“Hemos visto gente que viene a las 3 a. m. porque tiene hongos en los pies y le pican mucho. Una vez, llegó un hombre en la madrugada diciendo que tenía la lengua cortada y, tras buscar el equipo para suturar, vimos que era que el paciente había comido piña”.
El relato del médico Felipe Ramírez, asistente de la Dirección en el Centro de Atención Integral en Salud (CAIS) Marcial Fallas, en Desamparados, describe con bastante fidelidad algunos de los casos que saturan los servicios de urgencias en todo el país y que no son verdaderas emergencias.
“Vemos gente que perdió la cita en el Ebáis y llega a urgencias buscando las pastillas que le tenían que dar en la cita a la que no fue; para eso no es el servicio”, comentó Héctor Araya, director del CAIS Marcial Fallas.
El problema no es exclusivo del CAIS Marcial Fallas. Un análisis de las estadísticas de urgencias, en la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), hecho por este diario, encontró que seis de cada 10 consultas en esos servicios no califican como verdaderas emergencias.
Ese 60% es un porcentaje constante desde 2009, pero creció 20 puntos si se compara con 1998, cuando las “no emergencias” eran un 40,9%.
Esto representa, al año, un promedio de 3,4 millones de consultas no urgentes atendidas en hospitales de la Caja; en otras palabras, casi 10.000 consultas diarias. El análisis de datos abarcó el periodo 1998-2012.
Cortar camino. A las 10 a. m. de un jueves, el Servicio de Emergencias del Centro de Atención Integral en Salud (CAIS) Marcial Fallas, en Desamparados, estaba tan lleno como una consulta externa.
Cientos de asegurados buscaban atención para males no necesariamente urgentes. Dolor de estómago, gripe, diarrea o infección en el oído son algunos motivos.
“Tengo mareos y dolor de estómago. Llevo rato aquí esperando y nada. Vine porque en el Ebáis necesito cita y aquí no porque de todas formas me atienden”, comentó Flor Cambronero, vecina de Dos Cercas de Desamparados.
Esto no se considera emergencia y pudo atenderse en un Ebáis.
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El CAIS de Desamparados es el que registra mayores números absolutos de casos no urgentes: 66.661 en promedio por año.
El 80% de esta demanda es de zonas que no le corresponden al CAIS, pero que están obligados a atender por las características del servicio.
En otros lugares se queda corto hablar de un 60% de falsas emergencias. En el Área de Salud Alajuela Central, esos casos rondan el 88,5%; en la Clínica Jiménez Núñez (Goicoechea) la cifra es del 87,5%, y en el Hospital William Allen (Turrialba) llega a 84,9%.
Esto no quiere decir que los casos más graves se atiendan después. Cada paciente es valorado según su condición, y una emergencia real siempre tendrá prioridad.
“La CCSS tiene un sistema en el que hay pacientes rojos, que son una urgencia real y requieren atención inmediata, pacientes amarillos, que no están en condición tan crítica pero sí requieren atención en menos de una hora, y los verdes, que no son emergencia y pueden esperar más”, señaló Araya.
Costos. Esta práctica no es gratuita para el Seguro Social. Una consulta de urgencias en una clínica cuesta, en promedio, ¢47.000, e incluye el tiempo de recepcionista, médico, enfermero y medicinas.
En un hospital nacional el costo asciende a ¢90.000, pues los servicios, personal y equipo son más especializados y caros.
“Cualquier paciente que llega a urgencias lleva el mismo protocolo: lo recibe un recepcionista, lo valora un médico, luego es atendido y se le da tratamiento”, explicó Daniel Quesada, subdirector del Hospital San Juan de Dios, quien es especialista en Emergencias y dirigió varios servicios de este tipo.
Razones. No hay una sola razón para explicar este comportamiento del asegurado.
Por un lado, hay necesidades insatisfechas pues los Ebáis tienen un número limitado de citas diarias. También, ciertos pacientes ven en estos servicios el acceso directo a la solución de problemas como las listas de espera.
A esto se le unen personas con un horario de trabajo incompatible con el de los Ebáis y que no pueden conseguir fácilmente permiso para ir a un servicio de salud.
“Hay una facilidad con el servicio de emergencias: la gente no madruga y los tiempos de espera son más cortos que en la consulta regular”, reconoció Quesada.
El director del CAIS de Desamparados cree que la gente espera una mayor rapidez de atención aquí. “Se ha convertido en un medio para que una persona busque desde un examen a una atención más rápida, y hasta una incapacidad”, dijo Araya.
El paciente puede creer que es urgente, pero el médico no
El médico que lo valoró le dijo que el dolor que sentía no era una emergencia; sin embargo, lo que él sentía lo hacía pensar que sí.
¿Cómo trazar la línea entre lo que sí es de tratamiento urgente y lo que no lo es? Los especialistas en emergencias dicen que no hay una receta fija para saber qué es una emergencia y qué no.
"Es complicado porque es algo muy subjetivo. El médico, muchas veces, está acostumbrado a ver urgencias que son de vida o muerte y un dolor que para una persona sí es urgente, puede no serlo para el médico", explicó Daniel Quesada, subdirector del Hospital San Juan de Dios. Quesada es especialista en Emergencias y ha estado al frente de este tipo de servicios en la CCSS.
Ante todo, los expertos definen que lo prioritario no son las emergencias, sino las llamadas urgencias, que son las situaciones en las que la vida de la persona está en riesgo.
Aunque no es tan fácil definir qué es una emergencia, los médicos sí encuentran más fácil señalar qué no lo es.
Dentro de estas están las citas de las personas para buscar un medicamento, para solicitar radiografías o ultrasonidos. Todas esas condiciones deben atenderse en la consulta externa de un hospital, no en un Ebáis.
"No es emergencia si una persona tiene un dolor o fiebre leve que solo lleva 10 minutos, o si lleva dos meses con un dolor. Tampoco es una vía para obtener incapacidades. Curiosamente, los domingos y lunes la demanda es mayor y la búsqueda de incapacidades es una de las razones", comentó Héctor Araya, director del Centro de Atención Integral en Salud (CAIS) Marcial Fallas, en Desamparados.
Diferentes niveles. Quesada manifestó que los hospitales y las clínicas tienen diferentes niveles para clasificar las emergencias, pues en los hospitales se tienen especialidades que no se encuentran en las clínicas y el filtro de lo que es una emergencia es más riguroso.
Por ejemplo, las fiebres muy altas y dolores fuertes sí podrían entrar dentro de la categoría de urgencia en una clínica, pero no en un hospital.
"El Servicio de Emergencias de un hospital es para cosas que son realmente urgentes, que podrían poner en riesgo la vida de una persona o que requieren especialistas que solo están en los hospitales", aseveró el experto.
Araya insiste en que se necesita más educación para que la gente sepa discriminar entre una emergencia real y algo que no lo es.
"No pretendemos que las personas sean médicos y hagan sus propios diagnósticos. Pretendemos que sepan detectar las razones obvias de cuando no lo es para que sepan adónde ir y no saturar un servicio de emergencias", concluyó el especialista.