El trabajo del científico británico Alan Turing permitió descifrar el “impenetrable” código Enigma de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, lo cual, a su vez ayudó a los aliados a ganar la guerra y a salvar incontables vidas.
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Turing (1912-1954) también es ampliamente considerado como el padre de las ciencias de la computación y de la inteligencia artificial.
Sin embargo, en la reciente película Steve Jobs , sobre el cofundador del gigante tecnológico Apple, se sugiere que Jobs descartó la posibilidad de usar la imagen de Alan Turing en una campaña publicitaria porque era un desconocido, a pesar de que el mismo Jobs creía que el nombre de Turing –su héroe personal– debería estar en la boca de todos los niños en edad escolar.
¿Por qué el precursor de algunos de los avances más revolucionarios en la historia de la humanidad estuvo a punto de desaparecer de la memoria colectiva? ¿Por qué intentaron borrarlo deliberadamente?
Era homosexual. Por esto lo trataron como a un delincuente, lo encarcelaron, lo condenaron, y lo sometieron a una castración química para anular su apetito sexual. Esto provocó cambios visibles en su cuerpo, como el crecimiento de pechos.
La tortura sicológica, producto del tratamiento y sus efectos secundarios, muy probablemente, llevó a Turing a quitarse la vida. Se le suma otro tabú al personaje: el suicidio.
Hoy, su historia se nos vuelve relevante, tanto por el reconocimiento de la injusticia cometida, como por la lucha que se está dando a favor de los derechos humanos. Es útil heroizarlo en esta dirección.
Hay quienes piensan que ser homosexual fue lo que lo rescató del anonimato, que si no fuera por ese “detalle”, hoy no habría tanto interés por este personaje, y que deberíamos recordarlo y valorarlo más bien por sus logros, no por su orientación sexual.
Pero fue precisamente por su orientación sexual que estuvimos a punto de no saber que existió ni que ayudó a modelar el mundo actual. Fue por esto que lo humillaron, y le quitaron el deseo de seguir viviendo.
Gracias a sus teorías, Alan Turing logró sobrevivir en el ámbito computacional como la figura fundamental que merece ser, pero durante décadas estuvo ausente de la consciencia de las masas, hasta hace relativamente poco.
Hoy nos recuerda que cualquier persona es susceptible de ser agredida por no ajustarse a la moral y al estilo de vida mayoritarios, aún si no le causa daño a nadie con su proceder.
La obra de teatro Rompiendo códigos , de Hugh Whitemore, plantea que Alan Turing vivió obsesionado con la imposibilidad de saber con certeza lo que está bien y lo que está mal.
Si la felicidad y el amor son aspiraciones universales, podríamos llegar a la conclusión de que existe gran hipocresía en juzgar como “incorrectos” actos que buscan la realización personal y que no atentan contra los derechos de los demás.
Con base en este juicio, por doquier se niegan derechos humanos básicos, como construir un proyecto de vida aceptable al lado de la persona amada, acompañarla en momentos de hospitalización y asegurar la estabilidad económica de la pareja, si se muere primero.
Abundan las razones para considerar a este genio como un héroe, pero santificarlo o demonizarlo no permitirá captarlo en su justa dimensión. Humanizarlo ayudaría. Y, de paso, nos enriquecería.
‘Rompiendo códigos’, de La Carne Producciones y la Compañía Nacional de Teatro, se presentará hasta el 13 de marzo en el Teatro 1887, en funciones de jueves a domingo en el Centro Nacional de Cultura. Las presentaciones se realizarán a las 8 p. m. Dirige Fabián Sales.