Es, sin duda, el peso de los símbolos el pretexto de esta historia: también la tardanza, cuando no la desidia, de tantos y tantos políticos cuya única solución fue y es cortoplacista y absurda: limpiar fachadas y dejarlo todo bonito para la cámara del turista... aunque por dentro, las estructuras de Venecia se desmoronen, víctimas de una ausencia de planes reales de rehabilitación más allá del empeño esteticista. Las fachadas de los tesoros venecianos, el alacio Ducal, la plaza de San Marcos, la Biblioteca Marciana, el Museo Correr, el Ala Napoleónica, la Procuraduría Nueva y la Procuraduría Antigua están a punto de entrar en la unidad de cuidados intensivos, y esta vez no son los devastadores efectos de la subida de las mareas lo que propicia el desastre.
El problema es que, durante medio siglo, Venecia ha sido dejada de la mano. Ni un mal proyecto de reforma en profundidad, tan solo parches limpios y bonitos, inútiles. Y lo peor es que, cualquier día, al problema patrimonial habrá que sumarle otro sanitario: el mal estado de conservación constituye un peligro para 20 millones de viajeros que al año invaden la urbe.
La campanada de alerta viene de Renata Codello, directora de los Bienes Arquitectónicos y Paisajísticos de Venecia. “La zona no presenta un estado de conservación bueno, en algunos puntos hay graves fisuras. No se corre un riesgo inmediato, pero algunas partes están en crisis”, dice.
El problema es “serio”, dice de entrada la arquitecta Codello. Venecia es como un paciente con una enfermedad crónica, que en decenios no visitó al médico. “Desde la primera década del siglo pasado hasta fines de los ochenta, no hubo ningún mantenimiento”, dice.
Son famosos los cambios del pavimento de la plaza, edificada en el siglo IX. En 1793 fueron cambiados los ladrillos originales por unas piedras volcánicas. Al ser el punto más bajo de la ciudad, la ocasión sirvió para elevarla un metro el suelo.
Un siglo más tarde, en 1890, otro cambio del desgastado pavimento. Sin embargo, no fue hasta 1989 cuando arrancó la primera “intervención sustancial del complejo arquitectónico”, asevera Codello.
La Biblioteca Marciana es la primera pieza del rompecabezas, “que por las noches no me deja dormir tranquila”, confiesa. Se llevó a cabo en el edificio un intensivo proceso de restauración y se instaló un sofisticado sistema antiincendios, con el cual no contaba. En este sector las obras finalizaron en 2003.
Hasta la fecha han sido restauradas 4.000 metros cuadrados de las fachadas de la gran plaza veneciana. Quedan tareas pendientes.
La fachada de las procuradurías nuevas, en la orilla del Gran Canal, requiere una rehabilitación completa. “En cuanto a la parte central de la fachada del Museo Correr, la situación es alarmante pues presenta fisuras amplias. De ahí se han desprendido piedras”, continúa.
El desprendimiento de la famosa piedra del palacio Ducal, antigua residencia de los gobernantes, fue la gota que derramó el vaso.
Sucedió en el otoño de 2007, justo cuando habían concluido con la restauración de la fachada gótica, diagonal a la columna que sostiene el león alado. El accidente sirvió para realizar una radiografía que dictaminó el mal estado del patrimonio arquitectónico.
Allí comenzó la carrera contra el tiempo para salvar el puente de los Suspiros, simplemente el lugar más fotografiado de Venecia. Construido en el siglo XVIII para conectar las prisiones nuevas con el palacio Ducal. Se espera que para finales del 2011 concluya la restauración, indica el arquitecto Alberto Torsello. “El paciente sigue enfermo, pero el mal no avanza”.
¿Por qué caen pedazos de un edificio recién restaurado? “La pieza del accidente se encontraba en un ángulo donde, probablemente, se formó un microclima particular con infiltraciones de agua. Estas, con el pasar del tiempo, hicieron caer la piedra”. La explicación es de Elissabeta Zendri, química de la Universidad Ca Foscari, Venecia.
Zendri comenta un fenómeno que ha llevado a la espectacular caída de las 160 piedras del puente de los Suspiros. “La piedra de Istria es muy particular y muy resistente. Por ello fue utilizada durante siglos, pero tiene un problema: en el interior sedimenta arcilla. La arcilla tiende a dilatarse, para luego regresar a la dimensión original, aunque absorbe agua. Cuando esta acción se repite, es peligroso porque no se puede saber cuándo ocurrirá el desprendimiento”.
La conservación requiere dinero y este brilla por su ausencia. La receta será la misma de años atrás: una empresa paga entre 10.000 y 40.000 euros al mes por un anuncio en la plaza de San Marcos. En enero, los cartelones aparecieron en blanco. “La publicidad se mueve con las leyes de mercado”, dijo Codello.