C uando el pincel de Francisco Ureña toca una superficie, ya sea un lienzo, la madera o una lata de aluminio reciclada, la naturaleza de Costa Rica brota en una paleta colorida llena de formas tropicales.
Este pintor apasionado es uno de los costarricenses que llegó de paso al Caribe sur y echó raíces.
Hoy es uno más de los pobladores de Puerto Viejo, en el cantón de Talamanca de Limón. A diario trabaja, expone y hasta enseña su oficio en las instalaciones de la Casa de la Cultura de Puerto Viejo.
La belleza de la flora del país, los vivos colores de los tucanes, las lapas y las ranas; el nostálgico recuerdo del ferrocarril y la belleza cristalina de las playas de Limón, son solo algunas de sus fuentes de inspiración.
Nació en Juan Viñas, en Cartago; de joven, migró a Siquirres y, desde hace una década, es un enamorado más de Puerto Viejo.
Le encanta pintar; se siente muy agradecido cuando algún turista le compra uno de sus cuadros en acrílico, pero lo que más agradece es ser parte de un movimiento que le da mayor valor cultural al pueblo.
Apasionado. Su pasión por crear lo lleva a levantarse, casi a diario, a las 5 a. m., para mezclar algo de colores en su paleta y dar rienda suelta a su imaginación. La mayor parte de su labor artística la realiza a vista y paciencia de quien visite la Casa de la Cultura; ahí, suele estar bajo el lente de las cámaras de cientos de turistas.
También encuentra el tiempo necesario para una plática y hasta para posar para ellos.
Son estos visitantes sus principales clientes. Gracias a ellos, su obra se encuentra en países como España, Estados Unidos, Israel, China y República Checa, entre una larga lista.
“No pinto por pintar, sino que hay algo que quiero decir. Además, he visto que quienes compran una obra siempre quieren saber qué encierra. Por ejemplo, para mí, una mujer con el rostro verde en una pintura representa el Caribe”, detalló el artista.
Actualmente, explora usar artículos de desecho como lienzo. Por eso, recrea paisajes propios del sur de Limón en cajas de pasta de dientes, en latas de atún y madera de desecho.
Tiene varias razones para darle un mayor espacio a los productos reciclados: si no se hace algo, todos esos desechos llegarán a contaminar el mar, que es uno de los mayores tesoros de Limón.
Con raíces cada vez más profundas en Puerto Viejo, Ureña mencionó que no se ve en otra parte del país. No ignora la mala reputación que tiene la provincia; sin embargo, sabe que Limón tiene un rostro atractivo que no siempre los medios resaltan.
“La cara buena (de Limón) muestra una linda zona, con buenas personas que están aquí para compartir una gran diversidad y riqueza cultural”, agregó.
Como su aporte al desarrollo de Puerto Viejo, enseña a los niños y jóvenes que quieren aprender; algunos han resultado tan buenos alumnos, que ya exponen su trabajo.