Bajo las ramas protectoras de un árbol, Caroline Mora, de Moravia, saco su celular y se tomó una foto sonriente junto a su pareja, Gabriel Córdoba.
El domingo 4 de diciembre fue la segunda que venían al Paseo Gastronómico La Luz, en barrio Escalante, a pasearse por los puestos en búsqueda de buena comida y un espacio para compartir.
“Todo se ve diferente al año pasado, mucho más ordenado y hasta hay más variedad de comida”, explicó Córdoba, quien estaba sentado en una de las tantas mesas al aire libre disponibles en la calle 33, en la que se ubica el Paseo Gastronómico.
Sin preguntar por qué el ambiente estaba tan frío, Caroline Mora dio rápido el veredicto: “el problema es la lluvia, así está bastante difícil”, explicó, mientras se tomaba un café.
Lluvia. Este año, el Festival Gastronómico La Luz incluía las creaciones de 19 restaurantes asentados en barrio Escalante y optó por ofrecer más espacios para disfrutar de estas comidas al aire libre.
Las primeras dos horas transcurrieron con normalidad. Los puestos ofrecían platillos de todos tamaños y orígenes y la asistencia podía ser de un par de miles de personas.
Pero la lluvia, que amenazó desde el inicio del festival, llegó con fuerza a la 1:30 p. m. y cambió completamente la experiencia del festival –cuyos mayores atractivos eran las actividades y degustaciones al aire libre–.
Los más preparados se paseaban por las calles vacías en la búsqueda de provisiones. Algunos caminaban con pinchos en la mano, otros pedían los alimentos tapados para llevarlos a casa.
Los menos preparados se amontonaban en aleros, árboles y techos de casa cercanas para resguardarse de la lluvia, que a las 2 p.m. ya se había vuelto parte de la experiencia.
Muchos de los “desombrillados” tomaron el parqueo del Fresh Market como su albergue, para sentarse en el piso a disfrutar de una cerveza, una galletas o un maní.
Aunque la organización del festival dispuso en el espacio público estaciones para lavarse las manos, baños portátiles y puestos de comida, durante la tarde los asistentes debieron resignarse a buscar un asiento dentro de los restaurantes del Paseo Grastronómico.
A las 4:30 p.m., la lluvia continuaba con las misma intensidad y muchos de los asistentes, como Caroline y Gabriel, optaron por partir. Otros, armados con capas, prefirieron quedarse a aprovechar que en ningún puesto de comidas había filas.