Occidente tradicionalmente ha tenido un velo que le cubre los ojos cuando se aproxima a las realidades de los países de Oriente Medio. Este velo puede venir de agencias de noticias, de filmes estereotipados o incluso de la ignorancia sobre aquellas culturas, entre otros factores.
El cine permite tener una visión del contexto geográfico, costumbres y hasta del idioma; no obstante, se pueden pasar por alto elementos significativos tanto en lo argumentativo como en la contextualización de los hechos, debido al velo de la intolerancia o simplemente al desconocimiento.
Las películas también pueden ser hechas con fines propagandísticos o se prestan para tergiversar las situaciones que relatan; por ello, hay que recordar el carácter ficcional del sétimo arte y comprenderlo como una mirada particular y no como una verdad absoluta.
De cualquier manera, la posibilidad de ver Oriente Medio por medio del cine propone un acercamiento a estas sociedades, y en el caso de los filmes La bicicleta verde (Haaifa Al Mansour, Arabia Saudí, 2012) y Hair (Mahmoud Ghaffari, Irán, 2016), sus temas son de gran interés y permiten conocer mejor la realidad de las mujeres en estos países.
La libertad en ruedas
En La bicicleta verde , Wadjda es una niña de 10 años que usa tenis y jeans , que prefiere jugar con su mejor amigo a hacer la tarea y que sueña con tener una bicicleta. Ella es como cualquier otra niña a esa edad.
En una entrevista al diario español El País , la directora dijo: “Es un fragmento de vida, de mi vida, intimista y dulce que celebra mi cultura a la vez que muestra con honestidad y sin ofender lo difícil que es el día a día de ser mujer en Arabia Saudí”.
Al Mansour se convirtió en la primera mujer saudí en filmar una película en su país, no sin experimentar adversidades: como no es tradicional que una mujer hable a los hombres en la vía pública, ella tuvo que dirigir desde una camioneta, donde veía en un monitor la escena y, por un radio comunicador, daba instrucciones a los actores.
Para la realizadora, los pequeños cambios son los más importantes; por eso filma una historia sencilla en la que denuncia aspectos cotidianos con el fin de promover un cambio: “No todos los días una mujer es apedreada. Sin embargo, todos los días una mujer no puede ir al trabajo porque no la dejan conducir. Y es el día a día lo que hay que empezar a cambiar”.
En el filme se contrasta la situación de la madre de Wadjda, que necesita de un hombre que la traslade al trabajo, con la de la protagonista, para la cual la bicicleta viene a ser el ejercicio de libertad y seguir adelante.
Junto con la denuncia viene la educación. Al Mansour enseña al inexperto espectador y a aquellos que opinan de forma irresponsable contra de las tradiciones sauditas, bajo la premisa de que en Occidente se vive de manera más “civilizada”.
Como telón de fondo de la línea argumentativa en la que la niña quiere una bicicleta, la directora hábilmente describe la compleja sociedad de su país: las costumbres de cortejo, los códigos de vestimenta, las costumbres para comer, el tipo de educación, entre otros.
Se trata pues del contraste de dos modos de ser: quienes siguen la tradición y quienes viven de manera más moderna. La ley no castiga a una mujer por andar en bicicleta, ni por no usar la abaya , túnica larga que cubre hasta los pies, sino que se trata de una sanción moral que viene desde los sectores más conservadores.
Véase como ejemplo a la amiga de la madre, quien trabaja libremente en un hospital, es soltera y no viste con la abaya . En oposición, la madre de Wadjda va a un centro comercial y compra un vestido de alta costura que usa debajo de su abaya. Ninguna está obligada por ley a vestir de una determinada manera, simplemente una mujer mantiene una tradición y la otra no.
En este cine, la mirada occidental se centra en los comportamientos y costumbres que describen a las mujeres, pero en La bicicleta verde se aprecian hombres que usan el bisht , equivalente a la abaya , y otros no. En el caso del hiyab , el filme muestra las situaciones en las que los personajes femeninos lo usan.
Los vestuarios tradicionales y las costumbres ancestrales se van perdiendo tanto en Arabia Saudí como en Costa Rica y demás países, en parte por el proceso de la globalización, pero también por el continuo avance de la civilización, que opta por establecer nuevas costumbres.
Cabe preguntarse, ¿cuál es el vestuario tradicional de Costa Rica? ¿Cuán frecuente es usado por la población? ¿Se guarda respeto cuando se ve a alguien usar un atuendo tradicional en situaciones cotidianas?
Un grito ahogado
En Hair , tres mujeres sordomudas y campeonas iraníes de karate buscan participar en el mundial de la especialidad en Alemania. Ellas viven en las instalaciones deportivas que el Estado les facilita.
Su sueño es truncado cuando surgen diferencias entre el Comité Olímpico Internacional (COI) y las autoridades iraníes, que exigen que se respeten sus costumbres: las jóvenes deben usar el hiyab para no mostrar el cuello y esto no es permitido por el COI.
La indefensión de las karatecas es resaltada por el hecho de que no pueden hablar. La cinta se convierte en un angustioso escenario en el que se denuncia tanto la situación de la mujer, sujeta a códigos de vestimenta por terceros, como los problemas de comunicación que experimentan por su discapacidad.
Sobre el tema jurídico, Eliade y Couliano escriben en su Diccionario de las religiones : “La sharia es la ley divina del islam y la interpretación de la ley es el figh o jurisprudencia. Mahoma no distinguió entre la ley religiosa y la ley civil. En cada país musulmán la aplicación de la sharia depende del grado de secularización del Estado mismo”.
Las autoridades iraníes están anuentes a que las deportistas participen en las justas y lo único que piden es que se respete la vestimenta tradicional. Entonces, ¿por qué el COI no admite la vestimenta islámica?
En el filme, las karatecas en un ingenioso intento de jugar con las reglas, quieren participar usando el chador, prenda que cubre todo el cuerpo: su intención es presentarse cubiertas para guardar respeto a la tradición, pero competir con el karategui (uniforme oficial).
El Estado decide expulsar a las karatecas como represalia, violenta su hogar y les quita sus privilegios. Las jóvenes tendrán que regresar a sus ciudades respectivas con la incertidumbre de si se verán de nuevo. La frustración es mostrada por Ghaffari en una escalofriante escena en la que una de las jóvenes se rapa el cabello como protesta.
Cada asociación deportiva cumple con los estatutos de su respectivo país, pero para los occidentales es difícil aceptar la vestimenta de las culturas islámicas. En las pasadas olimpiadas en Río, la participación de mujeres de países islámicos se incrementó en casi un 30% gracias a que se les permitió competir con prendas tradicionales.
¿Acaso no es ese el espíritu olímpico? Permitir a diferentes personas competir sin distingos de sexo, raza, ideologías o condición socioeconómica.
¿Quién necesita descorrer el velo? ¿Las mujeres musulmanas que siguen su tradición o los occidentales que llevan el velo invisible de la intolerancia?
Preámbulo, buen cine gratuito
El ciclo Preámbulo proyectará hoy, domingo 12, Hair a las 4 p. m. y La bicicleta verde a las 7 p. m. Ambas funciones se realizarán en la sala Gómez Miralles del Centro de Cine, ubicado detrás del Instituto Nacional de Seguros, en barrio Amón de San José. La entrada es gratuita.