Jurgen Ureña
L as primeras imágenes de Dogville (2003) le proponen al espectador un pueblo pequeño y empobrecido, perdido en medio de las Montañas Rocosas, dibujado con tiza sobre el suelo. Poco después, en sintonía con la audacia que supone imaginar ese pueblo como una gran rayuela, se hace evidente que el filme ha preferido los arquetipos a los personajes y que su hermosa protagonista es solo el motivo argumental que permite tejer a su alrededor una terrible metáfora sobre la mezquindad humana.
Dogville es un descarnado cuento de hadas que se desarrolla durante la Gran Depresión de los años 30 en los Estados Unidos. Es también una breve teoría sobre el cine y sus relaciones con el teatro y un siniestro mecanismo cuyo movimiento pendular conmueve al espectador al tiempo que arroja preguntas radicales sobre él. Lo anterior podría parecer excesivo y, sin embargo, puede explicarse de una manera muy sencilla: su director se llama Lars von Trier.
Von Trier es un sospechoso habitual en la escena del cine contemporáneo. Su ópera prima, El elemento del crimen (1984), fue recibida como un gesto renovador del cine policiaco europeo; a mediados de los noventa escribió, junto a Thomas Vinterberg, las reglas del Manifiesto del Dogma 95, cinco años después recibió la Palma de Oro del Festival de Cine de Cannes por Bailarina en la oscuridad (2000) y una década más tarde fue declarado por las autoridades de ese festival como “persona non grata ” debido a unas declaraciones de tono ambiguamente antisemita.
Von Trier es el cineasta danés más celebrado de su país desde Carl Theodor Dreyer, de cuya película más significativa, La pasión de Juana de Arco (1928), parece haber heredado la afición por martirizar a sus personajes femeninos. ¿Es Von Trier un misógino, un cínico o un manipulador? En respuesta a esa pregunta, el crítico estadounidense Jonathan Rosenbaum ha afirmado de manera aguda: “es un artista muy honesto en su deshonestidad”.
Los infortunios de la virtud
Dogville es cine que desequilibra y que duele, que estimula el pensamiento y dificulta la respiración conforme nos introduce en un mundo demasiado mezquino y opresivo para sobrevivirlo. La película recupera algunos de los motivos que gobernaban la llamada Trilogía del Corazón de Oro de Von Trier, conformada por las películas Rompiendo las olas (1996), Los idiotas (1998) y Bailarina en la oscuridad (2000).
Von Trier fue adivinando el perfil del ser humano destinado al sufrimiento cuando leyó Corazón de oro , un libro de cuentos infantiles daneses sobre el amor, la inocencia, el engaño y el sacrificio. Lo leyó cientos de veces cuando era niño a pesar de que su padre lo encontrara ridículo. Lo llevó posteriormente a la pantalla en varios de sus largometrajes, no obstante sus personajes podrían parecer demasiado bondadosos para ser verosímiles.
En el terreno de las citas cinematográficas, resulta relativamente sencillo leer Dogville en relación con la “América soñada” por los estadounidenses durante la década de los años 40, en películas como ¡Qué verde era mi valle! (1941) y ¡Qué bello es vivir! (1946). Sin embargo, la referencia cinéfila que cobra mayor fuerza en el caso de Dogville , además de la mencionada Pasión de Juana de Arco , es, sin duda, la de Viridiana (1961).
En esa película el director Luis Buñuel hace del cuerpo inerte y pálido de Viridiana, dormido por el efecto de un narcótico, el territorio que enfrenta con violencia toda clase de convencionalismos y tabúes.
De manera análoga, esa fragilidad luminosa representa la virtud que condena al sufrimiento y después a la venganza al personaje de Grace, interpretado en Dogville por una Nicole Kidman que está en permanente estado de gracia.
Buñuel ataca con fuerza la tradición bien pensante y la institución de la caridad por medio del personaje de Viridiana. Von Trier sigue los pasos del maestro aragonés al concebir a Grace como una heroína que propicia a su alrededor las emociones más impulsivas y contradictorias, desde la compasión a la más terrible ira, desde la necesidad de ser solidario al deseo de explotar y degradar al otro.
Crónicas de un pueblo de tiza
La primera imagen de Dogville retrata al pueblo entero visto desde las alturas. El espectador recibe entonces el privilegio de observar la villa desde los ojos de Dios. Algunos minutos después, un perro de tiza ladra y señala de esa manera la presencia de Grace. Mediante ese recurso, Von Trier parece afirmar que toda imagen cinematográfica, desde la más cándida hasta la más grotesca, es en última instancia un simulacro. Un simple trazo de tiza.
Dogville es el resultado extremo de ese planteamiento intelectual; un reto a la capacidad del espectador para creer e imaginar; una “verdad” que evidencia a cada paso esa mentira que llamamos cine al tiempo que se sirve de su lenguaje y de su tradición. Está dicho: Von Trier es un mentiroso verdadero; un artista muy honesto en su abierta e irreverente deshonestidad.
Desde la perspectiva elevada de esa primera imagen del filme , el pueblo de tiza se presenta además como una gran rayuela. Así, Dogville se muestra desde el principio como un juego y como un acertijo. En el prólogo de la novela más célebre de Julio Cortázar, titulada precisamente Rayuela , el escritor argentino explica que el término se refiere a “un dibujo dividido en sectores, compartimientos o casillas, en el que se concentra la atención y gracias al cual se facilita el cumplimiento de una serie de etapas espirituales”.
Esta breve definición podría funcionar como una sintética lectura de Dogville . La rayuela coincide además con el motivo infantil –esencial en toda la filmografía de Von Trier–, con el vía crucis transitado una y otra vez por sus heroínas y con el carácter lúdico que se materializa en la puesta en escena de la película. En consecuencia, según la lógica feliz de las vanguardias, Dogville debería escribirse con “r” de rayuela. Con la misma “r” con la que se escribe radical, rebeldía, rareza, reflexión, reto, reverso, revelación, ruptura, rencor y rabia.
Buen cine gratuito
Dogville se proyectará en la sala Gómez Miralles del Centro de Cine, en barrio Amón de San José, el jueves 31 de marzo y el jueves 28 de abril a las 7 p. m. La entrada es gratuita.
Ficha técnica del filme
Título original: Dogville
Año: 2003
País: Dinamarca
Duración: 177 min.
Dirección y guion: Lars von Trier
Producción: Marianne Slot, Els Vandevorst y Vibeke Windeløv
Música: Antonio Vivaldi
Dirección de fotografía: Anthony Dod Mantle
Elenco: Nicole Kidman, Paul Bettany, Lauren Bacall, Stellan Skarsgard, James Caan, Ben Gazzara, Udo Kier y Chloë Sevigny