Francisco Amighetti recordó oportunamente el proverbio latino Nulla dies sine linea –“Ningún día sin una línea”– para referirse al valor del dibujo en su vida artística en uno de los diálogos que sostuvo con el escritor y filósofo Rafael Ángel Herra, recogido por este último en el libro El desorden del espíritu. Conversaciones con Amighetti (1987).
La fuente de esta frase se remonta al pensador romano Plinio el Viejo, quien se la adjudicó al célebre pintor griego Apeles en su Naturalis historia del siglo I a. C. Tal fue la fama de Apeles por su aparente y fructífera obsesión por el trabajo creativo, que no solo artistas, sino escritores romanos, medievales, y renacentistas –y también algunos modernos y contemporáneos– continuaron enunciando la máxima para referirse a la impetuosa entrega al arte en el que se habían sumergido o deseaban sumergirse.
Si bien el dibujo es la base de la tradición clásica desde el Renacimiento, también tuvo su importancia en el arte vanguardista del siglo XX, dentro del cual debemos situar a Amighetti, artista y erudito autodidacta.
Junto con ello, hay que mencionar otra de sus grandes influencias: el arte japonés del siglo XIX, especialmente la obra de Hokusai, quien se autodenominaba “loco por el dibujo”, y a quien el costarricense evocó asimismo al afirmar: “La locura por el dibujo es la locura crónica que siempre me ha poseído”.
Línea y contorno. Amighetti es reconocido en nuestro país –y fuera de él– principalmente como grabador y como escritor. Ciertamente, en el ámbito de las artes visuales, muchas de sus mejores obras son grabados en madera, y también ha sobresalido por algunas de sus pinturas.
Sin embargo, hemos de reconocer de igual manera el valor de su dibujo, especialmente cuando, a todas luces, este constituye el fundamento de toda su producción visual.
Desde el inicio de su carrera podemos encontrar la pasión por la línea en sus caricaturas o “retratos cargados”, en los personajes geometrizados por influencia de Picasso, o en los dibujos en los que recurre a soluciones compositivas japonesas.
Varios de esos primeros dibujos de finales de los años 20 –algunos de gran valor estético– fueron ejecutados con el objetivo de ser publicados o exhibidos como productos finales, y afortunadamente un buen número se conserva en colecciones nacionales públicas y particulares.
Otra parte de los dibujos que se han conservado, especialmente de los años 30 y 40, son bocetos o “apuntes” que nos permiten conocer más a fondo la manera en la que el artista procedía en las fases iniciales de sus trabajos.
Esos dibujos preparativos evidencian cómo la línea y el contorno son el punto de partida de las obras de Amighetti, sean estas acuarelas, óleos, frescos o xilografías.
Cada producto de esos medios y técnicas es excepcional en su carácter: es imposible hallar los mismos resultados plásticos en una acuarela sobre papel, en un óleo sobre tela o en una impresión xilográfica; y, sin embargo, al intentar reconstruir su proceso de creación, siempre encontramos un dibujo plano y esquemático en la génesis.
Colección clave. Una de las colecciones clave para conocer el papel de la línea en las primeras décadas de actividad artística de Francisco Amighetti es el conjunto de 56 dibujos sobre papel adquirido recientemente por el Museo+UCR y la Rectoría de dicha institución.
Nos referimos a creaciones de entre los años 1928 y 1956. La mayoría son bocetos, y un poco más de la mitad corresponde al año 1932. Este subconjunto data del periodo en el que el artista se estableció en la ciudad de Arequipa, en el Perú, tras haber visitado otros países suramericanos y luego de haber vivido casi un año en Buenos Aires, Argentina.
Algunos de estos bocetos hechos in situ fueron el punto de partida para posteriores dibujos a tinta coloreados con acuarela –de ahí la presencia de “apuntes” de color al lado de los bosquejos a lápiz– y para varios de los grabados que ilustran el libro de Amighetti titulado Francisco y los caminos (1963).
Retratos de América. Los artículos y las reproducciones de obras de arte de la revista argentina Martín Fierro, publicación dedicada especialmente a la divulgación de obras literarias y plásticas vanguardistas, fueron el principal estímulo para que Amighetti decidiera viajar a Suramérica a finales de 1931.
En Costa Rica, Francisco Amighetti se había convertido en 1928 en colaborador de la revista Repertorio Americano, dirigida y editada por Joaquín García Monge. Esta publicación tenía varios aspectos en común con Martín Fierro , como la tendencia americanista.
Por tanto, el interés de Amighetti por los paisajes autóctonos y, sobre todo, por la vida urbana y rural americana tiene raíces temáticas en la intelectualidad costarricense, así como en una vertiente más amplia del pensamiento latinoamericano.
Ese interés por lo autóctono lo compartieron todos los artistas costarricenses que se suelen asociar a la denominada Generación Nacionalista o Generación de los años 30.
En el caso de Amighetti, aquel viaje al sur de América parece haber sido fundamental tanto para las obras relacionadas con el viaje como para sus ulteriores retratos de la vida costarricense y centroamericana. Los otros dibujos de la colección representan precisamente escenas cotidianas salvadoreñas, guatemaltecas y costarricenses, e incluso mexicanas de los años 30 y 40.
La siguiente cita de un texto inédito de Amighetti escrito en los años 80, nos confirma los efectos de sus primeros viajes en su obra posterior:
“El color uniforme de la tierra o el cielo en los altiplanos desérticos simplificó mi visión de la naturaleza y me obligué a concentrarme en la figura humana […]. Dibujaba seducido por la vida de los indios que transcurría en los caminos, en los mercados y en las plazas […]. Las ausencias de mi patria durante estos viajes, me llevaron a descubrir mi país con ojos nuevos, no solo miré con mayor intensidad lo que ya conocía, sino que me di cuenta de la fugacidad y del colorido de la vida campesina”.
Primer y último amor. La abundante producción plástica de Francisco Amighetti es por sí misma evidencia de que, desde que concibió sus primeros dibujos en los años 20, no hubo un solo día en el que –como el griego Apeles o como el japonés Hokusai– no bosquejara un dibujo, tallase un surco o plasmara un trazo o una pincelada sobre sus papeles, sus telas y sus maderas. Esta nueva colección de dibujos de la UCR contribuye a que nos percatemos de ello.
No obstante, sobre todo, aquel conjunto de obras nos ayuda a conocer más acerca de la importancia del dibujo en su obra. En Francisco Amighetti, la línea es el áncora de sus creaciones más íntimas y de sus más espectaculares pirotecnias xilográficas; en palabras del artista: “El dibujo fue mi primer amor y es el último”.
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Clásico sin parangón
La colección de dibujos del maestro Francisco Amighetti, adquirida por la Universidad de Costa Rica, es una muestra de gran valor histórico porque representa el proceso creativo del artista con ejemplos de dibujos que van desde 1928, cuando el artista alcazaba sus veintiún años y coqueteaba con el cubismo, pasando por la etapa nacionalista de su pintura y por sus viajes por América Latina, hasta 1952, cuando se desempeñaba como académico en la Universidad de Costa Rica. Para nuestros historiadores, esta es una fuente de información e interpretación invaluables,
Como lo define el historiador Carlos Guillermo Montero en sus clases de historia del arte costarricense, el dibujo de Amighetti es en sí un punto culminante en el arte costarricense del siglo XX.
Su nivel de síntesis y preciosismo permite definirlo como de un ‘clasicismo’ sin parangón en el desarrollo de la plástica nacional.
Con la adquisición de esta colección, el rector Henning Jensen Pennington y el Museo+UCR rescatan un cuerpo de obra de gran valor estético que, por su fragilidad, corría el peligro de perderse para siempre, o bien, de ser separado para dispersarse y diluirse en el tiempo.
Alberto Murillo Herrera. Grabador y vicedecano de la Facultad de Bellas Artes de la UCR.