Puntarenas
En las faldas de la Costanera se congregan cientos de peregrinos de toda estirpe en función del festival de arte, espiritualidad y entretenimiento Envision, en su cuarta edición, y por primera vez en el Rancho La Merced, que colinda con playa Uvita, en Puntarenas.
Desde el jueves 20 de enero, los asistentes han convertido el espacio en un campamento que nunca duerme, en el que las atracciones, las fiestas y los conciertos están presentes las 24 horas del día, sean de forma oficial y programada, o improvisada.
Envision se promociona como un festival de transformación, y tiene la particularidad de que muchos de sus momentos más gloriosos son fortuitos, pues el público actúa desinhibido en un ambiente de amplia libertad. Así, cada alma presente decide los frutos que recogerá de esta aventura, ya sean espirituales, triviales o lo que esté en el medio.
Durante el día se desarrollan charlas y conferencias que proyectan ideologías y filosofías para obtener vidas plenas alejadas del mundo material y apegadas a la naturaleza. Cuando el sol brilla, en Envision se comparten las ideas más disímiles en un ambiente de tolerancia, en el que cientos de personas están buscando alternativas de bienestar personal.
A partir de la tarde, los cuatro escenarios disponibles se llenan de música. Dos de ellos son espacios para DJs (que tocan desde World music hasta glitch-hop) y los otros dos para bandas de reggae, rock, folk, funk y demás.
La noche del viernes, en el escenario Sol se presentó Nahko and Medicine for the People, uno de los actos principales del festival. Con un reggae que combina sangre filipina, puertorriqueña y estadounidense, Nahko y su banda convergen sus orígenes con una vibra hawaiana y pasajes espirituales hacia una existencia sostenible y armoniosa a través de la música.
El público -compuesto en un 90% de extranjeros, principalmente estadounidenses- bailó y cantó cuanto tema interpretara Medicine forthe People, generando así el concierto más concurrido de la velada.
En esa tarima también se presentaron bandas costarricenses, como Fuerza Dread, Passiflora y Sonámbulo, todas contagiando con géneros como reggae, gypsy folk y psicotropical a un público que en su mayoría desconocía sus obras, pero que las acogieron con los brazos abiertos.