Rafael Ángel Méndez Alfaro ramendez@uned.ac.cr
“¡Estreno! Estando ya lista la Fábrica de Hielo Eureka. Con un gran depósito para evitar interrupciones ofrece esta fecha al público transportar diariamente el hielo a domicilio a las personas que se inscriban en la lista de Abonados. El precio para los Abonados será de 8 cts. kilo y para el público en general 10 cts. Garantizando que no subirá de precio. La calidad del hielo es inmejorable, pudiendo verse en la misma fábrica que está situada en el edificio de la Fábrica de aceites o en el Depósito central en los bajos de la casa de don Jaime Güell. El agua con que se prepara el hielo es filtrada y pura”.
Este anuncio se publicó en el periódico La República (12/10/ 1887) y revela una de las grandes novedades de los últimos lustros del siglo XIX: la diseminación de fábricas dedicadas a la producción y la venta de hielo en San José y los núcleos urbanos próximos a la capital.
Ligado a un período histórico en el que surgen los primeros diarios en Costa Rica , la difusión de avisos contratados para ofrecer servicios profesionales, hotelería y comercialización de productos importados encontró, en la venta de hielo, una oportunidad lucrativa nada despreciable.
Con la invención de la electricidad y de los primeros sistemas frigoríficos, desarrollados con éxito en la segunda mitad del siglo XIX, los efectos pronto llegaron al país, y los medios de prensa evidencian los cambios experimentados en esa dirección.
Hielo para todos. “Escandaloso. Es lo que está sucediendo desde hace algunos días y en el centro mismo de esta capital, nada menos que frente al Palacio Nacional, en el establecimiento del Sr. G. Benedictis. Allí se vende hielo al ínfimo precio de 2 libras por cinco centavos. ¿Será posible que el público permanezca impasible ante tan importante revolución en el precio del artículo más indispensable en la época actual, en que los calores excesivos tornará a los más pacientes en quisquillosos y pendencieros?” ( Diario de Costa Rica , 12/2/1885).
El comentario anterior, suscrito por el editorialista del matutino josefino, se distingue en temas como el de los costos.
Muy probablemente, la aparición de distintos negocios dedicados a la producción y la venta de hielo, trajo como consecuencia el abaratamiento de los precios. La revisión de distintos medios de prensa muestra la presencia de hoteles, personas físicas y fábricas dedicadas a estos afanes.
Establecimientos como el Hotel de Italia informaban al público de la venta de hielo a 10 centavos el kilo ( La República, 1/10/ 1887). Por otra parte, un negocio llamado Fábrica de Hielo, situado en la calle del Comercio, pasó de cobrar 20 centavos el kilogramo de hielo, en julio de 1886, a 5 centavos en diciembre del mismo año ( Diario de Costa Rica , 12/1/ 1886), a causa del crecimiento de la oferta.
Dos años después, el comerciante local Carlos Volio anunciaba la instalación de una nueva máquina de hacer hielo. El precio, para cantidades no menores a los dos kilogramos, era de 8 centavos el kilogramo: eso sí, con traslado a domicilio incluido y entrega diaria garantizada ( La República, 24/8/1888).
La competencia era tan importante que el hielo llegó a venderse a cinco centavos las dos libras ( Diario de Costa Rica , 11/2/1885), situación que deja ver un mercado muy dinámico.
De forma progresiva, el hielo se incorporó a los hábitos de consumo de ciertos segmentos de la población urbana del centro del país, y pronto encontró una oportunidad de llegar a nuevos consumidores en la entrega a las cabeceras de provincia.
Al respecto, algunos anuncios indicaban que las entregas a provincias colindantes con la capital se llevarían a cabo con un costo adicional de tres centavos por kilogramo ( La República , 12/10/ 1887).
Para entonces, acceder a la estela de frío que dejaba la presencia del preciado artículo, constituía un privilegio reservado para una calificada minoría.
Este tipo de entregas se constituye en un antecedente directo de los célebres “carretones de hielo” que dominaron la escena josefina durante la primera y parte de la segunda mitad del siglo XX. Eran carretones tirados por caballos, que distribuían hielo en los barrios capitalinos a falta de refrigeradoras en las casas.
Esos medios de transporte formaban parte de un conjunto mayor y variado de servicios a domicilio tirados por animales: carretas repartidoras de leña y recolectoras de basura, caballos que trasladaban grandes recipientes de leche y canastos de pan, y, por supuesto, los carretones de hielo, jalados por equinos.
Helados de pera y más. Junto al arribo de los frigoríficos (sistemas de enfriamiento), del hielo en libras y kilogramos, también llegó la novedad de los helados de sabores y del surgimiento de las neverías. Algunas fábricas de hielo promovían la venta de “helados a 10 centavos el vaso” ( Diario de Costa Rica , 14/7/1886), todo un lujo para entonces si se considera el precio del producto.
Establecimientos como el Hotel Cosmopolita, ubicado en el casco urbano de la provincia de Alajuela, anunciaban –junto a cómodas habitaciones– abundante y variada alimentación, y la venta de helados los días jueves y domingos ( Diario de Costa Rica, 18/3/1886).
Negocios como Eureka –promovidos como fábrica de hielo, almacén y nevería– insertaban constantes anuncios en la prensa dando a conocer la primicia de disponer de helados de pera, piña, tamarindo y, para días especiales, como los domingos, “helados napolitanos, de leche y de manzana” ( La República , 13/11/1887).
Este tipo de información suele interpretarse como la presencia de cambios progresivos en hábitos de consumo de ciertos sectores de la población urbana, así como la inserción definitiva de Costa Rica en el sistema capitalista internacional. Para otras personas, todo esto son atisbos de la llegada de la modernidad.
El autor es coordinador del Programa de Estudios Generales de la UNED y profesor asociado de Historia de la Cultura en la Escuela de Estudios Generales de la UCR.