En la finca Las Colinas, en Sarchí, cientos de personas desnudan el cafetal durante los finales y principios de cada año. Para retratar una faena de recolección de café hay que ubicarse al tope de la rapidez y la atención de los peones. En el cafetal, una escena se pierde totalmente en un segundo.
Tomé esta fotografía en diciembre del 2013. La cajuela (12,9 kg) se pagaba a ¢ 850. Al amanecer, los peones bajaban entumecidos de los camiones de ganado que los habían traído hasta la finca. Llenar el canasto no era fácil, mucho menos fotografiarlo; toda la plantación estaba empapada de rocío.
El principal obstáculo era la desconfianza: los hombres y las mujeres que llenaban la finca vestían de la forma más humilde pues toda su ropa toma el color de la tierra y de la miel seca del café maduro. Era la última situación donde querrían una cámara al frente de ellos; las primeras fotos eran de personas que escondían los rostros en las ramas.
Los únicos curiosos eran los niños: por fortuna, mi madre era profesora de una gran mayoría de ellos. Fueron los niños quienes me acercaron a su padres y crearon la confianza necesaria para que olvidasen la presencia de la cámara. Ya no era un extraño universitario: era un habitante más de Sarchí.
El día en el cafetal finaliza a las 2 p. m. Las personas llevaban la cosecha al pie de los grandes cajones empujados por tractores. Dentro del vagón estaban el capataz de la finca y un supervisor con una caja de lata llena hasta el tope con monedas. Los recolectores formaron una fila frente a los tractores para descargar el fruto.
Al principio me ubiqué dentro del cajón, pero después intenté otro encuadre: busqué una escena de contraluz, desde la perspectiva de los peones, en medio de la fila.
No tengo una justificación elaborada para el uso de blanco y negro: soy un estudiante de periodismo que lleva muy poco tiempo en la fotografía y que se crió con libros ilustrados de la II Guerra Mundial, así que fue un experimento.
Empleé un proceso de alto rango dinámico (HDR) en el retoque para no perder los detalles del cielo y de las personas, y para probar la técnica. Esta fotografía se publicó en enero de 2014 en el Semanario Universidad como parte de la serie Esfuerzo medido en cajuelas .
Los fotógrafos Spencer Tunick y Andrés Asturias evaluaron la fotografía durante el Festival Internacional de Diseño del 2014. Asturias no simpatizó con el HDR pues lo considera una moda de la era digital. Tunick me recomendó continuar; para el fotógrafo norteamericano, la técnica resaltaba la alegoría de la escena.
Algunas personas han comentado que la fotografía les recuerda el antiguo billete de 5 colones. Su agrado ratifica mi compromiso como estudiante y periodista: respetar la manera que los peones, mis vecinos, tienen para ganar su vida.