En un bello parque se oculta el sol de otoño. Mientras a lo lejos fluye el río, en la colina, el pabellón Carlos X empieza a agitarse, personas van y vienen, algunos artistas y sus acompañantes no ocultan su inquietud. Nos encontramos en Saint-Cyr-sur-Loire, ciudad del centro oeste de Francia, en la región de Tours. Es miércoles en la tarde y está pronta a inaugurarse la exposición colectiva de la Asociación Costarricense de Artistas Visuales (ACAV).
Al día siguiente, el periódico La Nouvelle République da cuenta de la inauguración titulando su reportaje Los colores de Costa Rica. El diario señala la participación de 24 creadores de un pequeño país de la América Central que constituye un puente de vegetación debido a su posición geográfica entre dos masas continentales.
El diario continúa diciendo: “Cada uno de los artistas aporta diferentes observaciones plásticas sobre su medio natural y su biodiversidad, pero además trasmite con pasión el contacto directo con el paisaje tropical”.
El artículo señala mi aporte como comisaria de la exposición; de Dolores Laval, secretaria de la Asociación Francia-Costa Rica; de Paul Olivier, presidente de la Asociación; de Rosemary Gólcher, y de Carlos Poveda, directivo de la Asociación de Costarricenses Residentes en Francia (ACRF).
Antigua atracción. Se presumía que el alcalde iba a inaugurar la exposición; sin embargo, al no haber asistido ningún miembro de la Embajada de Costa Rica en Francia, su lugar lo ocupó la alcaldesa adjunta de la región de Saint-Cyr, Francine Lemarié. Son razones de protocolo, pero nos queda un sabor amargo.
Noharemos un repaso detallado de las múltiples labores de los artistas puntualizando exposiciones, premios y obras, pero sí hemos de dejar patente que esta exposición ha marcado su profunda huella al hacer emerger el arte nacional en tierras lejanas.
Nuestro pequeño mundo tropical siempre ha deslumbrado al europeo, y los franceses no son la excepción. Realmente, la mayor riqueza del país ha sido su biodiversidad, y desde muy temprano de nuestra historia se publicaron, en Europa, estudios acerca de este tema.
Por ello, numerosos botánicos europeos recogieron especímenes y los trasladaron a láminas científicas de la mano de numerosos artistas. Asimismo, científicos y educadores suizos y franceses aportaron su conocimiento a nuestra nación.
No puede obviarse la influencia foránea en el arte costarricense y el aporte de algunos rasgos de su cultura europea, pero es pertinente señalar que los pintores costarricenses también han tenido interés en revelar, en el extranjero, características de nuestra cultura, del arte y de las riquezas naturales.
Grupo dinámico. Clorito Picado (Clodomiro Picado) tal vez haya sido el primer costarricense quien expuso en Francia la riqueza biológica de nuestra tierra. En su tesis de grado para obtener su doctorado en la Facultad de Ciencias de París (1909), Picado presentó una serie de dibujos científicos en acuarela sobre las plantas bromeliáceas epífitas.
Algunos artistas nacionales también han seguido su huella y han hecho exposiciones en las cuales el elemento biológico es el centro de atención. Ellas están llamadas a atraer la mirada de los franceses sobre nuestras riquezas naturales.
Tal es el caso de Cristina Fournier-Beeche con sus espléndidas acuarelas. Asimismo, es el caso de Edgar León y de Carlos Poveda, artistas residentes en Francia. Poveda es miembro honorario de la ACAV.
Muchos otros de nuestros reconocidos artistas han expuesto o vivido en Francia; sin embargo, no se los consigna aquí pues su interés plástico no es el entorno natural.
En la exposición Costa Rica, puente verde, nos encontramos con un grupo dinámico, entusiasta y bien preparado, conformado por 24 artistas de la ACAV. Ellos escrutan lo que los rodea con otros ojos, y aportan interesantes observaciones plásticas acerca del entorno, la biodiversidad y el clima de nuestra tierra.
Así como la curiosidad por lo exótico y las leyendas sobre nuestras riquezas atrajeron a muchos extranjeros, nuestros artistas -en esta exposición- seducen, muestran y plasman en imágenes la abundancia de nuestro suelo.
Libertad plástica. El empleo de diversas técnicas y la experimentación plástica son el caballo de batalla de muchos de esos artistas; el deseo de expresar la fuerza de la naturaleza por medio del color, la forma o el movimiento son el aporte de muchos otros.
Casi todos disfrutan con gran pasión el contacto directo con el paisaje de esta tierra tropical y son parte de la afición por dicho paisaje, que se refleja en arte nacional del siglo XX como una constante.
Estos pintores costarricenses quieren dejar una huella a su paso por Francia e instan al público a percibirlos de manera especial, dado que, como pueblo, tienen sus propias características y, como artistas, perciben su entorno de modo singular.
Los artistas visitantes invocan la libertad plástica y desean que su arte y sus ideas no sean sometidos a normas. La muestra pone en evidencia la convivencia de dos mundos diversos, pero unidos.
Ha sido un día agitado para los tres artistas presentes, Carlos Poveda, Rosemary Gólcher y Mariamarta Pacheco, para sus familiares, para algunos costarricenses que estábamos dispuestos a cooperar, y para los miembros de la Asociación Francia-Costa Rica; pero todos nos sentimos orgullosos del montaje que realizamos en las dos plantas de esa bella edificación del siglo XVIII, donde se destacan las obras de 24 de nuestros creadores.
El río Loira sigue fluyendo y, en la colina adyacente, un grupo de artistas llegados desde muy lejos han marcado su impronta y han imaginado la naturaleza.
Como metáfora del exuberante bosque tropical que los ha rodeado toda su vida, los artistas de nuestro país han entrelazado color, texturas y elementos arbóreos, y han tendido un puente verde que cruza más allá del río a tierras lejanas.
La autora es curadora e historiadora del arte.