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La serie originalmente apareció en línea con el título de
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Ambos personajes empiezan una relación romántica que, al pasar al plano sexual, revela sorpresas para ambos: Ana es virgen y Christian es un sadomasoquista consumado.
Aunque varios críticos norteamericanos han coincidido en bautizar el género al que pertenece esta novela como “porno para mamás”, en alusión al segmento demográfico que lo consume con mayor avidez –mujeres de 35 años o más–, lo cierto es que el aspecto sadomasoquista, que es el que más se discute entre los personajes, no pasa de ser una falsa promesa, y la novela se resuelve en una especie de erotismo romántico aderezado con unas esposas y un par de fajazos.
La relación de los amantes, reglada por un contrato de servidumbre entre un hombre dominante y una mujer sumisa, revierte la situación descrita por el libro seminal del masoquismo escrito por Leopold Von Sacher-Masoch en 1870,
En ambos, la preocupación principal es, más allá de los detalles propiamente sexuales de la relación de los personajes, el asunto del poder, el castigo, la disciplina y la obediencia.
Esta novela ciertamente no pretende ser arte.
La prosa del libro es rudimentaria y la caracterización, aparte de los aspectos sexuales, es prácticamente inexistente. Ana, por ejemplo, tiene un repertorio limitado de expresiones, con las cuales responder a su amado: se sonroja, pone los ojos en blanco o se muerde el labio no menos de cien veces a lo largo de la novela.
Como producto estrictamente comercial, para poder juzgarlo, cada consumidor tendrá que determinar si este texto realmente cumple con su único propósito original: estimular la sensibilidad erótica de quien lo lee.
Su éxito en ese campo no nos consta, pero sí resulta muy efectivo en sacarnos risas con su traducción ibérica que obliga a la protagonista a exclamar repetidamente durante los momentos de furor sexual: “¡Madre mía!, ¡Madre mía!”.