La biografía misma del célebre académico Benedict Anderson , quien murió en diciembre del 2015, parece impulsarlo a la carrera multifacética que propagó su pensamiento por universidades de todo el mundo.
Nacido en Kunming, China, en 1936, hijo de padre angloirlandés y madre inglesa, residió de niño en California e Irlanda, se formó en King's College, Cambridge (Reino Unido), y en la Universidad de Cornell, donde terminó convirtiéndose en uno de los principales estudiosos del sureste asiático. Falleció el 13 de diciembre en Batu, Indonesia, su país más amado y estudiado.
Esta vida peregrina no pasaría de la anécdota si no fuera la veta de donde Anderson extrajo su pensamiento antiimperialista e internacionalista, vertido en el popular y controversial libro de 1983 Imagined Communities ( Comunidades imaginadas ). Con esta publicación buscó restaurar el poder revolucionario del nacionalismo y trazar una historia crítica de ese concepto, tan manoseado en la discusión política actual.
Esa vida inquieta anima las memorias póstumas de Anderson, publicadas en mayo en inglés por Verso Books. A Life Beyond Boundaries es una autobiografía intelectual sucinta que invita a releerlo , sentir su ánimo emancipatorio y su método comparativo en una época de conceptos mal entendidos y pobremente discutidos: nacionalismo, globalización, revolución.
Son los sospechosos usuales, pero en el trabajo de Anderson –de sus estudios de Java a sus reflexiones sobre el anarquismo–, no se someten a juicios rápidos. Su célebre libro de 1983, que vendió más de 500.000 copias, se basaba en tres paradojas del nacionalismo. Entendido popularmente como un sentimiento antiguo –y nacido en Europa–, era en realidad una invención reciente. Es universal, aunque se supone que cada nación se autodefine de forma distintiva. Además, goza de incomparable poder político, a pesar de su frecuente incoherencia y pobreza conceptual.
Así, esos lazos imaginarios podían desembocar en dos vías: movilizar a nacientes comunidades o ser fácilmente apropiados “por fuerzas represivas y conservadoras que, al contrario de anteriores nacionalismos antidinásticos, tienen poco interés en solidaridades entre naciones”.
Tal forma de entender el nacionalismo y el internacionalismo fue posible para Anderson por su insistencia en el estudio comparativo (en el libro, México, Tailandia, Francia y China resultan más cercanos de lo que la historiografía tradicional y la teoría política los consideraban).
Narrar la agitada historia de un país como Filipinas puede inducir al vértigo; no obstante, se explica mejor en un contexto global. “La comparación en manos de Ben procuraba volver a pensar ideas recibidas más allá de los límites aceptados”, escribió el historiador Vicente L. Rafael .
Anderson lograba iluminar reacciones en cadena que conectan sitios disímiles en el mundo; esta red cuestiona tanto las narrativas nacionalistas como las imperialistas, que aspiran a borrar la especificidad histórica de cada nación y territorio.
“La historia emerge aquí como una fantasmagoría de posibilidades, influyendo, descentrando y desplazando una a otra”, dice Rafael. Al escribir una historia así, dice su colega, Anderson era capaz de hacer visible lo obvio, oculto por serlo; se abrían vías para nuevos futuros posibles.
En su último libro, tal vez sin querer, a Anderson le salió una invitación a imaginar otra forma de pensar y hacer dentro y fuera de la academia, nacida de las tradiciones que dieron forma a esas instituciones de saber, pero lista para desprenderse de las limitaciones de la rutina, el éxito inmediato y la burocracia.
Hacia el cierre de A Life Beyond Boundaries , Anderson se detiene en un tema muy actual: por más que se habla de “interdisciplinariedad” , de conocimiento que surja del cruce de disciplinas académicas, se detalla poco cómo puede llevarse a la práctica y cómo se vería un estudio así en la actualidad.
Escrito con un estilo límpido, jocoso y satisfecho, A Life Beyond Boundaries es un libro para conocedores del trabajo de Anderson, pero también para lectores interesados en la historia, la política y las culturas del siglo XX.
En su voz, esta práctica académica parece materia de juegos y bromas antes que de gris seriedad y elitismo. Estimula reflexión y activismo por partes iguales, como cuando Anderson se opuso activamente al autoritarismo en Indonesia y fue expulsado del país por más de dos décadas. Su amor por aquella nación permaneció intacto.
En el folclor de Indonesia y Tailandia, hay una bella figura: una rana que vive bajo medio coco, ignorante de todo lo que ocurre alrededor. En su último libro, Anderson invita a todas las ranas del mundo a saltar, descubrir, encontrarse y, así, verlo todo nuevo.