Frente a la casa de Zulay Soto, el tiempo se ha detenido para ver. Luego cruza la puerta, de modo que pasa el tiempo. Lo que encuentra es una suma de arte y música como los escaques del ajedrez: los rojos del arte, los negros del rock; y es que la casa de Zulay es un cruce de galería de pinturas con templo laico de la música que electrizó al siglo XX como una descarga de adrenalina en el sudor de Jimi Hendrix.
“El sábado, fui con mi amiga rockera la arquitecta Nora Flores a un concierto maravilloso en El Cuartel de la Boca del Monte con Zona Púrpura; sí: los que eran Apple Band en los 70”, dice Zulay. La geografía de su memoria dibuja nombres y lugares con la facilidad con la que ella pinta y graba, y arma collages que ruedan como el alucinante Aleph de Jorge Luis Borges.
Sonido y visión. Zulay Soto Méndez (1941) es hija de Cartago, la pintura y el rock, en este orden de llegada. Aunque ella no ha hecho música, la música la ha hecho a ella. Soto es una reconocida artista y ha sido promotora cultural (dirigió el Museo del Jade) y profesora de arte, y ha expuesto sus obras numerosas veces. Entre otros galardones ha recibido el Premio Nacional de Pintura Aquileo J. Echeverría y el Premio Teodorico Quirós.
Zulay tiene mucho que contar de su otra pasión: el rock, al que ella vio nacer en Costa Rica y con el que salió a bailar en noches que no volverán porque viven aquí, entre las cosas y los dichos de la artista.
Soto quizá sea la única persona del arte costarricense que ha tomado motivos del rock para crear obras artísticas, en especial collages (encolados) que recogen fotos, dibujos y portadas de discos alusivos a los iconos de esa música. El rock unió tanto al mundo, que fue la primera Internet, pero navegada en pentagramas.
A fines de los 50, el rock se escuchaba ya en la radio. “Yo movía la perilla adonde estaban Elvis Presley, Little Richard, Bill Hayley... Luego vino la locura de comprar discos, como Hair ”, precisa Zulay.
–¿La película también?
–Nunca llegó porque la prohibieron, igual que Oh! Calcutta!
Zulay Soto y Alejandro Pozuelo viajaron a Los Ángeles en 1968, cuando el movimiento hippy estaba a todo arder. “Nos llevaron a conocer el Whiskey a Go Go, en Sunset Strip, en Hollywood, y allí escuchamos a Steppenwolf tocar Born to Be Wild ”, recuerda Zulay.
Zonas movidas. Los Vikingos fue el primer grupo nacional de rock que Soto Méndez oyó tocar en persona, en el bar centrojosefino del Pibe Hine. “También oí a los Thunder Boys, y a los hermanos Vargas cuando comenzaban, en otro bar: El Sapo Triste, por la cuesta de Moras”, detalla la artista y añade:
–Yo estuve muy cercana a Los Vikingos. Eran Koki Zamora, el guitarrista Narciso Sotomayor, el percusionista Edgar Blanco y un muchacho a quien llamábamos “Fuzi”. Ellos empezaron a mediados de los años 60 y cantaban en inglés temas de moda, como Sussy Q y Suki Suki , y canciones en español, como A dos niñas.
–¿Era numerosa la “movida” nocturno-rockera?
–No. Éramos poquillos los que bailábamos en los bares de rock hasta el amanecer, y no solo en los fines de semana. Entre los que bailábamos estaban los artistas César Valverde y su esposa Dorothy; Néstor Zeledón y Nadia; Derk y Julia van Wilpe, la francesa Renée Martin, Hugo Martínez, José Luis López Escarré y Jorge Ureña.
Soto recuerda los nombres de algunos locales josefinos: Acuario, Museum del Actual, Acto Cuarto y Abraxas.
¿Otros salones de baile?: el Rolerama, en Escazú, y Los Vikingos, al costado este de Cementerio General. Complot estaba en los bajos de Radio Monumental. El Cuervo y El Cuervito, en barrio Amón, eran bares para oír música. Zulay Soto continúa:
–En 1971, yo dirigía la Galería Amighetti; estaba detrás de Uribe y Pagés, en el centro de San José: era una casa vieja, muy grande. Allí se montaban exposiciones de arte, se vendían libros, se daban clases de idiomas, y comenzamos a presentar conciertos de rock. La entrada costaba cinco pesos. En la galería empezaron chiquillos como los de Apple Band, grupo que ha evolucionado a Zona Púrpura con Ludwig Cano.
Hacia Las Nubes. Zulay Soto tiene un sitial de honor (así hablan los clásicos) en la memoria del rock criollo. “En 1971 organicé el primer concierto al aire libre en Las Nubes de Coronado, con Arturo Robles, quien acaba de fallecer. Él ofreció su finca. Arturo era pediatra en el Hospital de Niños y fue después su director. Pronto se sumó otro amigo, Luis Vietto”. La artista detalla:
Un volante que Zulay conserva indica: “Primer concierto de música pop al aire libre. Entradas a la venta en Las Arcadas”. Hasta Las Nubes subieron tres grupos: Organized Confusion, Apple Band y Blood Intersection. Fue el sábado 4 de abril de 1971 al mediodía. Zulay:
–Yo anunciaba a los grupos. Podríamos decir que fue un “Woodstock tico”. Llegaban hippies de Costa Rica, lindísimos, con pelo largo, ponchos, vinchas y flores.
Zulay Soto agrega: “Cobramos la entrada, pero, en un instante, un montón de chicos de Coronado saltaron las cercas y se sentaron para oír, pero bien portaditos. Al final se mezclaron muchachos de todas las clases sociales: los que vivían en otras fincas y los que habían llegado en carrazos”.
Los visitantes no pisaron una alfombra roja, sino verde: el zacate. El domingo 5, La Nación incluyó una noticia en la primera página; la nota indicaba: “El experimento en Las Nubes de Coronado atrajo a más de 600 jóvenes, algo nuevo, emocionante”.
Hoy, aquel es un tiempo de recuerdo coronado, en las nubes, cerca del cielo; y Zulay Soto siempre allí, como se debe.
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La izquierda erótica. ’Cuando pinto acuarelas oigo música clásica, pero cuando hago collages oigo rock’, confiesa Zulay Soto. Adquirió este hábito a fines de los años 60, cuando ejecutaba cuadros con plumón (marcador). Son obras que ella llama ‘psicodélicas’ y que también evocan el estilo de los dibujos del art nouveau . Después, Soto realizó grabados en metal a punta seca, que representan la subcultura de la ‘izquierda erótica’. En verdad, son grabados sin ángeles, pero angelicales.
Zulay recuerda que ella bautizó a su gente ‘la izquierda erótica’ porque la componían artistas que criticaban al gobierno, al establishment (lo que signifique ahora) y condenaban la guerra en Vietnam, pero también gustaban del rock: ‘música gringa’, reconoce Soto y continúa:
-Éramos más libres que otra gente de la izquierda, por lo que nos llamaban "burgueses" y porque almorzábamos en El Chalet Suizo.
Algunos de los erotoizquierdistas eran Juan Antillón, José Luis López Escarré, Edgar Trigueros y Mariano González, denuncia con cariño Zulay Soto.
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La vuelta de los 70.
Un círculo de madera exhibe los rostros de cuatro héroes de Zulay Soto: James Dean, Marylin Monroe, Elvis Presley y Jim Morrison, quienes murieron jóvenes, rápido, con la impuntualidad de los ansiosos. Esa ‘rueda’ es un fotomontaje: uno de los collages creados por Soto con fotografías, composiciones hechas en los dos últimos años.
Zulay dispone las fotos sobre planchas de madera y luego pinta otras figuras con acrílico. ‘Comienzo sin un plan definido. Juego con las fotos como con un Mecano’, describe la artista. Ella ejecutó dos piezas de nombres similares: Fotomontaje de los años 60 y otro de los 70.
Generación del setenta. Esta obra incluye fotos de la Apple Band. En Años 60, generación de sueños, viven fotos de Jimi Hendrix, The Creedence, la portada de un disco de Led Zeppelin y el circular símbolo de la paz del movimiento hippy: sello que la ilusión impuso a la realidad.
‘Esa obra se llama Composición de los años 70 y exhibe fotos del concierto de Las Nubes de Coronado’, indica Zulay Soto, quien figura en el centro: rubia, solar y felina. Los años 70 are back!