Hugo Luis Robles Ibarra, dramaturgo y director paraguayo, llegó al teatro para huir de la rutina escolar cuando era un adolescente y terminó por encontrar su lugar en el mundo: los escenarios.
Desde lo artístico ha dedicado su trabajo a poner en escena –y en debate– temáticas como las diversidades sexuales , el género , la explotación infantil, la trata de personas y los hechos violentos que se dieron en Paraguay durante la dictadura (1954-1989) y en el regreso a la democracia .
“Mis personajes no son perdedores”, explica refiriéndose a su estilo de dramaturgia –con la cual ganó el I Concurso Nacional de Dramaturgia Mercedes Jané 2015–, porque aunque la caricatura y el humor son su tiquete de entrada con el público, la reflexión y el debate son su verdadero fin.
Esta semana, él estuvo en Costa Rica en el marco de un encuentro entre dramaturgos nacionales y brindó la conferencia “Teatro con perspectiva LGBTI”, organizada por el Centro Cultural de España en Costa Rica .
–¿Cuál es el tipo de teatro que le gusta hacer?
–Ser un profesional y vivir de esto es muy difícil, creo que en todos los países latinoamericanos –y más en Paraguay– está el teatro que como vos decís es “el que queremos hacer” y está el teatro “que tenés que hacer”. Yo hago obras comerciales, comedias livianas por llamarlo de alguna forma que me permiten pagar mis cuentas. Y está el otro teatro que sí me interesa a mí, donde no predomina el dinero, sino lo que queremos contar y a mí me gusta hablar de mi país, me gusta hablar de la historia reciente del Paraguay; pasaron muchas cosas y me parece importante ese poder que tiene el teatro para construir y fortalecer sociedades y, de alguna manera, cambiar el pensamiento.
”En Paraguay, el teatro siempre fue muy contestatario y tuvimos una dictadura militar de muchos años donde el teatro funcionó como un refugio de los intelectuales y las personas que tenían una forma de pensar diferente, una forma de sentir diferente y una forma de actuar diferente. Esa parte, ahora que vivimos en democracia –una democracia de 26 años– como que la gente la quiere olvidar”.
–¿Es, entonces, el teatro una forma de construcción social?
–Sí, totalmente. Vos hacés teatro en una calle, en una plaza…, el teatro se puede hacer en cualquier parte, como quieras. El teatro rompe muchas barreras; por eso, la gente tiene mucho miedo, por eso la gente no quiere apoyar el teatro porque conoce el poder que tiene. Una persona se puede estar riendo de algo que está planteando el teatro, pero después se va a su casa, se va a cenar, se toma una cerveza y dice “che, pero esperá un poco, nos estuvimos riendo de esto” y se genera el debate y la gente habla del tema. Por eso es que el teatro no discrimina hombre-mujer, dinero-pobre…
–¿En qué ha consistido su trabajo en el tema de diversidades sexuales?
–Es mi vida misma. Soy un activista de la lucha LGBT en mi país, yo aporto a esa lucha desde lo artístico, participando en las marchas y escribiendo, porque me parece que nos merecemos una sociedad mucho más tolerante e inclusiva. El teatro, en específico, fue un lugar donde las personas que son diferentes no eran juzgadas, era un espacio de tolerancia absoluta. El teatro siempre tuvo más apertura, las artes en general. Entonces, escribí obras de teatro con perspectiva LGBT, tomé hechos de la realidad y los llevé a las obras, participé, me involucré.
–¿Cómo ha sido recibido eso en Paraguay? Esa lucha desde lo artístico…
–Positivo, la verdad. Es raro, no sé si me invitarían a comer un asado a sus casas, pero como existe esa cosa del artista y el escenario, lo digieren mejor. Sí, hay grupos muy fundamentalistas, hay espacios en donde no se habla de educación sexual, la Iglesia católica tiene un fuerte poder en ese tema [diversidades sexuales]. Hay mucho miedo. El miedo es el peor enemigo de las libertades. Cuando uno tiene miedo, se paraliza y no hay que tener miedo.
–¿Cuál es su estrategia para llevar esos temas “duros” a un público masivo?
–El humor. El humor todo lo puede. Sin embargo, no quedarse en el humor, no quedarse en el chiste fácil. Usá el humor, pero metele un mensaje al final, bajalo con un monólogo donde a la gente se le erice la piel o llore. Hay que jugar con el público, con sus emociones. Al público le gusta reírse, pero le gusta también llorar, le gusta también pensar. Como a los niños: “si tomás la sopa, te doy un caramelo”.
La autora es periodista cultural. Trabaja en la revista digital RedCultura.com y en el Centro Cultural de España en Costa Rica.