Sus novelas son una montaña rusa, provoca con un humor oscuro y hace que el lector se sacuda con el suspenso dentro de un juego perverso. Ese es Santiago Roncagliolo, conocido escritor y periodista que en marzo publicó La noche de los alfileres .
Su más reciente libro es un relato que combina memoria, violencia, despertar sexual y personajes que son llevados al límite, según detalló en una entrevista telefónica desde Managua.
Este peruano de 41 años acudió al llamado del escritor Sergio Ramírez para participar en el encuentro literario Centroamérica cuenta , que se desarrolló en Nicaragua del 23 al 28 de mayo.
LEA MÁS: La Centroamérica literaria celebra su mayor encuentro en Nicaragua
Con su humor y claridad, nos ayudó a explorar su nueva novela, sus obsesiones y sus cambios.
–¿Qué destaca dentro del amplio panorama de la literatura latinoamericana?
–Me interesan especialmente los narradores del miedo que empiezan a aparecer, hay una especie de gótico latinoamericano; sobre todo, las narradoras como Mariana Enríquez, Samanta Schweblin, Guadalupe Nettel…. Me siento muy identificado con el tema de explorar los miedos de las personas; lo gótico, lo siniestro como una manera de acercarse a los temas de siempre de la literatura: las emociones humanas, los momentos históricos de nuestros países. Es una manera que recuperar el género del horror y del thriller como una manera de mirar lo que somos los seres humanos.
–Dio el taller del miedo, tema que recorre muchos géneros literarios y novelas en América Latina. ¿A qué se debe que el miedo siga siendo una forma válida de contar desde nuestra literatura?
–Vivimos en tiempo de pánico. En América Latina sigue siendo bastante posible y cotidiano que salgas a la calle, te caiga un balazo y te mueras. Además, vivimos tiempos de muchos cambios y los cambios siempre dan miedo. El miedo es lo que surge cuando nos acercamos a lo desconocido. Son tiempos muy acelerados; por eso, el tema ha entrada en la literatura con tanta fuerza.
–¿Cómo no tenerle miedo al miedo?
–Escribimos libros para que otras personas separadas en el tiempo y el espacio, quizá rusos dentro de cuatro siglos, vuelvan a sentir las cosas que sentimos y encuentren en esas emociones las suyas. Escribir es siempre un acto de comunicación.
–Dijo en una entrevista que pretende que todas las emociones estén en sus libros y que, además, sus obras sean una montaña rusa que atrapen al lector...
–El miedo es una de las primitivas, de las básicas; por lo tanto, me interesa para que la lectura sea intensa. Para que funcione, también hay que jugar con los matices y los contrastes, con el humor, con la ternura, la inocencia, el deseo…
”Un tema que me interesa es el mal; sin embargo, busco la ternura en los monstruos. Mis personajes suelen ser personas muy normales enfrentadas con situaciones extremas, que ponen a prueba los límites de su humanidad; por eso, son muy inocentes en algunos sentidos . Mis personajes hacen cosas terribles, pero las hacen por ternura, por amor o, incluso, por su propia inocencia ”.
–¿Cuánto escarbó en la oscuridad para La noche de los alfileres ?
–Estos personajes parten de miedos muy básicos, que todos hemos tenido. Ellos no encajan; son chicos raros del colegio, son nerds , en un mundo hostil para los chicos diferentes, para los afeminados, para los sensibles, para los extraños en general. No quieren ser las víctimas, están hartos de ser maltratados y deciden tomar el control, deciden tener una noche de poder. Lo que pasa es que la violencia es un juguete rabioso y traicionero; una vez que empiezan a usarla se les va de las manos. Mi interés es explorar hasta dónde llegaría yo o el lector. La literatura es una especie de laboratorio de las emociones humanas: ponemos a unas personas allí y experimentamos hasta ver adónde llegan. Esto en la realidad es ilegal, solo puedes hacerlo en los libros.
–Decía en una entrevista que ha sido bastante pudoroso usando su vida como material para su literatura, pero en este libro sí se nutre bastante de su adolescencia. ¿Cómo lo marcó la violencia cotidiana y la que se vivía en el ambiente en el Perú de entonces?
–Crecí en un país muy violento, donde las bombas eran normales, los apagones eran frecuentes; podías encontrar un cadáver por la calle, había redadas. Era un país en guerra, pero, en realidad, lo que pensábamos era en perder la virginidad, que es lo que piensa cualquier adolescente; no estás pensando análisis político a los 15 años. Sin embargo, toda esta violencia se filtraba y nos filtraba, hacía que fuésemos más violentos porque era normal. Ser salvaje parecía lo que se esperaba de nosotros. Luego, toda esa violencia se canalizaba a través del sexo. No conocíamos a muchas chicas; no podías ir a muchas fiestas porque había toque de queda, no podías ir a un barrio muy lejano porque podía haber un apagón y quizá no volvías o podía haber una redada. Las mujeres eran una especie exótica en nuestro mundo y, sin embargo, estabas llegando a la edad en la que empiezas a sentir deseos, así que actuábamos como fieras enjauladas. Ostentábamos una sexualidad que no teníamos y la usábamos para tener un lugar en la manada: el que más hablase de sexo era el más poderoso, era el más popular, aunque nadie supiese de qué estaba hablando.
–Como persona, ¿cómo canalizó esa violencia que lo filtró?
–No la canalicé (ríe). Los personajes de esta novela tienen mucho de lo que era yo y lo que eran mis amigos. Yo era sospechoso de maricón: leía, no jugaba fútbol y esto podía atraer a los más brutos contra mí; claro, cuando encontraban a uno afeminado de verdad, iban contra él y si no había ninguno, venía por mí. Era su manera de mostrar poder y fuerza. Si algo canalicé después de muchos años es escribir esta novela y pensar qué hubiese pasado si nos hubiésemos revelado, si los que estábamos en esa situación hubiésemos querido ser más fuertes por una noche. A veces hacés en las novelas lo que no te atreviste a hacer en la realidad.
–El humor es importante en su obra. ¿De qué le sirve?
–El mío es humor negro. En general para los que hemos vivido cosas difíciles, el humor se vuelve una manera de defendernos. A veces no puedes cambiar las cosas que te gustaría, pero puedes reírte de ellas y esta es una pequeña victoria. Muchas de mis historias empiezan como una comedia negra y conforme progresan se vuelven solo oscuras, no comedias. Me gusta que el lector se pregunte cuándo debería dejar de reírse, cuándo esto está dejando de ser divertido y se está volviendo atroz. También creo que las partes de suspenso, de tensión y más oscuras se vuelven más oscuras cuando habían empezado como algo divertido. Me gusta ese efecto: el humor hace más oscuro lo oscuro.
–Es decir, su literatura transita entre el terror y el humor...
–Sí, juego con ambas cosas. Son dos extremos de lo que somos. Son dos experiencias físicas; producen que tu cuerpo reaccione: eso me interesa. Quiero que mis historias sean intensas y hagan sentir cosas. Todo funciona solo porque hay un drama. Lo más importante en una novela es qué está en juego, que los personajes se estén jugando la vida en la acción o la trama; lo demás son recursos. Lo importante es que tú te identifiques con los personajes que lees porque te hablan de ti mismo, de tus propias zonas oscuras.
–¿Le parece complicado hacer humor?
–Me lo dicen mucho. Sencillamente, tengo una visión bastante humorística de la vida. Creo que he pasado muy mal muchos momentos de la vida y he aprendido de tratar de reírme para sobrevivirlos. Cuando hablo, soy considerado demasiado divertido (ser ríe); se esperan que un escritor esté sufriendo todo el día por los problemas del mundo y yo más bien encuentro que el humor es una manera más inteligente de abordar los problemas porque te permite tomar distancia y entenderlos mejor. También es una actitud humilde, que reconoce tus propios límites.
–¿Cómo ha cambiado su literatura desde aquellos libros que las editoriales le devolvían mil veces hasta La noche de los alfileres ?
–He tenido varias etapas. Después de Abril rojo (novela que ganó el Premio Alfaguara en el 2006) hice una trilogía de historias reales en América Latina. Eran historias muy desafiantes contra el poder, que trataban de decir cosas que no te estaban diciendo, historias que gente poderosa ocultaba. Fue una trilogía que me metió en líos: hubo censura, amenazas de muerte, campaña en contra en la prensa… Y tuve que inventarlo todos de nuevo y buscar una nueva manera de escribir que no fuera suicida y explorar otros temas, no solamente políticos e históricos, porque, si no, me iba a quedar sin aire, sin nuevos sitios. Escribí dos novelas que están cerca de la vida, la comedia y las mujeres. Luego de Pena máxima (2014), he vuelto a los temas más sociales y más históricos, pero de un modo diferente. He empezado a apelar a mi memoria; lo que ha ocurrido es que soy mayor, ya tengo más memoria y más distancia con mis recuerdos. Pena máxima tiene que ver con las historias con las que crecí en mi familia acerca de los perseguidos en América Latina en los años 70 y La noche de los alfileres tiene que ver con mi adolescencia. Estoy haciendo novelas que juntan todas las etapas anteriores: la posibilidad de escribir sobre temas histórico y políticos y la de escribir temas personales.
–Es decir, es menos suicida...
–Sí, aunque sigo haciendo algunos reportajes arriesgados: estuve en Palestina, estuve entre terroristas yihadistas en Níger; sin embargo, todo está más controlado. Mi esposa y mi abogado me lo agradecen.
–¿En qué tema trabaja en este momento?
–Tengo un proyecto de novela y avanzo con él. Cuanto más creces, te toma más tiempo escribir las novelas: me vuelvo más perfeccionista, me paso más tiempo corrigiendo, quiero lograr más cosas con los libros. Mientras tanto, voy trabajando en un libro de crónicas: historias reales sobre el cine y los espectáculos; no creo que nadie me quiera matar esta vez.
–¿Cuál literatura es la que lo sorprende?
–Justamente la cuestión de querer sorprenderte siempre, implica que siempre estés cambiando de literatura; te gusta una y luego ya no te sorprende más, siempre estoy descubriendo cosas nuevas. Ahora llevo un tiempo enganchado con Joyce Carol Oates, que también es una escritora sobre los miedos y sobre las mujeres víctimas. Sobre todo escribe de un terror que no esta en lo paranormal, sino en el corazón de las personas y en la historia de su país. He vuelto a A. M. Homes.
Estoy leyendo a muchas mujeres en español y en inglés y la verdad es que todas son bastante perversas.
–¿A qué se debe que esté leyendo a tantas escritoras? ¿Es casual?
–Solo leo cosas que me gustan. Es cierto que al revisar qué he leído en el último año hay un predominio de mujeres. Siempre admiré a las mujeres como personas más a gusto con sus propias emociones que los hombres, con más empatía y más capacidad de entender a los demás. Los hombres, en muchas ocasiones de mi vida, me han parecido más fatuos y pomposos.