Un contexto socioeconómico y cultural estigmatizado por la precariedad material y la disgregación de los lazos sociales primarios.
Un modelo de maternidad moderna en crisis, representado por una madre, cabeza de familia, caída en el inframundo de la drogadicción, tanto como una vía de escape a una vida de miseria y vejaciones que se remonta a su más tierna infancia, así como una estrategia para conseguir el escaso alimento para sus retoños, uno de ellos denominado M.
Una mujer transgénero, llamada Mairena, pequeña comerciante de oficio, y esporádicamente sexoservidora para redondear sus ingresos, quien imprevistamente se convierte en la cuidadora de M.
Una institucionalidad, con pocas excepciones, fuertemente impregnada por el discurso condenatorio a todo aquello que escape a la heteronormatividad, avalado por un obsoleto Estado confesional, amparado a una Iglesia Católica cada vez más cuestionada y debilitada.
Unos medios de comunicación que se dan a la tarea de advertir a la opinión pública sobre lo que está sucediendo, pero de forma sesgada, dado el acento patológico puesto en la homosexualidad de Mairena.
En medio de esta maraña se desenvuelve la vida de M, un niño abatido por la desnutrición y la falta de cuidados personales, que se convierte en el centro de una disputa, inicialmente personal, pero que llega al plano legal con el fin de definir quién debe asirse con su depósito legal.
Estos son los grandes lineamientos de La notable maternidad de Luis Gerardo Mairena. Crisis y transformaciones sociales en Costa Rica , una obra de rápida lectura, clara y agradablemente escrita. Tal estilo la hace accesible a un público amplio (pero reflexivo), que hallará un análisis muy bien hilado, sustentado sobre un vasto acervo de fuentes documentales y orales, al que le saca partido mediante un sólido marco teórico. Así ha acostumbrado la comunicadora y socióloga María Flórez-Estrada Pimentel, investigadora del Centro de Investigación en Identidad y Cultura Latinoamérica (CIICLA) de la Universidad de Costa Rica, a entregarnos sus análisis sobre diversos aspectos de la Costa Rica contemporánea.
La obra se divide en cuatro capítulos. El primero discute la construcción social de la maternidad, la cual en su versión moderna (maternidad científica) es un producto del reformismo liberal del siglo XIX, que pone en manos de las mujeres la tarea de formar a los futuros ciudadanos de la patria, como de reforzar los lazos sociales, jugando el sistema educativo un papel fundamental en la preparación de la niña para ejercer esa función, que se da por sentado es consustancial a su sexo.
Empero, este ideal asociado a la familia conyugal, históricamente ha sido solamente eso, un ideal. En la práctica, la organización familiar ha asumido diversos matices, y uno de esos matices es la familia queer , la familia no heteronormada con sus diversas variantes, donde se ubica la familia formada por M y Mairena.
La familia constituida por M y Mairena se asienta en un espacio geográfico caracterizado por la crisis de los lazos sociales primarios (familiares y comunitarios), producto del avance del capitalismo excluyente, que en nada favorece la recomposición del tejido social y, al contrario, torna aún más endeble la posición, de por sí ya frágil, de su población mayoritaria: la niñez y la juventud.
Esta es la temática analizada en el capítulo segundo, y es aquí donde se encuentra buena parte del sustento para entender la aceptación por parte de la comunidad de Purral de la familia conformada por M y Mairena.
El capítulo tercero nos acerca a los actores y a las actrices que se organizan en dos grupos, cuando la disputa por la custodia de M llega hasta los estrados judiciales. Un grupo aferrado al discurso católico defiende a ultranza la hetenormatividad, hurgando en el cuerpo de M y acorralándole en cada interrogatorio, con el único propósito de descubrir la ínfima señal de un abuso sexual o acaso de un gesto que pudiese delatar una inclinación sexual fuera de la norma socialmente impuesta.
El otro grupo se enfoca en exaltar lo que Mairena le ha dado a M por nueve años: techo, cuidados médicos, educación, recreación, alimentación y apoyo emocional; en síntesis, todo lo vedado para muchos habitantes de Purral.
Este capítulo también nos ilustra la dura vida que desde la infancia han tenido las dos madres de M, la biológica y la que lo ha amparado desde los tres meses de edad. La primera, abusada física y sexualmente desde los seis años; la segunda, rechazada por su familia, debido a sus tempranas manifestaciones de “afeminamiento”, por lo que pasa de un cuidador-abusador a otro hasta que la calle se convierte en su hogar.
En un espacio donde el futuro de la niñez y de la juventud parece estar en estrecha relación con el mundo de la droga, debido a la falta de oportunidades generadas por el Estado y al debilitamiento mismo de la maternidad tradicional, sostén de los lazos sociales primarios; donde la autoridad de los curas de la Iglesia Católica está en duda como secuela de los casos de pedofilia denunciados por la prensa; y donde la caída de los expresidentes “arcángeles” genera un éxodo del PUSC al PAC, la comunidad de Purral se percibe huérfana de una serie de simbolismos culturalmente impuestos, que son los que le han dado seguridad como grupo.
En consecuencia, la aceptación de la maternidad transgénero de Mairena le concede nuevos simbolismos a la maternidad tradicional, y la crisis de la masculinidad expresada en “los Padres de la Patria”, los padres de la Iglesia y los padres de familia lleva a algunas de las mujeres entrevistadas a votar la candidatura de una mujer para la Presidencia de la República. He aquí la reelaboración de la figura de la madre salvadora, tan cara al discurso católico, ahora llevada a la esfera política.
Entonces, la comunidad, sin dejar totalmente de lado la transfobia y la homofobia, le otorga un valor simbólico a todo lo que Mairena le ha prodigado a M, como una vía para salvaguardar los lazos sociales en crisis. En esta misma situación de crisis, se implementan otras estrategias para asegurarse compañía o la existencia de otros, como la adopción de personas desatendidas (de la tercera edad o con alguna discapacidad). Toda esta discusión da vida al capítulo cuarto de la investigación.
El caso de Mairena es emblemático porque se trata de la primera maternidad queer que es reconocida en los estrados judiciales de Costa Rica. Con esta decisión, queda en evidencia que el denominado “instinto materno” es solamente un constructo social y que, como tal, no puede ser endosado solamente a la mujer heterosexual, quien en muchas ocasiones termina siendo madre por razones muy ajenas a tal instinto, tal como le sucedió a la madre de M y a la madre de Mairena, esta última ultrajada por un violador.
Sin embargo, hasta el momento el caso Mairena es único, en cuanto a su reconocimiento legal. Pero desde entonces han pasado catorce años y la sociedad costarricense se ha quedado estancada en cuanto a la concesión de derechos para la población LGTB –uno de ellos la posibilidad de legalizar la maternidad no heteronormativa–. Para ello ha primado la visión patriarcal que asume este tipo de maternidad como un proceso no natural que perturba la noción tradicional de las relaciones de parentesco.
La autora comprende, entonces, a partir de la recolección de una serie de testimonios orales de la población de Purral, que independientemente de sus creencias religiosas conservadoras, cuando de la sobrevivencia cotidiana se trata, “el mundo social sí puede ser queer , o no importa que sea queer , siempre que sirva para ‘salvar’ a la sociedad.”
Bajo esta premisa, M fue “salvado”, convertido en el ciudadano ejemplar que proverbialmente se le ha exigido a la madre heterosexual, y la comunidad así lo reconoció, a pesar del conservadurismo de una parte de los funcionarios que se vieron inmersos en el caso. Quiérase o no, los lazos sociales cambian mediante acciones individuales o colectivas.