Carlos Eduardo Guevara Gómez creció en Portegolpe de Santa Cruz, un pueblo guanacasteco cercano a hoteles donde es fácil encontrar a familias pobres.
Este joven de 24 años no pudo concluir el colegio. Sus padres, de humilde condición, carecen de recursos para asegurarle un cambio de vida con estudios.
“Trabajaba en lo que podía aunque, en realidad, no hacía nada. Ahora sí quiero superarme con esta oportunidad”, contó.
Su “oportunidad” es un nuevo proyecto en la Reserva Conchal y el hotel The Westin Golf Resort & Spa Playa Conchal.
Con la modalidad de educación dual –aprender haciendo–, Guevara sacará un técnico en bebidas del Instituto Nacional de Aprendizaje (INA) y realizará sus práctica en ese hotel de 410 habitaciones, en playa Conchal, Santa Cruz.
Desde diciembre del 2013, una beca le permite a este joven cumplir con su sueño y, a la larga, obtener un trabajo que ayudará en los ingresos de su familia.
Este programa de responsabilidad social reclutó a 20 muchachos de 18 a 20 años, vecinos de 14 comunidades de esa zona costera.
“Estudiamos la condición socioeconómica de los hogares para escoger a los beneficiarios (...); la meta es llegar a 80 jóvenes en los próximos meses”, dijo Gisela Sánchez, vocera del hotel.
Como esta empresa, existen más experiencias de firmas privadas que extienden una mano a la población de escasos recursos.
Alimentos. Hace dos años nació el Banco de Alimentos, donde 10 empresas donan productos que llenan los platos de 18.000 niños, ancianos y adultos de comunidades pobres del Valle Central.
Este plan es apoyado por firmas como Dos Pinos, Walmart, Mutual Alajuela, Demasa, la Asociación de Empresas para el Desarrollo (AED), Pozuelo, Kellogs y Procter & Gamble, entre otras.
De hecho, Demasa, Bimbo y Walmart también donan productos a zonas marginadas.
“Hay un protocolo para dar donaciones: las empresas buscan organizaciones sin fines de lucro que deben demostrar que existen y atienden a la población meta del programa”, indicó Éricka Linares, de AED.