No es tan dulce; tampoco tan seguro, como a menudo lo creemos. Por el contrario, para millares de costarricenses más bien es una especie de campo de batalla diaria, cuyas bajas son provocadas por los accidentes caseros y la violencia doméstica imperante, y que parece ir en aumento.
Para especialistas médicos y científicos sociales, el seno familiar ya no responde a esa imagen mítica de seguridad y tranquilidad que tradicionlmente se le atribuyó. Por el contrario, representa el sitio de mayor exposición y riesgo, especialmente para aquellos grupos vulnerables de la población: niños, mujeres, discapacitados y adolescentes.
No solo descuido hay en ese ambiente, sino inseguridad, violencia y agresión. ¿Unas muestras? El 80 por ciento de las quemaduras, otro tanto de intoxicaciones, 64,5 por ciento de las caídas y el 95 por ciento de los ataques contra mujeres y contra niños se producen entre esas cuatro paredes.
A los ancianos no se les da el lugar que ocupan; más bien se les descalifica, se le sobreprotege y sufren irrespeto como seres humanos en el mismo núcleo familar, puntualizó el director del hospital geriátrico Raúl Blanco Cervantes, Fernando Morales, quien repudió la falta de cultura que existe en el país en relación con la gente de la tercera edad.
Una situación familiar afronta la población discapacitada, cuya incompresión surge también en su seno familiar. La directora del Consejo Nacional de Rehabilitación y Educación Especial, Soledad Murillo, relató que reciben denuncias en el sentido de que se les margina, se les rechaza y -en ocasiones- se les abandona.
El grupo femenino no se queda atrás. Zayda Salazar, de la Delegación de la Mujer, está con los pelos de punta al revisar los libros de ingresos y notar cómo el número de agresiones denunciadas ha marcado un ascenso vertiginoso.
Solo en la última semana, ese despacho atendió 50 casos diarios, entre ellos a María Concepción Vivas Láinez -de 20 años-, cuyo compañero le propinó escobazos por la cara, las costillas y el brazo izquierdo.
La otra tajada que está absorbiendo toda esta desatención hogareña es la que conforman los muchachos, quienes a juicio del médico especialista en adolescentes Alberto Morales no están recibiendo el apoyo requerido, dado el debilitamiento de la estructura familiar. Este fenómeno, a su vez, se contrapone a la abundancia de valores que modelan negativamente sus actuaciones: la competencia, el consumo y la violencia.
El pediatra y director del Hospital Nacional de Niños, Elías Jiménez Fonseca, opinó que el trajín hogareño y la desatención propician descuidos que encuentran sus principales víctimas en el sector infantil.
Especialistas en psicología, educación, medicina, trabajo social y derecho reconocen -al revisar las cifras de accidentes, agresiones, intoxicaciones, quemaduras, traumatismos, divorcios- que es urgente impulsar una intensa campaña tendiente a prevenir este tipo de hechos en el entorno familiar.
Aunque abordan el problema desde diferentes perspectivas, acordes con su campo de estudio, todos concuerdan en que, lamentablemente, en los propios hogares no se desarrollan esquemas de seguridad con el objeto de evitar accidentes que puedan dejar huellas indelebles, como las quemaduras que marcaron a Károl Pérez.
¿Hogar, dulce hogar?
Violencia
Una de las explicaciones para entender este fenómeno es la violencia intradomiciliaria que ahora aflora con gran fuerza.
Para las psicólogas Leda Arce y Ana Hidalgo, de la Universidad Nacional y del Centro para el Desarrollo de la Mujer y la Familia -respectivamente-, no se trata de un fenómeno nuevo, sino de un asunto que desde siglos atrás viene carcomiendo a la familia, pero que se había mantenido en la esfera privada.
Tanto ellas, como la socióloga y directora del Centro para el Desarrollo de la Mujer y la Familia, Ana Isabel García, enfatizaron que esta violencia es reflejo de la estructura patriarcal y de poder que reina en la sociedad costarricense.
Pero eso no es todo, advierten. Hay ingredientes que afectan más las relaciones domésticas. Se mezclan, se entrecruzan y se conjugan otros factores que ponen más tensos tales vínculos.
Entre esos es posible identificar el alcoholismo, las drogas, la incorporación de la mujer al trabajo, la crisis económica, el hacinamiento en que viven algunas familias, las escasas posiblidades de esparcimiento, el machismo, la prostitución, la desintegración familiar...
También hay que añadir la escasa comunicación entre los miembros de la familia, la falta de capacidad para resolver los conflictos, las relaciones extremadamente verticales, la imposición de criterios, la baja autoestima y el escaso reconocimiento de las virtudes que tienen todos los seres humanos.
Más diálogo
Y, entonces, ¿cuál es el antídoto? Bárbara Holst y Milena Grillo, de la Fundación Paniamor, expresaron que es urgente y prudente emprender una serie de acciones encaminadas a fortalecer a la familia, sea cual sea su estructura (tradicional y no tradicional).
Grillo manifestó con preocupación que las instituciones costarricenses no están preparadas para dar el soporte que requiere en este momento ese núcleo.
La trabajadora social del Hospital Nacional de Niños, Lidia Salas, coincidió con Leda Arce en que es fundamental que la familia tica empiece a dirimir y a manejar sus conflictos en su propio seno.
Es necesario, por tanto, abrir espacios de diálogo y comunicación entre los integrantes -dicen-, con el propósito de que allí se discutan todos los asuntos. Adicionalmente, deben establecerse mecanismos de negociación y flexibilizar los papeles asignados a sus miembros dentro de la familia.
Los especialistas insisten en que deben existir reglas claras y lógicas, a la vez que todos los integrantes deben saber que tienen derechos y -también- obligaciones con sus parientes.
Devolver la paz a los hogares no es tarea fácil, señalan. Esa labor es titánica, pero cuanto más tiempo se pierda, más violencia, más agresiones y más accidentes encontraron acogida en ese sitio privado donde convive la base de la sociedad: la familia.
Huella que no se borra
De pronto un amigo corrió y sacó a Károl Rebeca totalmente quemada; media hora más tarde se debatía entre la vida y la muerte en una de las salas del Hospital Nacional de Niños.
Tan solo tenía 10 meses cuando una vela que había dejado su madre, Martha Eugenia Pérez Abarca, sobre el ropero, cayó donde dormía la bebé.
La cama, la niña y la humilde vivienda en urbanización Corina Rodríguez, de Alajuelita, fueron envueltas por las llamas en cuestión de segundos.
La madre, que en aquel entonces tenía 17 años, creyó que las lesiones de su hija eran pasajeras, pero un médico se encargó de desengañarla y explicarle la gravedad: quemaduras de tercer grado en casi todo su cuerpo... solo escaparon la cara y el tórax.
Estuvo cuatro meses y medio internada en ese centro médico, le amputaron ochos dedos, cuatro de la mano y cuatro del pie derecho.
Károl también fue intervenida quirúrgicamente en cuatro oportunidades con el propósito de corregirle las deformidades que produjeron las quemaduras en sus extremidades. Sus brazos quedaron pegados al cuerpo y los pies se los tuvieron que enderezar.
Han pasado seis años y la pequeña, quien este año ingresó a la escuela de Los Pinos de Alajuelita, sigue siendo paciente del hospital. Su mano derecha la mantiene vendada porque el 29 de enero le hicieron una injerto que aún no ha cicatrizado.
Aunque la niña se moviliza, todavía lo hace con dificultad y su espalda está envuelta en una gran cicatriz que dejó la huella de aquel trágico suceso.
Ella sabe qué fue lo que le pasó y con la ingenuidad de sus seis años lo único que reclama son sus dedos para poder escribir con su mano derecha. Hasta el momento no lo ha logrado y por eso está aprendiendo a hacer las primeras letras con la izquierda.
Doña Martha no ha podido borrar aquel episodio y cada vez que lo recuerda sus ojos se le humedecen y su voz se entrecorta. "Fue descuido; si yo no hubiera puesto esa candela sobre el ropero, mi hija no se hubiera quemado. Esa candela no estaba bien puesta. ¿Por qué le pasó a ella y no a mí?"
Gama de accidentes
Descuido, violencia, desatención... son múltiples las causas que pueden producir traumatismos y envenenamientos dentro del hogar. Los especialistas estiman que debe establecerse toda una estrategia de prevención y atención de los problemas que se desencadenan en el seno familiar. A continuación, algunos ejemplos.
En 1995, la Asociación del Niño Quemado registró 848 casos, de las cuales 683 -80,54 por ciento- se presentaron en el hogar cuando el menor estaba en compañía de su madre.
Los trabajadores sociales Carlos Magno Baldí y Héctor Porras, de la citada agrupación, consideran que muchas de estas lesiones ocurren por descuido y porque no se han tomado las previsiones correspondientes para evitarlas.
Es conveniente -dijeron- que los adultos establezcan en el hogar la disciplina preventiva.
Agresión física y sexual a menores
De acuerdo con datos suministrados por el Comité del Niño Agredido, en 1994 se presentaron 217 casos de agresión: 122 fueron abusos sexuales y 69 maltratos físicos.
La mayor parte -un 95 por ciento- de esas agresiones tuvieron como escenario el hogar y los protagonistas fueron parientes de las víctimas, especialmemte padres y padrastros.
Intoxicaciones
El 80 por ciento de casos reportados al Centro Nacional de Intoxicaciones se produjeron en el seno hogareño y los más vulnerables fueron los menores de edad y la población anciana.
De acuerdo con la directora de ese Centro, Damaris Quirós, el mayor número de accidentes se presentó como consecuencia del consumo de medicamentos y líquidos de limpieza.
De allí que insistió en ser más estrictos a la hora de guardar fármacos y sustancias peligrosas, y ponerlas en lugares seguros. Recordó que se debe tomar en cuenta que el paladar de ancianos y niños es diferente al de los adultos, por lo cual requieren dosis más altas para poder captar un sabor y en muchas ocasiones esa cantidad es suficiente para el envenenamiento.
Caídas
De acuerdo con datos suministrados por el Departamento de Estadística del Hospital Nacional de Niños, durante 1995 atendieron a 14.322 menores víctimas de caídas. La mayoría -el 67,77 por ciento- ocurrió en la vivienda.
El director del centro médico, Elías Jiménez Fonseca, expresó que las caídas de la cama, de escaleras, de cunas y andaderas figuraron como las principales causas de tales accidentes.
Agresión a mujeres
En 1995 se presentaron 4.860 casos de agresiones a mujeres y este año el número de denuncias va para arriba. Solo en febrero, se interpusieron 1.015 denuncias y el mes pasado la cifra ascendió a 1.805.
Aunque no se puede afirmar que el problema de agresión femenina está creciendo, para los especialistas es un indicador más de las condiciones de violencia provocado especialmente por la estructura patriarcal que existe en la familia costarricense.
Suicidio
Según los datos suministrados por el Organismo de Investigación Judicial (OIJ), en 1994 se reportaron 179 casos de suicidios.
Aunque esa instancia no recoge la información relacionada con el sitio donde ocurre el percance, entre las posibles causas más frecuentes reportadas por ese organismo figuran la depresión, los problemas de alcoholismo, las dificultades pasionales, los líos conyugales, los disturbios mentales y las dificultades familiares.
Autores como Ramón Florenzano, Paulina Pino y Ana Marchandón, del Departamento de Salud Pública de la Universidad de Chile, han analizado el tema y dan cuenta cómo las relaciones familiares influyen en esta decisión, especialmente en los adolescentes, uno de los grupos más vulnerables.