Con inscripción pagada por ¢13.000. Paquito acudió a participar en el Tope Nacional. Él, orgulloso luciendo su plumaje cobre, iba montado sobre Cuatro Plumas, sin nada que envidiarle a los demás jinetes .
A su paso todos querían una foto con él y el gallito de dos años de edad, sensación del tope, posó para las cámaras.
La estampa era más que divertida. Gallo y caballo de palo llamaron la atención del público que estaba paciente esperando ver a grandiosas ejemplares de raza, pero Paquito y Cuatro Plumas se robaban el show .
Los imponentes animales de cuatro patas, con todo y sus pelajes brillantes y cientos de kilos de peso, no pudieron contra la popularidad de Paquito; él era toda dulzura y hasta se posaba sobre los regazos o los hombros de las muchachas para un selfi.
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“Este es el mejor amigo que yo pueda tener; es por eso que lo traje. No tengo caballos, pero tengo 16 gallos, 25 gallinas, cuatro gatos y como 150 palomas que llegan a comer a la casa todos los días”, comentó Martín Herra, dueño de Paquito.
La intención de este vecino de Concepción de Tres Ríos al llevar a Paquito al Tope Nacional es crear consciencia en las personas para que consideren a los gallos como animales de compañía y no como carne para comer.
“Ellos no son solo comida, son excelentes mascotas y son muy inteligentes. No sé qué sería de mi vida sin Paquito”, dijo.
A Martín ,de 58 años, no le importó hacer a pie el recorrido del tope que comenzó en plaza González Víquez y terminaría en la estatua de León Cortés, en La Sabana, para que su fiel amigo pudiera lucirse.
Cuatro Plumas, sencillo ejemplar de madera y aluminio, fue un poco improvisado. La construcción del medio de transporte del gallo se llevó a cabo la noche del viernes. “Conseguí varias cosillas viejas para armar el caballo porque, aunque Paquito desfila con mucha gracia, hay ratos que tiene que descansar”, aseguró Herra.
Entre tanto cuadrúpedo grandulón, finísimo o criollo, Paquito fue el jinete más gallo de todo San José.
Con rostro de niños.
John y Emiliano se portaron muy bien. Ellos estaban sentados en sus banquitos a un costado del parque Central, en San José, esperando pacientemente que el Tope Nacional pasara al frente.
“A mí me gusta aquel caballo café”, dijo Emiliano, de tres años, mientras señalaba entre un puñado de equinos de color blanco, café y negro.
“¡Ah no, Emi! Los más cargas son esos negros que tienen como medias”, le dijo su hermano John.
Los pequeñitos hacían sus comentarios como los más experimentados caballistas del país; en sus apreciaciones lo más importante era cuál se veía más grande, más bonito o cuál hacía pasos divertidos.
A su lado, estaban Justin y Kendra. Sentaditos en unas sillas de plástico, estos chiquitines estaban más entretenidos en comerse las galletas con refresco gaseoso que les daba su mamá. “Todavía no podemos ir al baño, porque hay mucha gente”, contó Justin, mientras Kendra solo acertó a decir que la calle olía un poco feo.
A unos pocos metros estaban Carolina, Jafet y Marcos. Ellos fueron a San José a ver el tope porque a su tía Maricel le gustan estos animales. “Mi tía me dijo que me iba a montar en un caballo grandote, pero no ha pasado ninguno que me deje”, afirmó un poco desilusionada Carolina, de seis años, mientras le gritaba a un jinete: “¡Yo, yo! Mónteme a mí!”.
Un joven muy elegante escuchó a Carolina y le cumplió su deseo. La niña no cabía de la felicidad y posó con mucha gracia mientras su tía le tomaba fotos con el celular.
“Me asustó mucho, pero qué bonito se ve todo desde ahí arriba”, dijo alegre.
El Tope Nacional tuvo este 2015 un rostro muy familiar, pero, sobre todo, estuvo caracterizado por la participación de muchos niños que llegaron desde muy temprano vestidos con camisas a cuadros, botas y sombreros.