No lo buscaba. Al contrario. Como inspector de accidentes del INS, Alexánder Umaña Mayorga viajaba en su moto por Chimurria de Upala, Alajuela, para cubrir un percance, cuando él se convirtió en víctima de otro, en el anochecer del 6 de setiembre pasado.
Dos meses antes, había sufrido su primer accidente de tránsito al derrapar con su moto sobre una calle arenosa, como las que abundan en muchos sitios alejados del país.
En esa ocasión, las lesiones no pasaron de unos cuantos raspones. La historia fue otra dos meses después.
Eran las 6:45 p. m. del 6 de setiembre. La única luz en la calle era la del foco de su moto. Fue así como pudo ver a dos motociclistas delante de él, uno empujando al otro.
Cuando Alexánder intentó rebasarlos, uno de los choferes cayó del vehículo. Umaña, por esquivarlo, realizó una maniobra que lo hizo terminar con la moto encima de él, con una hemorragia cerebral por el impacto, una fractura en su clavícula izquierda y la rodilla derecha despedazada.
El relato lo hizo Umaña en la cama 164 del Hospital del Trauma, en San José, en donde está internado desde entonces. Ha sido operado varias veces, y espera dos intervenciones más.
“Me quedaré aquí por lo menos ocho meses”, dijo, sacando cálculos sobre cuánto tiempo más tendrán que esperar dos de sus cuatro hijos para continuar sus estudios universitarios porque el salario de su padre ya no es el mismo desde el accidente.
Solo entre enero del 2014 y julio del 2016 , el Hospital del Trauma detectó 1.055 víctimas “reincidentes”.
Este upaleño, de 40 años, se encuentra entre aquellos que han sufrido, al menos dos veces, percances viales.
En esos 30 meses, ese hospital atendió a 974 personas con lesiones producto de dos sucesos distintos. En el registro también hay 75 con tres accidentes; cinco con cuatro eventos y uno que marcó el récord hasta la fecha: cinco incidentes.
Tendencia
En todo el año pasado, los llamados “reincidentes” sumaron 816 casos, con un costo en atención para el Instituto Nacional de Seguros (INS) que alcanzó los ¢1.236 millones.
Luis Fernando Campos Montes, hasta hace unas semanas gerente general de la red de salud del INS, calificó esta tendencia como “epidémica”.
Norman Cordero Rodríguez, sociólogo de la Unidad de Trabajo Social, del Hospital del Trauma, explicó que el perfil de estas víctimas es muy similar al de la generalidad de los sucesos de tránsito.
Se trata, en su mayoría, de hombres (87%) con edades entre los 18 y los 40 años; precisamente este es el periodo que se considera de plena actividad productiva.
El promedio de edad entre los varones “reincidentes” es de 30 años, y entre las mujeres, 31, dijo Cordero. Además, un 60% son motociclistas, proporción que coincide con la tendencia registrada en el país.
Cuáles son las lesiones que más afectan a estas personas y cómo se comporta en este grupo la mortalidad, son parte de los datos que todavía no se tienen disponibles.
El Hospital del Trauma espera hacer un estudio pronto para revisar la epidemiología de estos comportamientos.
Por ahora, intentan ayudar a las víctimas con programas de rehabilitación no solo física sino psicosocial, pues reconocen que una cadena de eventos de este tipo tiene un impacto en la vida personal y laboral de estas personas, explicó Cordero.
Revisión
“Este es un tema nuevo sobre el cual estamos empezando a investigar”, corroboró Campos Montes.
Alejandro Moya Álvarez preside la Asociación Costarricense de Médicos Emergenciólogos, y es miembro de la comisión de especialistas en Emergencias que analiza la situación de esos servicios en la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS).
Moya comentó que aún no hay cifra específicas sobre los “reincidentes”, pero si se palpa un incremento en su número.
“Lamentablemente, esto de la violencia en las calles es un problema muy grande. Hay pacientes con dos o tres accidentes, a lo que se suman los problemas con las pólizas, que se consumen muy rápido.
“Palpamos el incremento del número, aunque no lo hemos medido. Pero no es solo esto. Las complicaciones son muy frecuentes. Tal vez no solo sean ‘reincidentes’ en el número de percances; también lo son en el número de consultas por las complicaciones”, agregó Moya.
Roy Rojas Vargas, director de Proyectos del Consejo de Seguridad Vial (Cosevi), coincidió en que este es un tema aún inexplorado en el país.
“La combinación entre alcohol, comportamiento temerario y velocidad excesiva son parte del perfil de un conductor de moto con mayor exposición al riesgo de más accidentes. Ahí es donde se concentran los muertos y lesionados”, dijo Rojas.
Alexánder Umaña sobrevivió a un segundo percance y también a Otto, el huracán que azotó Upala. Ninguna de las dos experiencias las quiere volver a repetir.
Víctima de accidente: ‘Dios me ha prestado la vida dos veces’
En el primer accidente, Luis Diego Mena Mena viajaba como acompañante. El chofer de la moto de repente no agarró la curva en la llamada vuelta del Puente.
Era de noche, andaba en una fiesta y, con algunos tragos de más, prefirió llamar a ‘Gato’ para que lo llevara de vuelta a su casa.
Mena, con apenas 18 años, recuerda que dio varias vueltas en el aire. Terminó con tibia y peroné de su pierna derecha fracturados y el cuerpo lleno de raspones por la fricción con la calle.
Sucedió en abril del 2016, en las inmediaciones de La Bonita de Rivas, en Pérez Zeledón, de donde es oriundo.
Guarda de recuerdo una platina y varios pines que los ortopedistas le colocaron en su pierna.
Seis meses después, volvió a repetir la historia, pero esta vez el conductor era él.
Acababa de ver un partido con sus amigos cuando tomó la moto que él mismo acababa de comprar con su salario como ayudante de operario de construcción.
Asegura que un taxista se brincó la señal de alto y lo chocó. No le fue tan mal como la primera vez. Solo el codo derecho llevó las de perder.
“No trabajo desde octubre. Ya he perdido como dos trabajos por culpa del accidente.
”Dios me ha prestado la vida dos veces y me permitió aprender que debo andar con más cuidado, a no andar tomado, a conducir responsablemente y a que debo sacar la licencia”, aseguró.