Justo al momento de terminar el noticiario, Howard Beale, presentador y periodista, le anuncia a su audiencia que se suicidará al aire una semana después. La razón: será despedido debido a bajos ratings , sin importar los muchos años de trabajo en esa cadena de televisión.
La película Network (1976) muestra una verdad implacable: los medios de comunicación tienen una condición casi omnipresente en el mundo y en la experiencia de cada persona, desde lo más profundo, no escapa a estos demiurgos.
Hace 50 años, Umberto Eco cambió la forma de entender la realidad mediática con la publicación del libro Apocalípticos e integrados . Desde antes de ser un afamado novelista, este estudioso italiano se dedicaba a la semiótica, disciplina que estudia la creación del sentido y significado en la sociedad.
Eco propuso un estudio libre de prejuicios y de fetiches, se interesaba tanto por los cómics de Charlie Brown como por el papel del arte en la época contemporánea. Evidenció la amplitud y complejidad de los medios: intentar entenderlos es “como trazar la teoría del próximo jueves”.
Posteriormente, sus análisis quedarían plasmados en libros, ahora clásicos del campo, y en su última novela, Número cero (2015), en la cual narra la historia de un periódico falso ideado por un magnate para provocar miedo y defender sus intereses.
Su muerte acontece en una época marcada por el advenimiento de nuevas formas de comunicación, como las redes sociales. Su obra no se convierte en una profecía, sino, más bien, en un tarot cuyas cartas piden mirar más de cerca el presente.
¿Apocalipsis o paraíso? Durante la década de 1960, en un momento de frenesí, ocasionado por la rápida expansión de las comunicaciones, Eco quiso comprender todo el fenómeno que se estaba viviendo, sin dejar nada de lado. Para esto, se quiso alejar de dos bandos que habían creado una cortina de humo en torno a los medios.
Los apocalípticos son aquellos pensadores que consideran a los medios nocivos. Bajo esta perspectiva, las personas se ‘estupidizan’ al sintonizar un programa de televisión, o al acudir a ver su película favorita al cine.
Sin embargo, los autores que fustigan en contra de los medios de comunicación olvidan que ellos mismos los utilizan para lanzar sus gritos de alarma; pasan por alto que sus libros son vendidos en los anaqueles de tiendas, al lado de cualquier best-seller. El odio de los apocalípticos es casi fanático: olvidan que un mensaje tiene muchas lecturas, que su recepción no puede generalizarse.
Por otro lado, la explosión mediática puede ser percibida como una oportunidad. Para los integrados, esta situación permite crear una nueva sensibilidad; las personas estarían conectadas, unas con otras por medio de los medios, los cuales son vistos como salvadores.
Los integrados no toman en cuenta todas las aristas de la situación en la que viven. En las proclamas de un nuevo orden, se encierran en predicciones de un futuro de ‘ciencia ficción’ y no piensan en las problemáticas presentes. Su consigna parece convertirlos en salvajes que aceptan, alucinados, un nuevo mundo feliz.
Un rumbo distinto
Eco sostuvo que el ser humano vive una nueva etapa, una situación antropológica distinta. Por esto, hablar de los medios de forma moral –buenos o malos– es inútil, ya que deja de lado muchas preguntas y respuestas.
No por nada, el crítico italiano Pietro Citati, al escribir sobre el trabajo de Eco, detallaba que “todas las cosas son igualmente dignas de consideración; Platón y Elvis Presley pertenecen de igual modo a la historia”.
Cada época tiene mitologías. En la actualidad, estas se inmiscuyen en la vida cotidiana mediante los medios de comunicación, y tienen mayor injerencia de la que a veces imaginamos.
Por ejemplo, Eco analizó a Superman y lo consideró un mito contemporáneo, en el que se percibía toda una lucha ideológica típica de la Guerra Fría. El superhéroe vence a villanos que suelen atentar contra la propiedad privada, ya sea con robos o asaltos. Así, el personaje defiende un statu quo ; es decir, nunca se va a oponer a la Policía o va a apoyar una revolución política.
El método de Eco consistía en estudiar a fondo los contenidos de los medios, entender su contexto y contemplar que siempre hay un proceso complejo de interpretación. Por esto, abogaba por un procedimiento de “operación cultural”. Es necesario educar a las audiencias, retándolas, exponiéndolas a productos que no suelen disfrutar. De lo contrario, los contenidos ‘basura’ seguirán multiplicándose como un virus y una cultura de la falacia, en la cual unos reprochan a otros sus gustos, seguirá existiendo.
No es necesario caer en esnobismos ni en idealismos: se puede disfrutar tanto de un reality show como del Ulises de James Joyce.
Una nueva Eco-logía.
La era digital, con Facebook y Twitter como estandartes, exige recordar el aporte de Eco al análisis de los medios; aunque, curiosamente, en sus últimos años, el pensador italiano no manifestó mucho aprecio por las nuevas tecnologías.
En Internet pululan muchas ideologías; exhibe distintas estéticas, representa simbólicamente identidades diversas. En la situación actual, las grandes audiencias ‘masivas’ han pasado a ser comunidades de usuarios.
Y el patrón sigue repitiéndose: muchos vociferan una ‘balcanización’ en la que las personas se cierran a un solo tipo de contenido, mientras que otros alaban la capacidad democrática de la web, promovida por la cantidad de información que hace posible.
No obstante, es importante notar que han surgido dos nuevos personajes diferentes a los apocalípticos y a los integrados. Los conectados serían aquellas personas que nadan intempestivamente por la web, que se dejan arrastrar sin ninguna consciencia de lo que sucede, responden a estímulos y no muestran un comportamiento estable; se acostumbraron a las polémicas de las redes sociales sin entenderlas.
Por otra parte, existen muchos desconectados que no tienen forma de entrar a Internet. De nada sirve hablar de infiernos o paraísos mediáticos, si todavía muchos habitantes del planeta no conocen qué es una computadora.
En un contexto de constante innovación, estudiar a los medios es una hazaña. Eco buscó comprender la comunicación por lo que era, y nos dejó pistas para continuar con la faena. Su enseñanza: las mitologías, ya sean antiguas o contemporáneas, son espejos en los que nos reflejamos continuamente.
Entender a los medios implica cuestionarlos e intentar dibujar la ruta que van a seguir. Tenemos que ser espectadores, usuarios activos, como un detective que sospecha de todo lo que ve y usa la razón para resolver el acertijo de la realidad.
Al final, su legado se puede recordar con un fragmento de El nombre de la rosa (1980): “quizás la tarea del que ama a los hombres consista en lograr que estos se rían de la verdad, lograr que la verdad ría, porque la única verdad consiste en aprender a liberarnos de la insana pasión por la verdad”.
El autor es comunicador e investigador social.