarantino y Martin Scorsese han mencionado la importancia que tuvo Érase una vez en el Oeste en sus carreras debido al tratamiento novedoso de la violencia y a la construcción de personajes. Algunos lo consideran uno de los mejores westerns jamás hechos.
En nuestra región, 1968 fue trascendental pues vio la luz el filme cubano Memorias del subdesarrollo , de Tomás Gutiérrez Alea , considerada por muchos como la película más importante e influyente de todo el cine latinoamericano. La forma en que la cinta expone las contradicciones de la burguesía y el impacto de la revolución cubana en ese país (a modo de monólogo) hizo de esta película un reflejo del espíritu convulso en todo el continente.
El chileno Alejandro Jodorowsky dio uno de sus primeros pasos en el cine en ese mismo año con Fando y Lis , un filme muy polémico que incluso fue abucheado en su estreno en México. Sin embargo, esta sería la constante en los posteriores trabajos del destacado director, al que algunos califican de inmoral mientras que otros lo ven como transgresor y visionario.
Europa. 1968 también fue un año insoslayable en la carrera de otros directores europeos. Werner Herzog se dio a conocer entonces con Signos de vida , su primer largometraje , que narra la crisis existencial de un soldado durante su estada en una isla griega durante la Segunda Guerra Mundial. Este filme marcaría el sello inconfundible del director alemán por ahondar en las tribulaciones de la naturaleza humana (la soledad, la locura) y sería el preludio de su obra más aclamada: Aguirre , la ira de Dios .
Por el contrario, para el director sueco Ingmar Bergman, 1968 marcó el final de una de sus etapas más místicas y personales con el filme La hora del lobo. El filme es de carácter surrealista (algunos la consideran una película de terror) y está lleno de complejos simbolismos y metáforas. Es una declaración filosófica sobre la crisis del artista en la contemporaneidad, que en buena manera refleja el proceso interno por el que Bergman pasaba.
Por último, cabe recordar El color de la granada, la obra maestra del director Sergéi Parajánov , una exultante película de gran belleza visual que muchos consideran uno de los grandes triunfos del séptimo arte. Sin embargo, esa obra fue censurada en la Unión Soviética durante muchos años (el director fue perseguido y encarcelado varias veces) debido al contenido nacionalista y religioso –una apología del poeta armenio Sayat Nova–, valores opuestos a los del régimen totalitario. Aún así, la cinta resistió estos embates y es vista por muchos como un homenaje a la libertad artística y espiritual.
Así, 1968 se ha convertido en un año sin parangón en la historia del cine por ser el umbral del cine moderno y por ser una antología sobre una de las décadas más convulsas del siglo XX. Muchos de estos filmes siguen trascendiendo, 45 años después, por su profundo valor artístico y su innovación narrativa.
El autor es estudiante de producción audiovisual de la Universidad de Costa Rica.