Mantener la tradición de elaborar artesanía en arcilla fue un reto para Hortensia Briceño, quien desde muy pequeña se dedicó a la actividad, muy común en Guaitil, Santa Cruz, Guanacaste.
Desde los siete años vio cómo su familia (en especial su abuela, de origen chorotega) trabajó la arcilla y decidió seguir su ejemplo.
“Yo todo lo que veía en mi imaginación lo hacía, desde la idea hasta los colores”, dijo la orgullosa artesana que en 1996 fue galardonada con el Premio Nacional de Cultura Popular Tradicional.
En la actualidad, ya no se dedica a realizar este tipo de artesanía, pero guarda una inmensa pasión por esta tradición.
De su creación, destacan vasijas, comales, ollas, jarrones, tinajas, entre otras artesanías que conforman más de 100 piezas originales que se cotizaron tanto en Costa Rica como en el extranjero, según manifestó.
Su técnica fue tan tradicional que incluso le molesta que otros artesanos que hacen estas obras en la zona no sigan las técnicas precolombinas que ella empleó.
“En Guaitil todavía hay artesanos, pero ya de tradición casi no, porque los que están ya casi no trabajan a mano”, comentó.
También criticó la mala extracción de la arcilla que realizan estos artesanos en el terreno que el Gobierno les cedió hace algunos años pues contaminan el material con arena.
La artesana aseguró que cada una de sus obras se pintó con tintes naturales, en especial curioles (pigmentos de la tierra), lo que identifica la artesanía original de la cultura chorotega.
“Es muy cansado. Con la arcilla, cuando uno empieza una pieza, la debe terminar sin detenerse”, dijo.
El poco apoyo a los artesanos, por parte de las autoridades, también limitó la promoción de sus productos. Según cuenta, era muy difícil asistir a algunas ferias porque vivía muy lejos y a veces le costaba mucho conseguir un espacio.
Formó, junto con otras mujeres alfareras, Coopearte, una cooperativa que ya no existe, pero cuya función fue expandir el conocimiento en alfarería tradicional.
Siempre tuvo el interés de heredar su conocimiento y por eso dio clases en distintas instituciones, incluyendo la Universidad de Costa Rica (UCR).
Todos los esfuerzos dieron resultado en su momento; sin embargo, su familia no se dedica a la actividad pues no ve en la alfarería un buen futuro económico y ahora se dedica a otros oficios.
A sus 84 años, Briceño afirmó guardar solo buenos momentos de su recorrido por la artesanía y resaltó que son esas memorias las que la mantienen viva.