Nicoya. En el cementerio de esta ciudad no cabe ni un muerto más. Desde hace 26 años, este camposanto excedió su capacidad, luego de recibir cuerpos desde 1891.
La Municipalidad local no sabe, a ciencia cierta, cuántos muertos descansan en ese sitio. Los primeros cuerpos fueron sepultados directamente en la tierra, y muchos otros en nichos, hasta que estos se agotaron.
Por eso, cuando muere algún lugareño, sus familiares afrontan una larga odisea buscando un rincón entre los pasillos ocupados por tumbas de concreto, comentó Orlando Madrigal, encargado del cementerio.
“Tengo que estar peleando con la gente porque cuesta encontrar campo; es angustiante. Desde hace tiempo, sobre el cementerio pesa una orden de cierre técnico, pero mientras no se tenga otro sitio, uno se las debe ingeniar”, manifestó Madrigal.
Durante un recorrido por el camposanto, La Nación se topó con Óscar Vásquez, quien hace unos días le tocó vivir en carne propia este inconveniente, pues tuvo que sepultar a su padre casi en una esquina del terreno al no haber espacio.
“Ya aquí no hay campo; este es un cementerio muy viejo, tanto que hay bóvedas de más de cien años de antigüedad. Ojalá pronto se nos resuelva esta situación porque uno no sabe en qué momento va a requerir un lugar”, dijo Vásquez casi en tono de súplica.
Actualmente, no hay panteonero sino que tienen destinado a un empleado del área sanitaria en el lugar. Si alguien logra encontrar un sitio para su muerto, la municipalidad le cobra ¢3.500.
Si bien es cierto la apertura de otros cementerios en los alrededores ha disminuido la demanda, esto no ha sido suficiente pues este viejo camposanto tiene una alta demanda al ser el único en el casco urbano de Nicoya.
Luz verde. Después de varios intentos fallidos, la mayoría de regidores municipales se pusieron de acuerdo y dieron luz verde para comprar el terreno donde estaría el nuevo cementerio municipal.
Durante la sesión del 28 de abril, Santos Juárez, presidente de la comisión procementerio, presentó el plan visado y actualizado de la propiedad.
Marco Jiménez, alcalde de Nicoya, dijo que el cierre técnico de este cementerio debió haberse hecho desde 1988.
“A pesar de la urgencia, afuera hay gente que no quiere que se instale un cementerio en su barrio”, dijo Jiménez.
El terreno que se pretende comprar está en el sector suroeste de la ciudad colonial, justo detrás del estadio, entre el Monte de la Cruz y el barrio Cananga.
En total, son 3 hectáreas, que tienen un costo de ¢216 millones.
En los alrededores de este cantón, hay cementerios en las comunidades de Caimital, San Antonio, Sabana Grande y La Mansión.