“A ver si se la saben'”. Cuando Alejandro Fernández invitó al público a cantar el estribillo de la canción
Unas canciones después, Ale & la Suite Estéreo terminó su primera presentación oficial en medio de un estruendo ensordecedor; parecía como si los presentes hubieran olvidado por un instante que en realidad estaban ahí para escuchar a la famosa Miley Cyrus.
Esa noche de mayo del 2011, fue el bautizo perfecto para la nueva banda nacional. Un año atrás, Ale había entrado como solista en la escena musical del país, con un proyecto que se gestó mientras estudiaba en Estados Unidos y comenzó con éxito gracias a un
Sin embargo, sus planes nunca fueron llevarse todos los créditos, sino ser parte de un grupo costarricense que encantara con su música más allá de nuestras fronteras.
Luego de mucho buscar, encontró en Felipe Sáenz, Leonardo Valverde y Guido Fernández la química necesaria para dar vida a la banda que tantas veces imaginó.
“Tenía una química diferente con este instrumento. Lo estudié nueve años y aunque decía que quería ser arquitecto, descubrí que lo mío era ser músico”, cuenta.
Recién estrenada la cédula, hizo maletas y se fue a Estados Unidos. Rodolfo Zúñiga, un amigo baterista y profesor de la Florida International University, lo invitó a estudiar
“Para poder pagar la comida, el gas y la renta, tenía que ‘matar chivos’ en bares. Durante dos años, fui el baterista de grupos locales, toqué con gente buena, regular y pésima”, recuerda.
Su mayor experiencia la obtuvo en el 2009, cuando logró vincularse con el músico colombiano Jorge Villamizar, exlíder de la banda Bacilos. Como baterista de su banda, realizó varias giras por Estados Unidos, Latinoamérica y Europa. Villamizar resultó un líder paternal y un gran maestro que le dio a Ale el empujón que necesitaba.
“Me di cuenta de que quería hacer mi propia música, no quería ser solo el baterista de otra gente. También supe que no me gustaba estudiar
Antes de volver, vendió todo lo que tenía, se compró un equipo de grabación y volvió a casa con un proyecto clavado en medio de las cejas. Muchos lo conocían aquí como un gran baterista, pero Alejandro resultó ser también un compositor, cantante y multiinstrumentalista.
Durante varios meses se encerró en su estudio completamente solo. Compuso las canciones, tocó todos los instrumentos –guitarras, bajo, batería–, hizo las voces y se encargó de la grabación. El producto final se llamó
Dos nombres se grabaron entonces en la memoria del público. El primero:
Aunque sus canciones resultaron todo un éxito, tenía claro su plan original: una banda. Podía escribir, grabar y producir solo, pero para realizar presentaciones en vivo, necesitaba compañeros. Encontrar los músicos fue un largo proceso, hasta que encontró a los tres que calzaban con su personalidad. El guitarrista Leonardo Valverde, el baterista Felipe
“Asistíamos a la misma escuela, conforme crecimos y nos fuimos metiendo en la música, terminamos conociéndonos. Le ofrecí a Ale tocar con él, confió en mí y surgió una buena química. Lo bueno fue que casi de inmediato entró Felipe y yo siempre quise tocar con él. ¡Cuidado falla!”, bromeó Leo.
Ya con los músicos, solo faltaba buscarle un nombre a la banda, aunque eso de bautizar grupos no es su punto fuerte.
“Me gustaba Ale y la Primavera Suite, pero dijeron que era pésimo. Mi papá me propuso La Mafia Pop o Bacterias en la calle... ¡nada que ver! Les dije: ‘Me cuadra Ale y la Suite Estéreo’... Dudamos porque se parecía a Soda Stereo, pero el nombre se quedó”, recuerda Ale.
No pasó mucho tiempo para que la banda nacional fuera reconocida por la calidad de su música, ni para que lanzara al mercado su primer disco.
“Tenemos una forma de componer muy versátil; podemos hacer canciones explosivas. La importancia de componer enfocándose en la melodía es que la gente puede aprender de la canción, puede cantarla en los conciertos y se la lleve para la casa”, explica el baterista.
La fórmula ha dado frutos. Cientos de jóvenes asisten a sus presentaciones, y más de 20.000 personas los siguen en las redes sociales. Aunque vayan donde vayan, nunca faltan los piropos, ninguno se lo toma tan a pecho como para sentirse un
No les interesa llenarse de