Las obras presentadas por José Pablo Ureña en las exposiciones De lo crudo a lo cocido y Lo simultáneo en el bodegón nos confirman que la pintura figurativa costarricense se encuentra en un momento de renovación. Tras haberse contraído –sin llegar a ausentarse– ante medios como el videoarte, la fotografía y la instalación, la pintura se ha abierto paso en el siglo XXI como un medio de creación visual tan contemporáneo como aquellos. Convive y dialoga con ellos y se vale de ellos.
De lo crudo a lo cocido fue presentada en la sede central de la Alianza Francesa en octubre del 2011 y en el Museo Islita de Arte Contemporáneo en abril del 2012. El artista expuso los resultados de su indagación con respecto al uso de la fotografía como soporte y como referente para lo pictórico. Mostró imágenes fotográficas de su autoría intervenidas de modo violento con diversas herramientas, y también varios óleos sobre lienzo: unos de carácter realista, otros casi abstractos; la mayoría, cargados de gruesos empastes. Asimismo, Ureña presentó algunos grabados.
Todo el conjunto giró en torno a la representación de un acto cotidiano: la preparación de un trozo de carne en la cocina. José Pablo Ureña realizó el abordaje por medio de naturalezas muertas.
Lo simultáneo en el bodegón se inauguró a finales del 2012 en la Galería Alternativa y dio continuidad a la muestra anterior. Con mayor consistencia, Ureña interpretó la misma escena culinaria, añadiendo nuevas formas de representar los objetos (carne, aceite, utensilios y cocina), esta vez primordialmente por medio del óleo.
Una rica carga de contenido se descubre en su obra. La materialidad y la sensualidad de su pintura nos golpean de primera entrada, cual acto de resistencia ante la idea de que en el arte contemporáneo debe predominar el argumento conceptual por sobre los aspectos formales.
El tema central también rebosa de sensualidad: “placer carnal” no es una expresión deliberada; cruda o cocida, la carne tiene una importante carga simbólica enri-quecida por la tradición de la representación de bodegones; nos habla simultáneamente de la vida y la muerte.
Cuando un trozo de carne se nos presenta en un abanico de posibilidades que pasan por lo cuasi fotográfico, por la mancha expresionista y por un ascetismo cercano al arte pop , nos damos cuenta de que fuertes contenidos conceptuales residen en los aspectos formales. En gran medida, esto se debe a la cambiante riqueza de la tradición del bodegón en la historia del arte. En la obra de Ureña, el replegado tema de la naturaleza muerta se renueva y se dignifica.