Aunque la parte central de las 144 obras que integran la exposición está formada por la visión naturalista del pintor de las montañas de Catskill o los valles y vistas del río Hudson, lugares cercanos a Nueva York que frecuentó y que plasmó en impresionantes óleos, se incluye también buena parte de sus retratos y grabados, género del cual se le considera un pionero.
La exposición abarca toda la extensa obra del autor, que se inició en 1812 como aprendiz de grabador, arte que conoció al ver a su padre trabajar como relojero.
Según explicó Linda S. Ferber, conservadora jefa y directora emérita de la
Los retratos, tras su época de grabador (1817-1835), eran, según esta reconocida experta en Durand, los “medios de masas de la época” y en ellos se plasmaba a famosos e intelectuales.
No obstante, “el objetivo de su carrera fue recrear los paisajes norteamericanos”, según Ferber, quien afirmó que en su viaje a Europa para conocer las tendencias artísticas de la época “lo que más le impactó fueron los pintores holandeses del siglo XVII” .
Entre sus preferidos destacó Rubens, Rembrandt y Constable, y entre sus “obsesiones” a la hora de pintar, y elemento central de su pintura, citó a los árboles.
Es en 1832, dos años después de perder a su esposa, cuando el pintor hizo un retrato de grupo de sus tres hijos jugando al aire libre en Nueva Jersey, donde la familia se refugió huyendo de la epidemia de cólera que azotó Nueva York.
A partir de ahí, Durand se interesa por plasmar la naturaleza, que poco a poco descubre gracias a largas caminatas por las montañas de Catskills, Adirondack o White.
La Fundación Juan March también publica la edición semifacsímil y bilingue de las nueve