Doriam Díaz
Rolando Trejos se ha dedicado a probar que el hábito sí hace al monje, al rey, a la mujer sabia, al santo, al héroe, a la madre clamando contra la guerra, a los amantes y a una infinita legión personajes. Sus ideas, diseños, trajes, bordados, botones, texturas, estampados y licencias artísticas tienen 35 años de vestir al teatro costarricense.
No resulta extraño, entonces, que el primer Premio Nacional de Teatro a mejor diseño de vestuario recayera en este artista de 57 años, que es jefe de Vestuario y coordinador artístico de la Compañía Nacional de Teatro (CNT).
De su autoría han sido las propuestas y trajes que usaron los actores para darle vida a obras como Ricardo III (2000), Las mujeres sabias (2001), Galileo Galilei (2012), Madre Coraje y sus hijos (2013), La Segua (2015) y El proceso (2015), para citar algunas recientes.
Oculto permanentemente tras bastidores, Trejos es un hombre hiperactivo con ojo clínico para encontrar en las telas nuevas y las prendas viejas las ropas de personajes que están emergiendo en la cabeza del director y en el proceso de los histriones.
Lo suyo es el vestuario y es un hombre de teatro, pero su trabajo lo ha llevado a ser un servidor de tantos tipos de escenarios como el cine, la danza y la televisión.
A unos metros de su taller, siempre patas arriba y universo de ropajes en busca de dueños, conversamos acerca de su oficio, su historia y sus opiniones sobre el medio que conoce desde adentro desde estudiante .
–¿En qué momento de su carrera lo toma el premio?–Me toma en uno de los mejores momentos porque creo que ya casi voy de salida, en el sentido de que me puedo pensionar pronto. Son más de 30 años de trabajar no solo en el diseño de vestuario, sino también en la gestión de las artes escénicas; he hecho danza, teatro, televisión, cine. En lo que respecta a las artes escénicas, he tenido un gran trabajo no solo con las compañías nacionales de Teatro y de Danza, sino también con grupos independientes.–¿Cómo logra hacer tantas cosas?– Trabajo de sol a sol, sábados y domingos y feriados (ríe). Más bien me están diciendo que tengo que coger vacaciones porque tengo muchos días acumulados. La Semana Santa pasada estábamos en el proceso de montaje de La Segua y nos daban lunes, martes y miércoles, pero había que venir porque ya casi estrenábamos… Uno se organiza; ya es parte de uno estar en varias cosas.–¿Es organizado?–Mentalmente sí. El taller está patas arriba, pero yo sé dónde está tal enagua, tal vestido, tal zapato, sobre todo cuando estamos en producción.
– ¿Cómo darle un carácter especial a cada trabajo cuando tiene tantos vestuarios que hacer? ¿Cómo es su proceso de trabajo para cada montaje?
–Siempre es el mismo: parto del concepto que tiene el director y me apasiono con cada montaje, aunque un poco más con aquellos de más de 10 personajes porque son un reto mayor. Con todos los vestuarios me apasiono mucho, independientemente de que haya o no plata; por lo general no hay plata, así que también tenés que ver de dónde sacás los materiales, de dónde sacás la ropa y qué hacés. Trabajo mucho con imágenes; veo imágenes de época, muchas pinturas, muchos detalles y de allí empiezo a sacar ideas y a crear.
”La Segua fue muy interesante. Mariano (González) es un director que deja hacer; él confía mucho en su equipo de trabajo. Entonces, comencé a ver vestuarios y hacer cosas con encajes, con cosas que no he trabajado; incluso a veces trabajo vestuarios solo con encajes, solo con perlas, con mucho ribete o muy barroco... Todo depende de la visión del director; por ejemplo en El proceso, Luis Thenon hizo la dirección, la escenografía y tenía muy clara la luz; a mí me gusta mucho la luz también porque si hay una mala luz te aplanan el vestuario y con él fue muy interesante. Fijate que la mayoría del vestuario la saqué de la ropa americana. Me iba a meter todos los días a ver gabardinas y cosas, a pelearme con las señoras que me quitaban los sacos y todo ese tipo de cosas. Andaba de gira con la CNT y mucha de la ropa la saqué de Villa Neily y San Vito; cuando terminaba la función, iba a las americanas y conseguía mucho…
”Yo pienso vestuario, como vestuario, sueño vestuario, almuerzo vestuario. Uno está muy pendiente siempre de lo que está haciendo porque, cuando son elencos muy grandes, se junta todo: en El proceso se cambiaban dos o tres veces cada actor; en La Segua, la protagonista se cambiaba seis veces.
”Esa gran pasión me la inculcó mucho Mara (Maritza) González, que fue mi maestra. Todavía cuando salgo con ella, rumbo a la finca, me dice: “Veme ese señor… Vos vestís a alguien así en el escenario y te dicen que estás loco. Ve las botas, los plásticos que lleva; ve qué interesante cómo se cubre el sombrero”; vamos viendo todo. También hay que revisar mucho no solo la historia del arte, sino también en revistas Vogue , de alta costura, hasta las nacionales como Perfil . Siempre estoy comprando revistas y veo texturas e imágenes. Todas las imágenes te pueden alimentar”.
–Hace énfasis especial en las texturas. ¿De dónde saca telas con tantas texturas?
–Las texturas me gustan mucho. Ahora las únicas que me dan más texturas son las tiendas de telas para muebles y cortinas; allí conseguimos las texturas. Como ya casi no hay costureras, las tiendas ya no traen muchas telas; traen solo lo tradicional. Ya telas con texturas, como brocados, terciopelos o panas, eso ya no hay; entonces hay que usar panas de muebles o para forrar carros… todo ese tipo de cosas porque ya no conseguís. Y si lo traen, el metro es carísimo.
–Claro, las tiendas que venden telas están disminuyendo.
–Sí, son pocas. Otro fenómeno grande es que me encuentro a todas las señoras de Los Yoses y que van al AutoMercado, en tiendas americanas como Monte Sinaí; van allí, con anteojos de este tamaño y unas gorras que se tapan todas. Mucha gente se viste ahora de ropa americana.
”En esas tiendas se encuentran cosas, pero hay que bucear, Los chales de La Segua , por ejemplo, salieron de ropa americana”.
–Siempre ha dicho que tiene muy buen ojo. ¿Es fundamental para su proceso?
–Con solo ver la tela, yo digo esto funciona. Ahorita estoy haciendo un scouting (búsqueda) de vestidos como de los años 50 y los estampados son muy particulares; ya fui a las tiendas y me guardaron algunas cosas. Lo que hago es desarmo el vestido o la pieza y hago otra cosa: una blusa o una enagua; lo reciclamos. Tengo que hacer vestuarios para los estibadores que trabajaban en Nueva York en los años 50 y ya dejé vistos mamelucos de mezclilla, pantalones anchos de army, ciertos suéters, gorras, jackets porque la próxima obra que haremos está ambientada en invierno.
”Por supuesto, otra ropa me la hace el sastre, pero, lamentablemente, se nos están yendo los sastres y las costureras; esto es una tragedia. La gente que está haciendo ropa es de modas, y no es lo mismo hacer ropa para teatro que ropa para calle”.
–¿Por qué no es lo mismo?
–En el teatro se tiene que ver más porque el público está a cierta distancia. La moda es cercana : yo te veo, vos me ves ; es para una cuestión social o un evento, pero ya cuando ponés un traje de esos en el escenario, a siete metros, ya no ves el diseño. Hay que hacer ciertos trucos para que los detalles se noten. Los volúmenes son diferentes, los estampados son diferentes; en lugar de hacer tres pliegues, tenés que hacer 15; hay que darle más énfasis y realce a todo en el teatro.
” He tenido la oportunidad de dar un curso en la Universidad Creativa de vestuario para teatro y los chicos se emocionan mucho, pero ellos prefieren estar trabajando en modas, la pasarela, diseñar cosas más contemporáneas para boutiques o sus propias tiendas. Cuesta mucho. Hay que dejar a alguien que siga haciendo vestuario; no hay nadie que esté detrás de uno”.
“Hay buenos diseñadores; gente muy buena que trabaja en la moda. Muchos los convoca Leonora Jiménez en el Mercedes Benz Fashion Week; también en el Festival Internacional de Diseño, vi unas cosas muy interesantes; por ejemplo, a chicas muy jóvenes vestidas con hules y gente con unas tendencia muy interesantes”.
–¿A qué se debe que se marchen sastres y costureras?
–Ya están grandes. Aquí (en la CNT) se pensionaron tres costureras y también el sastre. Los sastres nuevos no están acostumbrados a la forma que hacemos las cosas; soy muy diferentes, no hay esa devoción que había antes. Lo mismo pasa con los zapateros.
–¿Qué pasa con los nuevos diseñadores de vestuario?
–De teatro no hay. Hay alguna gente que hace vestuario, pero no es constante. Está Micaela (Piedra), una chica que trabaja mucho con Abya Yala; sería bueno que ella estuviera ya incursionando por acá en la Compañía. Los grupos independientes tienen cierta gente que los ayuda y les colabora o la misma agrupación hace el vestuario. La gente que está en las escuelas de teatro, la mayoría, quiere ser actores; entra un grupo de 50 y los 50 quieren ser actores.
–Bueno, usted empezó así. Entró a la Escuela de Artes Dramática y Mara González lo llevó hacia el mundo del vestuario...–Sí, exacto, ella me llevó hacia el mundo de los textiles.
–¿Cómo era el trabajo de diseño de vestuario en sus primeros años? ¿Quiénes se encargaban?
–Mara ya era diseñadora de la CNT. Estaban también Luis Carlos Vásquez, Ernesto Rohrmoser, Ana María Barrionuevo, que siempre ha sido una excelente modista, y un gran maestro: Alejandro Sieveking, excelente diseñador; tenía un concepto del color y un concepto de la estética maravillosos. Mara me orientó a todo esto, porque ella y Luis Carlos fueron mis profesores; fue donde yo dije: ‘esto es lo mío’. Después, me topé a Mara en la vida y me dijo: ‘Vamos, hagamos El Dorado (película de Carlos Saura, estrenada en 1988)’. Mara se encargó del diseño de vestuario indígena, yo era el asistente; hicimos los tocados, los collares, los taparrabos; todo lo español lo traían ellos.
” Fue una locura. Estaban todos los actores de San José en Limón, habían traído a Lambert Wilson, habían traído a Omero Antonutti, trajeron a muchos españoles; estaba Gabriela Roel de México. Y Limón era una fiesta, un boom . Incluso fuimos a los muelles a conseguir extras. En Limón había mucho carro de la producción; llegaba gente de Hola, muchos periodistas; se veía mucho movimiento en Limón.
–¿Cómo fue esa experiencia?
–Fue muy buena, en especial porque estuvimos muy cerca de Terry Pritchard (diseñador de vestuario), un señor con una visión maravillosa. Hablaba mucho con él de cine, de ambientaciones. Fue muy enriquecedor en ese sentido .
–Para entonces, ya estaba convencido de que lo suyo era el vestuario...–Sí, tenía como 21 años y ya estaba absolutamente convencido. Después Mara se fue a México con una beca, y me llevó para hacer películas con ella, como asistente. Después me tuve que venir, seguí en la CNT y haciendo unos cursos en el Instituto de Tecnología del Espectáculo de Madrid; llevé caracterización, confección del siglo XVI y XVII, bordado en hilo de oro, catalogación…, he ido muchas veces.
– Volviendo a un tema que hablábamos. He oído críticas hacia vestuarios porque parecen directamente salidos de la ropa americana; sin embargo, usted usa las prendas de segunda mano de otra forma. ¿Cómo las utiliza?
–Son materia prima; hay que transformarlas y darles vida. La base de una jacket puede ser un chaleco de época al cual yo le comienzo a entrebordar cueros, metales y otros materiales, y te da otra cosa. No es poner ropa americana por poner ropa americana.
–¿Cómo definiría su estilo?
–Mi estilo es muy amplio; siempre es muy teatralizado. Lo que más me gusta a mí hacer es época y sobre todo texturizar. Y si me das para hacer harapientos soy el más feliz… Como decía Mara, a vos no te te puede dar una lija, un spray y un cepillo de acero porque todo lo hacés leña en un segundo. También me gustan los acabados, montar pedrería. montar botones…
–Es curioso porque hace vestuario muy teatralizado para otros, pero a la hora de vestir usted es muy sencillo… Incluso en actividades formales, lo he visto elegante, pero no teatral.–(Ríe) No soy nada teatralizado, siempre soy muy sencillo. Creo que tiene que ver con que llamar la atención por llamar la atención no vale; siempre he criticado mucho eso. Hay mucha gente que dice ‘Somos de teatro’, entonces andan puestas cinco enaguas, tres chalecos, tres flores en la cabeza y 18 bolsos guatemaltecos, y no, no; pasa mucho eso en la gente joven. Uno debe llamar la atención de otra forma. Si voy a una fiesta y lo amerita, pues si uno usa un sombrero, unos lazos o un detalle, pero eso es muy diferente.
–En estos 35 años ha visto los cambios en el teatro costarricense. ¿Cómo ve el panorama actual en el teatro nacional?
–No ha surgido una generación que donde vos digás: “qué palo de actores, qué palo de directores”. Carecemos de una formación con mucha base y estructura. Sé que todos necesitamos nuestro proceso ; mi primer vestuario, sin duda, no fue el mejor, pero no veo ese cambio generacional que tanto se necesita. Hay cierto vacío que no se ha llenado en dramaturgia, en actuación, en dirección…
–Lo van a odiar las generaciones jóvenes que están trabajando en este momento…–Ya lo he dicho. No es culpa de ellos; es culpa de la gente que está manejando las instituciones en este país, culpa de la gente que tiene que darles los elementos culturales necesarios… ¿Qué transformaciones hemos tenido durante los últimos ocho años en Cultura, en teatro?”Sí hay alguna gente… Fabián Sales, Mauricio Astorga, Ana Clara Carranza, María Orozco, Andrés Montero, pero hay algo en el medio nacional que no deja que esto despegue”.
–Sin embargo, sí hay personas que se están destacando entre los jóvenes…
–Sí, hay alguna gente, pero no es alguien que vos digás: me quito el sombrero. No sé qué es lo que pasa… la formación académica, las políticas culturales; hay algo que no funciona.
”A la CNT le reclaman que no trae maestros para decir el verso, pero la CNT no tiene que terminar de formar ni formar gente; aquí vos venís a trabajar”.
–Claro, la CNT es una compañía que no es tal, sino una productora y debería ser la rectora en el medio teatral.
–La CNT debería ser rectora teniendo un elenco estable; esto no es para que se burocratice, porque eso sería terrible, sino un elenco estable por proyectos, cada dos años. De esta forma, la CNT podría tener una base de 10 actores (tres de tal edad, tres de otro edad y así) y podría contratar a otros 10 o los que se necesiten, así sabés con qué gente podés contar y pensás qué querés montar y en qué formato. Sería un elenco estable que vaya cambiando.
”Por ahora, nosotros somos una productora: te llamamos a vos como directora, traemos a fulano, zutano y mengano y lo producimos. Sin embargo, cuál es la política que queremos seguir; esas son el tipo de directrices que te tienen que dar desde arriba con el fin de saber hacia dónde ir”.
–Son ya muchos años los que tiene la CNT dando palos de ciego, en los cuales los diferentes sectores dicen qué debería ser y no se ponen de acuerdo…
–Sí, ya son muchos años. La CNT es un híbrido muy raro. Yo sigo en la Compañía y hasta he estado como director porque me da miedo que la cierren. Y no es que no haya voluntad.
–Desde el segundo paso de Guido Sáenz, diferentes administraciones han querido meterle el bisturí a la CNT…–Sí por lados diferentes y por donde hay más callo. Aquí, hay que rajar y ver qué es lo que verdaderamente querés con la CNT. Aquí han hecho todos los diagnósticos habidos y por haber.
–En el medio se quejan de que la CNT es muy burocrática…
–Estamos inmersos dentro de una administración pública, lo que pasa es que hay que hacer un lobby para que a la CNT se le dé el espacio que necesita tener. No es posible que yo contrate a Leonardo Perucci por el mismo proceso por el que se contrata la carretera a San Carlos. Es un lobby político, dar justificaciones, dar argumentos; no me toca a mí ni al conserje de la CNT, eso que les toca a los altos funcionarios y para ellos es muy difícil porque hay que insistir e insistir hasta lograrlo. Las contrataciones deben ser más directas y debe ser más ágil la estructura administrativa.
–Además de dolores de cabeza, ¿qué le dejó la dirección de la CNT?
–Además de dolores de cabeza, tristeza y frustraciones, me dejo el convencimiento de que sí hay gente que quiere la Compañía y que quiere hacer cosas por la CNT, pero reunir a todos ellos cuesta mucho.
–Tras trabajar tanto tiempo desde adentro, ¿qué disfrutás en el teatro?Cuando voy a ver otras obras en las que no trabajo, me relajo mucho y disfruto mucho la situación, el contenido y la puesta en escena, cuando es buen teatro; claro, cuando es mal teatro, sufro mucho; antes me salía, pero ahora por las canas, ya me da vergüenza y ya no soy tan ágil para escabullirme entre las butacas. ”Me gusta ver buen teatro, que me entretenga: igual me pasa con la danza. Extraño mucho el teatro grande de prestigiosas compañías que antes se traía mucho a los festivales de las artes”.
–¿Cómo hacé con la crítica? ¿Cómo la tomá?–La crítica yo la recibo siempre de buena manera porque cuando es constructiva, me parece maravillosa. Entre gente de teatro siempre es bienvenida, excepto cuando ves que viene con mala leche. Vos te exponés a la crítica desde que ponés tu firma en tu vestuario. También hay momentos en que no te entienden que vos te tomás licencias por el bien del montaje, el concepto de la obra y el concepto del director. –Claro ese es un tema: ¿cuándo tomarse licencias?–Va a depender de la obra y la visión del director. Si el director te dice vamos a hacer un Shakespeare atemporal, allí me tomo las licencias que yo quiera, pero si te dice vamos a hacer Romeo y Julieta tal como está, pues vamos tal como está y no le voy a poner un parche de jeans o unas tenis a Romeo.
–¿Se ha peleado con algún director o actor?
No, con directores no; hemos tenido discusiones en favor de la obra. En cambio, con actores sí porque piensan que yo soy cirujano plástico. Yo peleo y vacilo mucho con ellos también porque se tienen que ver pobres, pero se quieren ver ricos. Siempre se liman asperezas y llegamos a un acuerdo. Creo que ahora soy más tolerante y pregunto te parece esto, te parece lo otro para tomar en cuenta más opiniones.
–¿Se ha sacado el clavo con un vestuario?
–( Ríe maldosamente ) No, no, ha sido la misma vida que se desquita. ( Vuelve a reír ).